Un 12 de noviembre de hace 150 años nacía Sun Yat-sen, el hombre que se acabó convirtiendo en el primer presidente de la República de China tras la etapa imperial y a quien Pekín homenajea hoy como el padre de la era moderna del país.
Las autoridades del gigante asiático han lanzado una serie de monedas y sellos especiales con la efigie de Sun y han organizado actos conmemorativos en la capital y en Nankín, donde se encuentra su mausoleo, para celebrar la efeméride y ensalzar su figura.
«El doctor Sun Yat-sen es nuestro gran héroe nacional, un gran patriota y un líder de la revolución democrática», proclamó el presidente chino, Xi Jinping, en un discurso durante la ceremonia solemne que acogió este viernes el Gran Palacio del Pueblo de Pekín, sede del Legislativo chino.
Xi rindió tributo a la «histórica contribución a la independencia nacional, el progreso social y el bienestar del pueblo» de quien fundó el Partido Kuomintang (KMT), histórico rival del Partido Comunista, y dijo promover «su espíritu revolucionario y carácter moral».
Sun Yat-sen (1866-1925) se ha convertido en una figura reverenciada tanto por los comunistas como por el KMT, en China y en Taiwán, una admiración compartida que se debe a una biografía marcada por su afán por acabar con el régimen imperial y modernizar el país.
Cuando nació, China era una nación decadente gobernada por los emperadores de una dinastía Qing que daba sus últimos coletazos, sometida a la voluntad de las potencias occidentales que controlaban partes de su territorio y debilitada por las rebeliones internas.
A pesar de sus orígenes humildes, pues procedía de una familia campesina de la provincia china de Cantón (sur), adquirió pronto un bagaje cosmopolita, al pasar su adolescencia en Hawai y estudiar medicina occidental en Hong Kong -entonces colonia británica-.
El contacto con esas otras realidades y su creciente frustración con la China de los Qing, un país cada vez más empobrecido y conflictivo, terminó por forjar el carácter revolucionario de Sun, que ya en la década de 1890 lideró algunas revueltas en Cantón.
El país quedó muy tocado por la humillante derrota contra Japón en la guerra que los enfrentó entre 1894 y 1895 y con una economía al borde del colapso, y las rebeliones se intensificaron.
Tras ser detenido en la legación diplomática china en Londres, Sun ganó notoriedad y aglutinó a su alrededor a las corrientes antimonárquicas, sobre todo a la nutrida comunidad de estudiantes e intelectuales que había emigrado a Japón, un país en el que vivió exiliado en varias etapas.
En la primera década del siglo XX, protagonizó nuevas revueltas hasta que, en 1911, consiguió pactar con uno de los principales responsables militares chinos, el general Yuan Shikai, la abdicación del último emperador, Pu Yi, y la fundación de la República de China.
Sun, que cuando se inició esa revolución definitiva se encontraba en el extranjero buscando apoyos, regresó a China para ser nombrado presidente el 1 de enero de 1912, en Nankín.
Su presidencia fue efímera y apenas se alargó unas semanas, ya que el acuerdo con Yuan contemplaba la cesión del cargo a este militar que, una vez en el poder, fue adquiriendo tintes autoritarios, instauró una dictadura y llegó a coronarse emperador.
La ideología de Sun siempre se basó en tres ejes, nacionalismo, democracia y bienestar, que trató de que guiaran al KMT, el partido que creó en 1912 y que lideró hasta su fallecimiento, en 1925, víctima de un cáncer.
Esos tres principios son aún hoy defendidos por el KMT en Taiwán, que mantiene su aprecio por Sun Yat-sen como el fundador del régimen que se trasladó a la isla, que todavía conserva la denominación oficial de República de China, después de su derrota contra los comunistas en la guerra civil china (1945-1949).
Para el Partido Comunista de China, Sun es una figura igualmente respetada, como el revolucionario que contribuyó a derrocar el Imperio Qing, y por eso, al cumplirse 150 años de su nacimiento, siguen recordándolo.
Adrià Calatayud
Pekín, 12 nov (EFE).-