La senadora opositora Jeanine Áñez sorprendió la tarde del martes al autoproclamarse presidenta interina de Bolivia.
La decisión –que ella dijo haber tomado para “pacificar” el país– podría incrementar las tensiones porque se realizó en una sesión rápida sin respetar los protocolos de la Asamblea Legislativa y sin que este cuerpo reuniera un quórum que la respaldara.
El ahora expresidente Evo Morales dejó el poder el domingo acorralado por la presión de las fuerzas armadas y las protestas sociales tras las polémicas elecciones generales del 20 de octubre.
Luego de autoproclamarse mandataria interina, Áñez ingresó al viejo Palacio de Gobierno con una Biblia en la mano. Aunque nadie le tomó juramento, el jefe militar le puso la banda presidencial y le entregó el bastón de mando. Posteriormente, Áñez pidió un minuto de silencio para los cuatro muertos durante las protestas y llamó a las Fuerzas Armadas a ayudar a pacificar el país.
“Bolivia quiere vivir en paz. Sí se pudo, sí se pudo”, dijo antes de ser coreada por sus partidarios y anunciar que convocará a elecciones limpias y con autoridades probas.
Morales acusó a los opositores de haber consumado un golpe de Estado en su contra mientras éstos afirmaron que se trató de un movimiento social que se alzó en contra del fraude.
La Constitución pone como plazo 90 días para ello.
Poco después, se escucharon bocinazos y petardos en la ciudad. Paralelamente, seguidores de Morales rechazaban la decisión a unas cuadras del lugar.
Luego del anuncio, el líder de las protestas, Luis Fernando Camacho, aseguró que más tarde se suspendería el paro y las movilizaciones en Santa Cruz, bastión opositor cuya presencia fue fundamental para presionar a Morales.
A su vez, el expresidente Carlos Mesa y principal rival de Morales en los comicios, se unió a la celebración con un mensaje en su cuenta de Twitter. “Felicito a la nueva Presidenta Constitucional de Bolivia Jeanine Añez. Nuestro país consolida con su posesión, su vocación democrática y la valentía de una gesta popular legítima, pacífica y heroica. Todo éxito en el desafío que afronta. Viva la Patria!!!!!”.
Por la noche, el expresidente Morales condenó los hechos a través de Twitter.
“Se ha consumado el golpe más artero y nefasto de la historia”, decía el mensaje. “Una senadora de derecha golpista se autoproclama presidenta del senado y luego presidenta interina de Bolivia sin quórum legislativo, rodeada de un grupo de cómplices y apañada por FFAA y Policía que reprimen al pueblo”.
Antes de la sesión rápida, legisladores del Movimiento Al Socialismo (MAS), el partido del expresidente y con mayoría en el Congreso, alegaron falta de seguridad en La Paz para que arribaran los representantes de otras regiones y cuestionaron los procedimientos.
Según Juan Cala, diputado de ese grupo, la sesión era ilegal porque “el primer paso es recomponer las directivas de las cámaras ante las renuncias”. Agregó que sólo 20% de los 119 legisladores del MAS llegaron a La Paz y el resto no lo pudo hacer por falta de garantías.
La Asamblea tiene 166 miembros entre senadores y diputados.
Las movilizaciones seguían activas en La Paz, donde aviones militares ocasionalmente sobrevolaban la ciudad realizando patrullajes.
Gran número de partidarios de Morales, que el martes llegó a México tras haber recibido asilo político de ese país, estaban en las afueras de la Asamblea boliviana, en el centro histórico de La Paz.
Personas afines al exmandatario que portaban la bandera indígena llamada Whipala llegaron a las afueras de la Plaza Murillo, donde se localizan el palacio presidencial y la Asamblea. “¡Evo, amigo, El Alto está contigo!”, gritaban en referencia a la ciudad vecina a La Paz.
Bolivia vive un vacío de poder desde el domingo en la tarde cuando, tras más de 13 años en el poder, Morales dimitió.
El exmandatario llegó a Ciudad de México en un avión de la fuerza área mexicana el martes al mediodía junto al que fuera su vicepresidente, Álvaro García, y una de sus ministras, Gabriela Montaño, con un mensaje de agradecimiento al presidente Andrés Manuel López Obrador que, según dijo, le salvó la vida al concederle el asilo político.
También expresó su firme compromiso de seguir en política. “Sepa el mundo entero, no por este golpe voy a cambiar ideológicamente”, aseguró. “Mientras tenga la vida, sigue la lucha”.
Mientras tanto, La Paz parecía una ciudad sitiada. Las patrullas del ejército en las calles evitaban los ataques de grupos violentos que la víspera quemaron varias unidades policiales en La Paz y Cochabamba y saquearan propiedades privadas y comercios. Cientos de vecinos amanecieron en medio de barricadas improvisadas en las bocacalles para protegerse de posibles ataques. El transporte público era escaso.
“Ha sido una noche de miedo. No pude dormir, me pasé rezando”, dijo a The Associated Press Yorka López, un ama de casa que salió temprano para repartir café caliente entre sus vecinos en la calle, en su mayoría jóvenes.
En tanto, José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch dijo que ante la “gravedad de la crisis, los estados miembros de la OEA deben proponer fórmulas que permitan el inmediato el restablecimiento del estado de derecho y garanticen los derechos fundamentales”.
“La policía fue rebasada”, dijo la víspera el comandante general de esa fuerza, Yuri Calderón. Ante la situación, el ejército fue llamado a ayudar a restablecer el orden público.
“Vamos a ayudar a controlar a estos grupos vandálicos violentos que están sembrando terror en la población”, dijo la víspera el jefe de las fuerzas armadas, William Kalimán.
Las protestas estallaron hace 20 días luego de acusaciones de fraude electoral a favor de Morales, que buscaba su reelección para un cuarto mandato. El informe de una auditoría electoral de la Organización de Estados Americanos (OEA) encontró irregularidades, cuestionó la mayoría reclamada por el dirigente y recomendó nuevos comicios, lo que desencadenó los hechos que precipitaron la dimisión del mandatario.