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Madres pobres venezolanas aprenden a coser y a montar sus propias empresas

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Fotografía de un grupo de mujeres en un taller de costura del programa 'Cosiendo Futuro', en la ciudad de Guarenas (Venezuela). EFE
Fotografía de un grupo de mujeres en un taller de costura del programa ‘Cosiendo Futuro’, en la ciudad de Guarenas (Venezuela). EFE

Cerca de 60 mujeres en situación de pobreza de una zona depauperada cerca de Caracas aprendieron a coser y a adquirir los conocimientos necesarios para convertirse en emprendedoras gracias a un programa puesto en marcha por la constructora Odebrecht y un organismo oficial venezolano.
Bajo la filosofía de enseñar a pescar en lugar de regalar pescado, el programa «Cosiendo Futuro» ha ayudado a transferir conocimientos a un grupo de mujeres que habitan las comunidades adyacentes al lugar donde la empresa lleva a cabo la obra de construcción de un metro-tren de cercanías en la localidad de Guarenas, a unos 30 kilómetros de la capital venezolana.
Un programa que cuenta con apoyo oficial en el marco de los proyectos para combatir la crisis en las zonas más pobres del país.
Una de las beneficiadas por el proyecto es Juanita Torrealba, una mujer de 41 años que no tenía ningún conocimiento de costura y que ahora montó una empresa con otras compañeras del barrio a la que llamaron «El Arañero de Barinas».
Juanita dijo a Efe que todo lo que aprendió «es un beneficio» ya que antes no sabía nada sobre cómo coger un ruedo de un pantalón, cómo arreglar una camisa o hasta cómo pegar una cremallera.
Antes se limitaba a quedarse en casa para atender a sus hijos, llevarlos al colegio y encargarse de los quehaceres del hogar.
Ahora tiene el conocimiento para poder explotar las habilidades adquiridas y obtener un beneficio económico, muchas veces sin moverse de su casa.
«Es una gran ayuda para mí, para mi familia, para mi comunidad. Aprendí a coser, a confeccionar, a hacer camisas y pantalones y los vendemos al detalle», explicó.
Pero estas humildes mujeres no solo aprendieron a coser, también recibieron cursos de contabilidad, de seguridad industrial, valores empresariales y hasta de alianzas con entidades bancarias para poder complementar su formación integral y saber cómo sacar adelante algún emprendimiento.
Según las condiciones del programa, la formación que estas mujeres reciben debe estar asociada al proyecto de vida de cada una de ellas, a sus competencias y a sus metas, para así poder potenciar y fortalecer sus capacidades particulares.
Para July Arrecheder, de 52 años, «fueron 3 años de aprendizaje y de muchas experiencias» porque, según expresa, lo que hoy sabe es «un cambio radical» con respecto a lo que podía hacer un año atrás antes de participar en el programa.
Finalmente, «Cosiendo Futuro» buscaba convertirse de tan solo un proyecto en una Empresa de Producción Social (EPS) y lograr la inclusión al mercado laboral y social de la comunidad a través del empoderamiento de sus mujeres.
El coordinador del proyecto de Responsabilidad Social de Odebrecht, Daniel Nieto, explicó a Efe que primero se evaluaron las capacidades y el contexto de la comunidad y la presencia de instituciones que pudieran dar formación a estas mujeres.
De allí surgió una alianza con el Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista (INCES) -organismo autónomo venezolano responsable del desarrollo de programas para la formación de los ciudadanos- para que impartiera la capacitación.
Las mujeres elegidas para participar en el programa social debían cumplir con ciertas condiciones: ser madres en condición de pobreza y que, luego de un proceso formativo, pudieran generar ingresos.
Así arrancaron el programa 60 mujeres y tres años después de iniciar «Cosiendo Futuro» se han materializado las aspiraciones de sus integrantes: convertirse en una EPS y promover la creación de alianzas entre personas para que desarrollen un oficio, generen beneficios económicos y se inserten en el ciclo productivo.
La idea del programa es que empresas, como la que Juanita y July montaron con sus compañeras, se puedan mantener en pie al margen del apoyo de los recursos de la constructora o de cualquier otra organización.
Es por eso que durante la última fase del programa las mujeres tuvieron que movilizarse, tocar puertas, vender su proyecto. Ya no era la empresa la responsable de velar por ellas sino que esta ejerció más bien una función de acompañamiento y de guía para que ellas pusieran en práctica lo aprendido.
En noviembre de 2015 ‘El arañero de Barinas’ recibió su acta constitutiva y fue entregada como empresa registrada a sus socias.
Desde ese momento, Yamileth Echenique, otra de las participantes en el proyecto, sueña con tener sucursales en el mundo, después de conseguirlas en su país.
La empresa de confección de July, Yamileth, Juanita y sus otras compañeras afronta un año después algunas dificultades de financiación para hacer realidad ese sueño.
Pero las mujeres siguen tocando puertas incansables y muy orgullosas de la compañía que han creado para poder seguir cosiendo y produciendo .
«Me veo con sucursales. Comenzando en mi país, para después salir», insiste Yamileth.
Guarenas (Venezuela), 6 nov (EFE).-

Jessica Querales

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