El expresidente sudafricano Nelson Mandela pasó hoy su tercer día hospitalizado en estado crítico, mientras su familia se reunió de urgencia para hablar de su salud en la localidad suroriental de Qunu, donde creció el antiguo estadista.
El presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, informó hoy en un comunicado de que el estado de Mandela «no ha cambiado» desde el domingo y sigue siendo, por lo tanto, «crítico».
El pronóstico del exmandatario, de 94 años, pasó de «grave» a «crítico» el pasado domingo, por primera vez desde su hospitalización el 8 de junio por la recaída de una infección pulmonar.
Poco antes del parte emitido por la Presidencia, la prensa sudafricana desveló hoy la celebración de una reunión familiar de urgencia en el feudo del clan Mandela en Qunu, en el sur del país.
El encuentro, en el que también participaron miembros de la aristocracia de la rama Thembu del pueblo xhosa, a la que pertenece Mandela, fue convocado por las hijas del héroe sudafricano, informó la agencia de noticias local Sapa.
Según la televisión pública sudafricana, la SABC, el clan trató «asuntos sensibles» de la familia.
La ministra sudafricana de Servicio Público, Lindiwe Sisulu, estuvo presente en la vivienda de Mandela en Qunu, junto con las hijas y varios de los nietos del exactivista contra el régimen racista del «apartheid».
Su exmujer, Winnie Madikizela-Mandela, también asistió a la reunión, que sirvió, de acuerdo con el semanario «Mail and Guardian», para poner al día a los más veteranos de la familia sobre la situación del icono mundial de la igualdad racial.
Napilisi Mandela, uno de los miembros más longevos del clan, confirmó a Sapa la celebración del cónclave, convocado para hablar de «asuntos delicados» relacionados con Madiba (apelativo con que se conoce al expresidente en su país), como su estado de salud.
Según Sapa, Napilisi Mandela preside habitualmente los rituales y ceremonias del clan Mandela.
Además, una comitiva de varios vehículos se desplazó hoy hasta el terreno junto a la casa del hermano menor del exactivista, Morris Mandela, donde están enterrados los miembros de la familia, precisó «Mail and Guardian».
De acuerdo con esta fuente, los miembros del pueblo xhosa visitan tradicionalmente las tumbas de sus antepasados cuando sienten que se acerca el final de uno de los suyos.
Entretanto, los gestos de solidaridad y buenos deseos para Mandela continuaron hoy ante el hospital de Pretoria en el que está internado, del que se vio salir al obispo anglicano de Ciudad del Cabo, Thabo Makgoba, pero de cuya visita no trascendió el motivo.
Un grupo de alumnos de una academia de Policía se acercó a la puerta del hospital para dejar flores y mensajes de ánimo a Madiba.
«Queremos que vean que no somos sólo policías para luchar contra el crimen, sino que somos parte de la comunidad de este país», dijo a Sapa la comandante de la academia, Noma Binqela.
También hoy, frente al hospital, dos criadores de aves soltaron al aire un centenar de palomas para simbolizar el afecto de los sudafricanos por Madiba.
«Nos dio libertad y paz. Esta es la forma de mostrar nuestra gratitud hacia él», declaró Thomas Coutts, uno de los criadores.
Periodistas, admiradores y curiosos volvieron a concentrarse hoy ante el centro médico de Pretoria, en uno de los días de más actividad desde que Mandela fuera ingresado.
Las medidas de seguridad siguieron siendo estrictas y la Policía acordonó alguna de las calles adyacentes al hospital.
Nelson Mandela ha sido ingresado hasta en cuatro ocasiones desde el pasado mes de diciembre.
Madiba contrajo los problemas respiratorios que padece de forma recurrente durante sus 27 años de detención en las cárceles del «apartheid», contra el que luchó durante casi siete décadas.
El primer presidente negro de Sudáfrica se ganó el aprecio de los sudafricanos y del mundo por su coraje a la hora de combatir el racismo institucionalizado impuesto por la minoría blanca.
Pero, sobre todo, por su nítida apuesta por la reconciliación y la convivencia en la transición modélica que encabezó junto al último presidente del «apartheid», Frederik De Klerk, lo que les valió a ambos el Premio Nobel de la Paz en 1993.
Por Marcel Gascón/Johannesburgo, 25 jun (EFE).-