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Palestina acoge de noche a 26 presos liberados por Israel a horas del diálogo

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El presidente palestino, Mahmud Abás, recibe en el distrito cisjordano de Ramala a once de los veintiséis reclusos palestinos que Israel dejó en libertad para reactivar las negociaciones de paz. EFE/Autoridad Palestina
El presidente palestino, Mahmud Abás, recibe en el distrito cisjordano de Ramala a once de los veintiséis reclusos palestinos que Israel dejó en libertad para reactivar las negociaciones de paz. EFE/Autoridad Palestina

 

La noche en Gaza y Cisjordania se llenó hoy de abrazos, cánticos y fuegos artificiales para recibir a los 26 presos palestinos liberados por Israel tras dos décadas entre rejas y a pocas horas de la reanudación de las negociaciones de paz.
Los reclusos fueron trasladados tras la caída del sol a los pasos de Betunia, al suroeste de Ramala, y Erez, de acceso a Gaza, donde esperaban centenares con banderas y gritos de alegría.
Israel, para evitar las imágenes de regocijo y reivindicación patriótica que tanto cuesta digerir a sus ciudadanos, organizó en esta ocasión el transporte en furgones con cristales tintados, a lo que se suma la tardía hora elegida.
La Cruz Roja Internacional ayudó en la entrega a la Autoridad Nacional Palestina de los reclusos, todos menos uno encarcelados desde antes de los Acuerdos de Oslo (1993).
Escoltados por caravanas de coches que hacían sonar sus bocinas, once de los presos liberados fueron luego conducidos a través de las calles de Ramala hasta la Muqata, la sede de la Presidencia, donde aguardaban familiares, amigos y vecinos, así como varios políticos y palestinos sin mas vinculación que la alegría del momento.
El reencuentro con las familias tuvo que esperar. Los ya entonces expresos hicieron aparición en lo alto de un podio frente a la tumba del histórico rais Yasir Arafat, haciendo signos de victoria y con los brazos en alto, que agarraba el presidente palestino, Mahmud Abás.
Abás tomó brevemente la palabra para afirmar que no descansará hasta que todos los presos palestinos regresen a sus hogares.
«Damos la bienvenida a nuestros hermanos que han dejado la oscuridad de la cárcel por la luz de la libertad. Son los primeros, pero otros hermanos también saldrán pronto», dijo en medio del agitar de banderas y gritos de «Alá es el más grande».
Fue entonces cuando los reclusos, ya de mediana edad, descendieron y la Policía tuvo que contener a sus familiares, que se saltaban el cordón humano para ser los primeros en abrazar a sus seres queridos, a los que llevaban más de dos décadas sin tocar.
Taher Zabud, por ejemplo, se fundía en un abrazo de segundos con su hermano mayor Ibrahim, ajenos al griterío y a los flashes de las cámaras.
«Sólo le había visto una vez en la cárcel, hace diez años», contaba Ibrahim, convencido de que su hermano encontrara pronto una mujer con la que casarse y construir la familia truncada por el presidio.
Taher entró en prisión con 21 años para otros tantos (que hubiera acabado de cumplir dentro de seis meses) por disparar contra un asentamiento y tratar de matar a un policía israelí.
Ahora tiene 42 años y un mensaje muy claro para el Gobierno israelí: «Los presos son la llave de la paz. Israel tiene que entender que no habrá paz sin liberar a los presos».
Taher regresa a su ciudad natal, Yenín, jaleado por muchos familiares, que se habían hecho camisetas para la ocasión con la frase «Taher, bienvenido, se ha roto la jaula», pero también consciente del vacío dejado por la muerte de su madre mientras purgaba su condena, que se une a la de su padre cuando era niño.
Los abrazos, sollozos y besos se sucedían en la explanada, donde los nuevos ídolos eran llevados en volandas en medio del júbilo generalizado.
Yamil Abed Al Nabi, sentenciado a 21 años por participar en un atentado en Hebrón en el que murió un soldado, gritaba: «Hoy es el día más feliz de mi vida, ojalá algún día todos los presos queden en libertad»,
Hamzi Al Hay no se sorprendía al ver a su hermano Mustafa, pese a que cumplía cadena perpetua por matar a cuchilladas a un colono en 1989.
«Sabía que le volvería a ver. Sabía que Dios le sacaría de ahí. Era mucho tiempo», señalaba Hamzi.
Los quince presos restantes entraron en Gaza pasada la medianoche para ser recibidos por familiares y representantes de distintas facciones políticas.
Allí se concentraban cientos con banderas tanto del movimiento islamista Hamás como del nacionalista Al Fatah, estas últimas inusuales en la franja desde que los islamistas la controlan.
Entre bocinazos fueron escoltados por caravanas de coches hasta sus casas, en cuyo exterior las familias habían instalado las habituales carpas.
Aunque los presos ya están libres y purgaban penas dictadas en firme hace dos décadas por vinculación con delitos de sangre, algunas familias maquillaban o rechazaban hablar hoy de los actos que llevaron a la cárcel a sus seres queridos, como si manchasen la ocasión o pudieran aún jugar en su contra.
Las escenas formaban parte de la épica de los presos, central para los palestinos, donde son vistos como luchadores contra la ocupación israelí y rara es la familia que no ha tenido algún miembro, más o menos cercano, por lo menos bajo arresto.
La otra cara de la moneda estaba en Israel, donde familiares de víctimas del terrorismo trataron de frenar la excarcelación en el Supremo y se han manifestado estos días para expresar su dolor y rechazo.
Los 26 presos liberados constituyen el primer grupo de un total de 103 palestinos que cumplen condena por delitos cometidos antes de Oslo y que serán indultados en cuatro fases como medida de confianza, conforme avancen las negociaciones de paz que comienzan hoy en Jerusalén tras tres años en punto muerto.
El liderazgo palestino considera que Israel ya se había comprometido a dicha excarcelación en el Memorando de Sharm El Sheij de 1999.
Antonio Pita/Ramala, 14 ago (EFE).-

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