Mi nombre es Pedro Delgado Fernández, soy del departamento de Cajamarca, sierra norte del Perú, mis padres Roberto Delgado y mi madre Elvira Fernández, ambos muy cercanos a la iglesia. Soy el penúltimo de 11 hermanos. Por razones de estudios emigré con mi familia a la ciudad de Chiclayo del departamento de Lambayeque, en esta ciudad empecé a participar del grupo juvenil de reflexión “Oscar Romero” en la parroquia La Inmaculada, dirigido por los padres misioneros de esta Diócesis de London, en conjunto con las hermanas Ursulinas de Chaton; aquí voy descubriendo mi vocación sacerdotal acompañado por padre Daniel Morand y madre Karen Gleezen. Causó mucho impacto en mi vida la entrega de estos sacerdotes misioneros y estas hermanas, pues ellos llegaron a los barrios más pobres de la Diócesis de Chiclayo, parroquias que muchos de los sacerdotes diocesanos de nuestra Diócesis no querían ir, y su entrega, su compromiso y el cariño por la gente, es una de la razones que despertó en mi vida un modelo de vida que me gustaría llevar sirviendo desde el sacerdocio. Es así que en el año 87 ingreso al seminario San José de la Diócesis de Cajamarca donde hice los estudios de filosofía hasta el segundo año de Teología y concluí la teología en el seminario Santo Toribio de Mogrovejo de la ciudad de lima con el titulo de Profesional en Disciplinas Teológicas otorgado por la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. La ordenación diaconal la recibí el 15 de agosto de 1997 y fui ordenado sacerdote el 12 de abril de 1998 por el Obispo Francisco Simón Piorno en ese entonces obispo de Cajamarca. Del 98 al 2000 trabajé en la parroquia San Carlos de Bambamarca como vicario parroquial encargado de la pastoral juvenil, junto a mi párroco y otro sacerdote vicario, esta fue mi escuela en el trabajo pastoral. El año 2001 inicie la aventura de ser párroco en la parroquia San Fernando de Hualgayoc, hasta julio del 2006. En el año 2003 obtuve el título de Profesor de Educación Religiosa otorgado por el Instituto Superior Pedagógico “Juan Pablo II” de la ciudad de Trujillo. En el mes de agosto de 2006 llego a trabajar en la Diócesis de London con la Comunidad Hispana San Francisco de Asís, experiencia muy rica en todos sus sentidos en el nivel personal. Interactuar y servir a tantos hermanos de diferentes países que aun hablando una misma lengua con culturas diferentes, en el nivel pastoral el trabajar con una comunidad hispana pero dentro de una Diócesis inglesa, esto es muy diferente, y ver y compartir la fe con gente de todas partes del mundo, esto me ha dado el saborear la Catolicidad de nuestra iglesia en toda la extensión de la palabra. Sabiendo que católico es universal, también por el hecho de que nuestra comunidad hispana es muy numerosa y que al ser una parroquia étnica la gente viene de todos los puntos de la ciudad. Aquí he aprendido que el pastor para estar cercano a su rebaño no tiene que esperar que el rebaño venga a él, sino que el pastor tiene que salir a buscar y visitar a su rebaño; eso da una cercanía y una riqueza muy humana y no se pierde el calor latino de familiaridad y comunidad, propio de nosotros, y es que de este modo hemos empezado varias experiencias pastorales “sui géneris” : como las vigilias en las casas con adoración al santísimo, confesiones, se puso en marcha el ministerio del Buen Samaritano que visita a los enfermos, no solamente para llevar la comunión, si no para ayudar a los enfermos o las familias en el aseo de la casa en prepararle la comida y las visitas de amistad y acompañamiento a los enfermos, formar equipos de catequesis de primera comunión, de confirmación, de reevangelización, organizar congresos retiros y cursos de formación para los feligreses de nuestra comunidad. Se creó el movimiento parroquial de parejas para acompañar a las familias en este proceso de adaptación a un nuevo país y cultura, nada fácil por cierto. Siento que en lo espiritual y personal el crecimiento ha sido grande porque en mi condición h aprendido a caminar con mi comunidad como un inmigrante más, con los mismos desafíos de adaptación a esta cultura. He aprendido en un país del primer mundo a construir iglesia, al mejor estilo de nuestro tercer mundo, sin templo propio, sin locales o espacios propios para el trabajo pastoral, pero ahí, rentando espacios en iglesias de otras denominaciones o en escuelas públicas hemos hecho el trabajo pastoral, construyendo la iglesia viva que es la persona, y así al igual que nuestras primeras comunidades cristianas que se reunían en los sótanos, pero que eran iglesias con una gran vitalidad. Pues esa es la riqueza de la experiencia pastoral con nuestros hermanos hispanos con una fuerza que la traemos desde nuestros países; esa energía y ese empuje de sobrevivencia del que camina por donde no hay camino, sino que con el andar de su pie va haciendo el camino. Esta frescura y esta vitalidad es la gran experiencia que me llevo y la cercanía con nuestra gente la que me ha enseñado a ser pastor, ser amigo, ser hermano, compartiendo en el día a día sus dolores y sus penas, pero también sus esperanzas y triunfos y quizás sin ningún merecimiento podría decir con San Pablo: “he sido judío con los judíos, he sido griego con los griegos, he llorado con los que lloraban y me he alegrado con los que estaban alegres”. Parafraseando puedo decir: “he sido salvadoreño con los salvadoreños, he sido colombiano con los colombianos, he sido mexicano con los mexicanos, he sido nicaragüense con los nicaragüenses”, porque en cultura, en comidas, en términos, dichos y muchas cosas mi persona ha sido enriquecida con esta experiencia y de esto es que le doy a Dios gracias, por haberme permitido tener esta experiencia de compartir mi ministerio sacerdotal con Uds. Todo este tiempo. Bueno y de aquí al regresar a mi Diócesis con mucha ilusión a continuar el trabajo y como dice el Señor en el Evangelio cuando hayas hecho las cosas que como siervo te toca hacer, di: “ SIERVO INÚTIL SOY PUES SOLO HICE LO QUE TENIA QUE HACER”
