La excandidata de la coalición opositora Juntos por el Cambio (centroderecha), Patricia Bullrich, negó tener “un acuerdo de Gobierno” con el aspirante libertario a la Presidencia, Javier Milei, si este alcanza la jefatura de Estado el próximo 19 de noviembre.
«No estamos en un pacto con Javier Milei. Decimos nuestra postura frente a la sociedad que nos votó (…) Acá no hay un pacto, no hay un acuerdo de Gobierno», apuntó la exministra de Seguridad, que dijo representar únicamente a la fórmula que integró junto a Luis Petri, quien ratificó que «aquí no puede haber neutralidad» porque esta favorece al oficialismo.
Bullrich fue tercera (23,83 %) en las elecciones celebradas este domingo, en las que el candidato de Unión por la Patria (peronismo gobernante), Sergio Massa, se impuso con un 36,28 % de votos, por delante del líder de La Libertad Avanza (ultraderecha), quien recibió un 29,98 %.
La presidenta del partido Propuesta Republicana (Pro), integrante de Juntos por el Cambio, contó que la noche del martes se reunió con Milei y conversaron sobre los duros cruces personales durante la campaña, cuando él la acusó de «montonera tirabombas» en su juventud, en referencia a su pasado en la guerrilla de izquierda peronista Montoneros, y ella lo denunció penalmente por haber insinuado que había puesto explosivos en guarderías.
«Nos perdonamos mutuamente», afirmó Bullrich, y explicó que «hoy la patria necesita que seamos capaces de perdonarnos porque está en juego algo muy importante para el futuro».
Bullrich y Petri se pronunciaron a favor de Milei en representación de los 6,2 millones de ciudadanos que los votaron el domingo y dieron libertad de acción al resto de los partidos de Juntos por el Cambio, e insistió que no hay un acuerdo de Gobierno con Milei: «Es una declaración de carácter político estratégico».
Para Bullrich y Petri, la neutralidad con vistas a la segunda vuelta que tendrá lugar el 19 de noviembre es funcional al kirchnerismo y el peligro de «reiniciar» un nuevo ciclo kirchnerista liderado por Massa, que llevaría a Argentina «a su decadencia final».