Desde el mes pasado, Hernández no ha vendido nada debido al temor y las restricciones de distanciamiento social en Florida. Su esposo tampoco ha trabajado. Este mes, por primera vez desde poco después de su llegada a Estados Unidos hace 16 años, no pudieron enviar a casa los aproximadamente 300 dólares para ayudar a sus familias con comida, renta, medicina y colegios.
En el pueblo hondureño de Villa Nueva Cortez, a la madre de Hernández, Teonila Murillo, se le acaba el dinero para comprar insulina para su diabetes, y el hermano de Hernández no sabe si podrá pagar su renta equivalente a 60 dólares el próximo mes.
“Me he puesto bien mal”, expresó Murillo a The Associated Press. “No hay dinero. Aquí tampoco hay trabajo. Si se pone grave, uno se muere”.
La devastación que ha provocado el COVID-19 en el mundo desarrollado afecta los soportes financieros para las personas en Latinoamérica, África y Asia.
El Banco Mundial calcula que la cantidad récord de 529.000 millones de dólares fue transferida de países desarrollados a través de canales oficiales en 2018, el último año del que hay cifras disponibles. Miles de millones más se movieron sin pasar registro. Muchas de esas remesas son enviadas a casa por personas que tienen empleos u ocupaciones de servicio _como jornaleros_ que no reciben un cheque mensual y son los más afectados por la crisis mundial. Algunas también llegan de inmigrantes sin residencia legal que no están incluidos en los enormes paquetes de apoyo financiero aprobados en economías desarrolladas.
Al cerrar las industrias por el coronavirus, muchos trabajadores en Miami, Las Vegas, Londres y otros centros económicos ya no pueden enviar los 50, 100 o 200 dólares a Honduras, Somalia o India. La conmoción lleva a sus familiares a la desesperación.
“Estoy afligida”, dijo Hernández, de 45 años. “Ellos cuentan conmigo. A mí me toca conseguir lo que sea, 30, 50 dólares”.
En África, en donde las remesas han llegado a superar el apoyo extranjero y la inversión extranjera directa, y unos 82.000 millones de dólares entraron sólo durante 2018, incalculables millones de personas ya sienten el apuro. Una compañía de Europa que transfiere dinero a África tuvo una caída de 80% en el volumen en una sola semana, informó el mes pasado en Centro para la Inclusión Financiera con sede en Washington.
En Somalia, Abdalla Sabdow, un antiguo guardia de seguridad y padre de seis, llegó la semana pasada a Mogadiscio para recoger los 200 dólares que recibe de su primo Yusuf Ashmed, un taxista en Estados Unidos. Pero el dinero se demoró. Su primo, como muchos en Estados Unidos, llevaba casi tres semanas confinado en su casa, sin poder trabajar.
“Regresé con las manos vacías”, dijo Sabdow, evidentemente ansioso, después de asomarse bajo la ventanilla conforme los empleados, uno con una mascarilla y guantes, acomodaban billetes de 100 dólares. “Le pedí al cajero revisar dos veces mi nombre, pero no había nada disponible. El tiempo se acaba… Esto es muy estresante”.
Mientras tenía a tres de sus niños chicos arriba de su pierna en casa, Sabdow se dijo preocupado de retrasarse en el pago de la renta, situación que no es poca cosa en una ciudad donde campamentos de cientos de miles de desplazados internos son un recordatorio constante de la fragilidad de las circunstancias.
“Este mes tuvimos un gran problema”, su primo, Ahmed, explicó después por teléfono. Confía en que pueda enviar el dinero la semana entrante.
Los envíos de dinero desde el exterior representan 5% del PIB en al menos 13 naciones africanas, a veces una proporción mayor, dijo la Institución Brooking el mes pasado. Para Kenia, las remesas constituyen su mayor fuente de divisas, dijo en diciembre el presidente. Más de una tercera parte de las remesas enviadas a África provienen de la Unión Europea, y otras fuentes importantes en América del Norte, así como de naciones del Golfo Pérsico y demás países africanos. Las remesas informales no registradas en el Banco Mundial ni otras estadísticas alcanzan miles de millones de dólares más, según proyecciones.
