El nuevo presidente iraní, Hasán Rohaní, cumple tres meses en la jefatura del gobierno, un periodo en el que ha transformado el tono de Irán en sus relaciones con el exterior y mantenido las esperanzas de cambio de sus votantes.
La primera conversación telefónica en más de tres décadas entre un presidente iraní y uno estadounidense, el impulso a las negociaciones sobre el programa nuclear de Teherán con Occidente y una actitud dialogante y moderada han marcado los primeros pasos de Rohaní, que acudió a las elecciones del 15 de junio con promesas de reforma.
En este tiempo, el dirigente, que sustituyó en el cargo al ultraconservador Mahmud Ahmadineyad, se ha esforzado en transformar la imagen de su país y tratar de sacarlo de su estatus de paria internacional.
Aunque su acercamiento a Occidente ha levantado ampollas entre los más intransigentes, por momento es tolerado por el líder Supremo, el ayatolá Alí Jameneí -cuyo poder es omnímodo-, y goza del visto bueno de la mayoría de la población.
Además de pequeños pero prometedores avances en política internacional, el nuevo gobierno iraní ha dado señales de cambio en su política interior.
Rohaní ha dejado en libertad a más de una docena de presos políticos (aunque no a los opositores Mir Hosein Musavi y Mehdi Karrubi), ha ordenado la reapertura del centro artístico Casa del Cine en Teherán y ha pedido a los rectores universitarios más libertad académica.
El titular de Cultura, Alí Janati, declaró este mes que la censura de libros bajo el anterior gobierno fue demasiado estricta y prometió revisar la lista de volúmenes prohibidos.
El ministro llegó incluso a afirmar que los censores iraníes «habrían prohibido el Corán» si este se intentase publicar hoy «argumentando que algunas de sus palabras son contrarias a la virtud pública», informó la agencia ILNA.
El analista y periodista Ali Reza Eshraghi asegura en el digital www.lobelog.com que también se ha notado desde agosto que los medios iraníes «escriben más abiertamente e incluyen una variedad de opiniones sobre la política del país».
Ello no ha impedido, sin embargo, el cierre temporal del diario reformista Bahar por la publicación de un artículo que cuestionaba que Mahoma hubiese designado a un sucesor.
«Yo ahora, con Rohaní, siento más tranquilidad porque su personalidad es muy diferente a la de Ahmadineyad. Quizás no logre cumplir con sus promesas, pero al menos no quedamos en ridículo ante el resto del mundo», declaró a Efe Mariam, una mujer en la cincuentena residente en el norte de Teherán.
Nadia, secretaria de 26 años, cree que «todavía no ha cambiado nada» pero tiene fe en que «los nuevos ministros lograrán hacer que la situación cambie porque son personajes destacados y especializados».
La clave para que Rohaní mantenga el apoyo de la población está en su capacidad para llevar a cabo con celeridad mejoras económicas sustanciales, algo que dependerá fundamentalmente de que consiga alcanzar un acuerdo en materia nuclear con Occidente que suavice el bloqueo que asfixia la economía del país.
El presidente prometió completar en seis meses las negociaciones nucleares con el denominado grupo 5+1 (integrado por los países miembro permanente del Consejo de Seguridad más Alemania).
Y sustituyó al jefe negociador anterior por el nuevo titular de Exteriores, Mohamad Yavad Zarif, que ha virado el rumbo y en octubre ya encabezó las negociaciones «más detalladas y sustantivas» hasta ahora, según la UE.
También las conversaciones iraníes con el OIEA (Organismo Internacional de la Energía Atómica) recibieron un impulso la pasada semana en Viena y fueron calificadas por ambas partes de «muy productivas», tras casi dos años sin avances.
Las declaraciones públicas conjuntas después de estas rondas negociadoras son también una bienvenida novedad.
Todo esto no evita que algunos sean pesimistas, como Ana, una cristiana de Teherán que afirma que lo único que ha notado hasta ahora es que «las cosas van a peor, los precios siguen subiendo y la economía empeora».
Otra joven de Teherán, que pidió no ser identificada, también afirmó a Efe no tener «ninguna esperanza» y manifestó que «aquí no hacen falta pequeños cambios, sino un cambio de régimen».
Rohaní pide paciencia y el mes pasado, a su regreso de la Asamblea General de la ONU en Nueva York, señaló que «la política exterior no es un camino llano» y advirtió que «no se pueden resolver en diez días los problemas de ocho o diez años».
El nuevo talante de las autoridades iraníes no hará milagros y el bloqueo internacional no va a desvanecerse pronto, pero la nueva actitud ha logrado, al menos, que no se incremente.
Recientemente la Casa Blanca pidió al Senado estadounidense que posponga las nuevas sanciones económicas previstas para dar una oportunidad a las negociaciones nucleares con un Irán que, al menos de palabra, parece intentar cambiar de derrota.
Ana Cárdenes/Teherán, 3 nov (EFE).-