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Un oleoducto se convierte en el primer roce entre Canadá y Joe Biden

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Un oleoducto se convierte en el primer roce entre Canadá y Joe Biden
Un oleoducto se convierte en el primer roce entre Canadá y Joe Biden.

Canadá se alista para su primer enfrentamiento con quien este miércoles se convertirá en el cuadragésimo sexto presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ante las claras indicaciones de que una de las primeras acciones de la nueva Administración será cancelar el oleoducto Keystone XL, un proyecto considerado clave para la industria petrolífera canadiense.

Documentos oficiales del equipo de transición de Biden dados a conocer en las últimas horas señalan que una de las prioridades de su presidencia será «dar marcha atrás a las acciones medioambientales de Trump con órdenes ejecutivas (incluido rescindir el permiso para el oleoducto Keystone XL)».

Así que este martes, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, reveló durante una rueda de prensa en Ottawa que la llamada de cortesía que realizará a Biden para felicitarle por la toma de posesión del cargo, no será tan amigable como estaba previsto inicialmente.

«Espero hablar con el presidente Biden en los próximos días para abordar este y muchos otros asuntos en los que trabajaremos juntos», declaró Trudeau.

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El primer ministro canadiense añadió que es consciente de que Biden se comprometió a cancelar el oleoducto durante la campaña presidencial, pero que espera convencer al líder demócrata para que cambie de opinión debido a los beneficios laborales y de seguridad energética que proporciona el Keystone XL.

Trudeau también está jugando la baza de que bajo su Gobierno, Canadá se ha convertido en uno de los líderes mundiales en la lucha contra la crisis climática.

Con todos estos elementos, las autoridades canadienses ya han empezado a ejercer presión sobre altos funcionarios del próximo gobierno demócrata, con los que el Partido Liberal de Trudeau tiene una mejor sintonía que con la saliente Administración de Donald Trump.

El proyecto Keystone XL, que representa una inversión de 8.000 millones de dólares y que fue iniciado por la compañía canadiense TransCanada, empresa que ha cambiado su nombre a TC Energy, ha estado marcado por la controversia desde sus inicios.

En 2015, la Administración del presidente Barack Obama, cuando Biden era vicepresidente, prohibió la construcción del oleoducto por su impacto medioambiental. Pero con la llegada de Trump a la Casa Blanca en 2017, el proyecto fue aprobado para satisfacción de las autoridades canadienses.

Keystone XL es parte de un sistema de oleoductos de más de 4.700 kilómetros que conecta los yacimientos de petroleo de la provincia canadiense de Alberta, que contienen algunas de las mayores reservas de crudo del mundo, con el Golfo de México y los Grandes Lagos en Estados Unidos.

El proyecto, con una extensión de 1.947 kilómetros, cruzaría los estados de Montana, Dakota del Sur y Nebraska, donde conectaría con un tramo de oleoducto ya existente para transportar el crudo a refinerías situadas en la costa estadounidense del Golfo de México.

Pero grupos medioambientales tanto en Canadá como en Estados Unidos se han opuesto a la construcción del oleoducto, que tendría la capacidad de transportar 830.000 barriles de petróleo al día.

Estos grupos han denunciado que Keystone XL permitiría la expansión de los yacimientos de arenas bituminosas de Alberta, que califican como «uno de los combustibles fósiles más sucios del mundo» y aumentaría «de forma dramática la capacidad de procesar 168.000 millones de barriles de crudo que encierran los bosques boreales de Canadá».

Para contrarrestar la oposición de los grupos medioambientales, TC Energy se comprometió el lunes a que el oleoducto Keystone XL será el primero del mundo en ser totalmente alimentado por energías renovables para 2030 y que para 2023 tendrá emisiones netas cero en sus operaciones.

«Además, Keystone XL permitirá que el petróleo canadiense producido de forma responsable sea transportado de forma segura a Estados Unidos», añadió la compañía en un comunicado que reconoció que «el cambio climático es un grave problema y tenemos un importante papel que jugar en la gestión de las emisiones de gases con efecto invernadero».

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