Ya es campeón de la Ligue 1 el París Saint Germain, aunque ni siquiera sea un consuelo real para el millonario proyecto parisino, ganador definitivo del torneo con una jornada de antelación por su gris empate contra el Estrasburgo, gracias a un gol de Lionel Messi nivelado después por Kevin Gameiro para culminar un título sin brillo, previsible desde hace meses, casi desde el comienzo del curso.
En el minuto 58, en una de las contadas apariciones en el área del equipo parisino, en una de las esporádicas conexiones entre el fenómeno francés y el campeón del mundo argentino, el PSG ganó (le habría bastado el empate) y aligeró el peso de la decepción, indudable tal y como ha sido su temporada. Probablemente, el último servicio de Messi, cuyo futuro apunta lejos del Parque de los Príncipes. Su decimosexto gol de la campaña.
Suficiente para ser campeón. Le valía el empate. Por eso, el empate Kevin Gameiro en tres minutos sobre el campo -entró en el 76 y marcó en el 79, tras un rechace de Donnarumma a un tiro de Sanson- tampoco provocó ningún nervio en el conjunto parisino. Ni tampoco una ofensiva. Ninguna inquietud, consciente de que su triunfo final era una cuestión de tiempo.
Incompetente en esta edición de la Liga de Campeones, fuera de la Copa en Francia y líder durante toda la competición liguera en su país, pero sin la condición incontestable que se presupone a la diferencia de sus rutilantes estrellas, su aparente equipo y su inalcanzable presupuesto, el título -el undécimo de su historia en la liga francesa, el quinto en los últimos seis ejercicios- era una obligación para él. El fracaso sería sonoro de no haberlo ganado.
Era previsible desde hace meses. Quizá desde que empezó la competición, por más vaivenes, batacazos o polémicas que ha sorteado en los últimos tiempos, cuando concentró tres derrotas inimaginables en el Parque de los Príncipes, cuando sintió que el Lens o el Olympique Marsella se acercaron demasiado, pero también cuando, ante tal riesgo, reaccionó a golpe de victorias. Ha ganado 28 de sus 37 partidos. Pero ha perdido otros seis.
La pregunta es cuánto reduce el indudable fiasco de esta campaña o la sensación de temporada perdida que le queda a la dirigencia qatarí, al aficionado y hasta los jugadores del PSG. Y cómo afecta a Kylian Mbappe, su activo más expresivo, con su futuro siempre en el aire. O a Lionel Messi, que se aleja de París. A Neymar, a Sergio Ramos, a Vitinha, a Marquinhos, a Verratti… Y, sobre todo, a su entrenador: Christophe Galtier.
La ‘Ligue 1’ no parece suficiente para sobrevivir en el PSG. Tiene contrato un año más. Es una incógnita si, tarde o temprano, será otro entrenador devorado por la exigencia, las prisas y las circunstancias de un conjunto repleto de individualidades impagables para casi todos en Europa. Como también lo fueron antes Mauricio Pochettino, Thomas Tuchel, Unai Emery… Los tres en este último lustro, en la persecución obsesiva de la ‘Champions’.
El partido fue práctico del PSG. Ni se exigió en exceso. Ni se sintió apuradísimo. Sólo esperó la inercia que lo dirigió al título. No se inmutó con los goles a la misma hora del Lens, que vencía al descanso por 3-0. Al líder entonces, campeón después, le bastaba el empate, por más que su fútbol fuera una secuencia de pases tan previsible, tan lenta en su transición, tan anodina, conforme con lo que sucedía en el terreno, sin plantearse ir mucho más allá.
En más de 20 minutos, el grupo de Galtier no había tirado a portería. Ni fuera ni dentro ni entre los tres palos. Su adversario, ya está salvado pese a la derrota, lo había hecho cinco veces, dentro del despliegue ofensivo que promovía su firme defensa, inabordable por entonces para Mbappe, Messi y compañía, atascados en el 0-0. Era suficiente.
No hizo más méritos ofensivos en el primer tiempo que una volea de Renato Sanches, a la que respondió Sels ya al borde de la media hora, y un lanzamiento de falta directo fuera de Messi. Su rival sí había sido más incisivo. Incluso reclamó un penalti o asustó en un par de ocasiones a la estructura del PSG, expuesta demasiado vulnerable más allá de sus bajas.
Diallo, el atacante local, tiró las mismas veces en el primer acto, cuatro, una de ellos al poste, que todo el equipo parisino. Pero la diferencia estuvo ahí. En el ataque. La confirmación, al borde de la hora: Mbappe controló un balón largo, la dejó pegada a su pie, la bajó al suelo, aguantó la aparición dentro del área de Messi y el argentino hizo el resto, el siguiente control en carrera y el tiro con la izquierda con el que desniveló el encuentro (0-1).
Ni más ni menos para el PSG, que ni siquiera logró la victoria este sábado, empatado de pronto por Kevin Gameiro. Mbappe tuvo el triunfo. Tampoco acertó. No alteró un empate tan satisfactorio para los dos. Pero también tan triste como el final de curso del equipo parisino, un campeón y una temporada por debajo de las expectativas. La ‘Ligue 1’ no parece un consuelo.