Los nueve meses de diálogo promovido por EEUU concluyeron hoy con palestinos e israelíes varados en el mismo lugar, aunque la brecha se ha ampliado y, mientras los primeros mantienen su estrategia, Israel parece más decantado a la extrema derecha, como denunció la oposición.
El pasado verano, cuando el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, conminó a las partes a emprender el enésimo proceso de diálogo, pocos eran los que confiaban en su éxito, incluidas las partes implicadas.
Para los palestinos suponía interrumpir la estrategia iniciada hace tres años en la arena internacional y que había comenzado a fructificar con su aceptación como Estado miembro observador de la ONU.
La opción de fijar un acuerdo marco que guiara la negociación final del conflicto se entendía como una posibilidad de avance en el entorno del presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás.
Pero muchas más eran las voces que le susurraban que, con la actual coalición de Gobierno israelí, el acuerdo se antojaba una quimera, como recordó este martes el negociador jefe del equipo palestino, Saeb Erekat.
«Todo lo que hizo Israel durante los últimos nueve meses fue sabotear los esfuerzos palestinos e internacionales para lograr la solución de los dos Estados. Desafortunadamente, Israel nunca dio ninguna oportunidad de éxito a las negociaciones», denunció.
Su crítica llegó acompañada de cifras, tanto desde la izquierda pacifista israelí como de la propia Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
Según la ONG israelí «Paz Ahora», durante los nueve meses en los que Kerry recorrió miles de kilómetros para buscar un entendimiento, el Gobierno de Benjamin Netanyahu aprobó la construcción de 14.000 nuevas viviendas en las colonias, una cifra «sin precedentes».
En un comunicado, la organización lamentó que la construcción y los anuncios «no fueron sólo destructivos para los esfuerzos norteamericanos o para promover la confianza entre las partes en negociación».
«Crearon hechos sobre el terreno que prueban, más que cualquier otra cosa, que el Gobierno de Netanyahu no quiere conseguir la solución de los dos Estados sino que actúa para fortalecer el control israelí sobre los territorios ocupados», recalcó.
La OLP, por su parte, aseguró que durante este tiempo un total de 61 palestinos murieron a causa de acciones de las fuerzas armadas israelíes y se incrementaron los ataques de los colonos radicales a propiedades palestinas.
Los ataques, un total de 660 según la OLP, incluyeron numerosas quemas de olivos, destrucción de vehículos y ataques contra mezquitas e iglesias.
Las conversaciones convencían incluso menos al primer ministro israelí, obligado meses antes a constituir una inusual coalición de Gobierno, sin los ultraortodoxos por primera vez en años y con el peso vencido sobre el partido ultranacionalista «Habayit Hayehudí» (Hogar Judío) de Naftalí Bennet, defensor de los colonos.
La alianza incluía, además, el partido de la actual ministra de Justicia, Tzipi Livni, y del ministro de Finanzas, Yair Lapid, que en principio apoyaban la paz.
Para muchos en Israel, ambos han sido los dos perdedores de una batalla que Netanyahu ha librado con inteligencia y en la que el verdadero ganador ha sido el propio Bennett, opuesto al diálogo, junto con la parte más extrema del Likud.
El domingo, poco después de que el primer ministro anunciara la suspensión del diálogo en respuesta al acuerdo de reconciliación palestino, Bennett volvió a insistir en su proyecto de apropiarse de gran parte de la Cisjordania ocupada.
En una reunión con periodistas extranjeros, el ultranacionalista pidió la anexión de la denominada «área C», un territorio que supone el 60 por ciento de Cisjordania y que está bajo control militar de Israel desde los Acuerdos de Oslo (1993).
De acuerdo con su plan, que dijo «no ser tan sexy como la solución de los dos Estados» pero «al menos realista», a los cerca de 100.000 palestinos que habitan en ella se les ofrecería la nacionalidad israelí o el abandono de las tierras.
El resto quedaría bajo un Gobierno autónomo palestino, dependiente de Israel.
Hoy, su compañero de partido y miembro del Parlamento Nisan Slomiansky instó al Gobierno a proseguir con la construcción de nuevas viviendas en la Cisjordania ocupada y tildó de mentiras las cifras de «Paz Ahora».
Para la presidenta del partido opositor de centro-izquierda Meretz, Zehava Gal-On, sin embargo, el informe de la ONG demuestra «la cara de extrema derecha del Gobierno, que en los nueve meses de negociaciones toreó los esfuerzos de EEUU para promover el diálogo».
Por Javier Martín/Jerusalén, 29 abr (EFE).-