“Comenzaremos a ver una contracción de la economía”, dijo Olayinga David-West, profesor de la escuela de Negocios de Lagos, en Nigeria, durante un seminario efectuado en fecha reciente en el Centro para la Inclusión Financiera. El mayor productor petrolero de África también capta la mayor cantidad de remesas en la región de África subsahariana. En el caso de Nigeria, las remesas superan a los ingresos por exportaciones de petróleo.
Centroamérica, una región muy dependiente de las remesas provenientes de Estados Unidos, podría sufrir una caída del 20%, de 23.900 millones de dólares el año pasado a 19.120 millones este año, dijo Jonathan Mencos, director de Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales.
En todo Latinoamérica y el Caribe, las remesas provenientes de Estados Unidos podrían caer en 2020 entre 7% y 18% respecto a los 75.000 millones de dólares del año pasado, según el grupo Diálogo Interamericano con sede en Washington.
“El margen es muy amplio, y el porcentaje más grande podría ser el más exacto desafortunadamente”, dijo el doctor Manuel Orozco, director de migración, remesas y desarrollo en ese centro de estudios.
En la localidad guatemalteca indígena de Joyabaj, la mitad de los 100.000 habitantes dependen de las remesas, casi todas provenientes de Estados Unidos.
Rosa López, de 18 años, salió la semana pasada de una oficina de transferencia de dinero acompañada de su hijo de 2 años y un envío de 100 dólares que le hizo su hermana, quien trabaja en una lechería en Texas. Como la lechería redujo a la mitad las horas de trabajo, la hermana enviará menos dinero.
El dinero que llegó la semana pasada permitirá a López y otros siete parientes comprar arroz, frijoles y otros productos básicos, pero quizá tengan que dejar de pagar los recibos de luz y agua, apuntó.
“Tenemos que buscar la manera para no morirnos de hambre” dijo López. “Ella es la única que está ayudando a la familia entera”.
Uno de los países más dependientes de las remesas en el mundo es Haití, donde los envíos de dinero provenientes del exterior representan aproximadamente el 30% del producto interno bruto.
Juliette André, estudiante de enfermería de 25 años en Puerto Príncipe, recibía antes 150 dólares mensuales de una tía que cuida ancianos en Brooklyn, Nueva York. En marzo, André recibió un total de 50 dólares.
“Esa cantidad es nada en Haití porque el costo de la vida se ha cuadruplicado”, dijo André la semana pasada. “Vamos a pasar apuros un tiempo”.
Asia es el mayor destino de las remesas en el mundo e India captó la mayor cantidad en 2018: 79.000 millones de dólares, seguida de China con 67.000 millones, según el Banco Mundial. Filipinas figura entre los cinco principales captadores de remesas.
En India, el estado sureño de Kerela capta casi 19% del total de remesas enviadas al país. Decenas de miles de personas del estado trabajan en diversos países del Golfo Pérsico y envían dinero a sus casas. La economía local basada en el turismo resultó muy perjudicada a causa de una cuarentena general de 21 días impuesta en India y las familias cuyo sustento se depende de las remesas están cada vez más preocupadas.
En el último mes, Sajeela Mol, ama de casa de 36 años en el distrito de Mallapuram, en Kerala, no ha recibido dinero alguno de su esposo Shabeer Ali, que trabaja en un restaurante de comida rápida en Yeda, Arabia Saudí. Mol vive con sus cuatro hijos en edad escolar y una suegra que tiene problemas de salud. La familia depende para su sustento de los 150 dólares que su esposo le envía cada mes.
Debido al cierre del restaurante por la cuarentena, Mol señaló que su esposo no tiene la certeza de recibir su paga.
“Si mi esposo no tiene dinero, no veo qué pueda enviar a casa para su familia”, señaló Mol.