El Reino Unido y el mundo se despidieron el lunes de la reina Isabel II con un funeral de Estado al que asistieron presidentes y reyes, príncipes y primeros ministros —y multitudes en las calles de Londres y el Castillo de Windsor— para honrar a una monarca cuyo reinado de 70 años definió una edad.
El primer funeral de estado desde el de Winston Churchill estuvo lleno de espectáculo: 142 marineros de la Royal Navy condujeron el carro de armas que llevaba el ataúd de Isabel a la Abadía de Westminster, con el rey Carlos III y sus hijos, los príncipes William y Harry, caminando atrás mientras tocaban los gaiteros.
Abundaban los adornos del estado y la monarquía: el ataúd estaba cubierto con el estandarte real y encima estaba la corona del estado imperial, que brillaba con casi 3000 diamantes, y el orbe y el cetro del soberano.
Pero lo personal también estuvo presente: una nota manuscrita de su hijo, el rey Carlos III, que decía: «En memoria amorosa y devota» y estaba firmada por Charles R, para Rex, o rey.
Los portadores del féretro llevaron el ataúd a la abadía, donde unas 2.000 personas, desde líderes mundiales hasta trabajadores de la salud, se reunieron para llorarla.
El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, dijo en su sermón que “pocos líderes reciben la efusión de amor que hemos visto” por Isabel.
El funeral llegó a su fin con dos minutos de silencio observados en todo el Reino Unido. A continuación, los asistentes cantaron el himno nacional.