Por quinta vez desde 2019, los israelíes votaron el martes en las elecciones nacionales, con la esperanza de salir del estancamiento político que ha paralizado al país durante los últimos tres años y medio.
Aunque el costo de la vida está aumentando, las tensiones entre israelíes y palestinos se están desbordando e Irán sigue siendo una amenaza central, el tema principal en la votación una vez más es el exlíder Benjamin Netanyahu y su aptitud para servir en medio de cargos de corrupción. Su principal rival es el hombre que ayudó a derrocarlo el año pasado, el primer ministro interino centrista Yair Lapid.
Las encuestas han pronosticado un resultado similar: estancamiento. Pero un nuevo jugador poderoso amenaza con cambiar las cosas. Itamar Ben-Gvir, un destacado político de extrema derecha, ha subido recientemente en las encuestas de opinión y buscará una línea más dura contra los palestinos si ayuda a impulsar a Netanyahu a la victoria.
Con antiguos aliados y protegidos que se niegan a sentarse debajo de él mientras está en juicio, Netanyahu no ha podido formar un gobierno de mayoría viable en la Knesset o parlamento de 120 escaños. Sus oponentes, una constelación de partidos ideológicamente diversa, están igualmente paralizados al intentar improvisar los 61 escaños necesarios para gobernar.
Ese callejón sin salida ha sumido a Israel en una crisis política sin precedentes que ha erosionado la fe de los israelíes en su democracia, sus instituciones y sus líderes políticos.
Animado por la adoración casi de culto de sus seguidores, Netanyahu, de 73 años, rechazó los llamados a dimitir de sus oponentes, quienes dicen que alguien enjuiciado por fraude, abuso de confianza y aceptación de sobornos no puede gobernar.
Netanyahu niega haber actuado mal, pero los detalles vergonzosos de su juicio en curso aparecen repetidamente en las noticias de primera plana.
En la política fragmentada de Israel, ningún partido ha obtenido jamás una mayoría parlamentaria, y para gobernar es necesaria la formación de coaliciones. El camino más probable de Netanyahu hacia el cargo de primer ministro requiere una alianza con los ultranacionalistas extremistas y los partidos religiosos ultraortodoxos.
Estos partidos exigirían carteras clave en un gobierno de Netanyahu, y algunos han prometido promulgar reformas que podrían hacer desaparecer los problemas legales de Netanyahu.
El partido Likud de Netanyahu ha tratado de calmar las preocupaciones, diciendo que cualquier cambio en el código legal no se aplicará al caso de Netanyahu y que los elementos extremistas de su posible coalición serán controlados.
Netanyahu, actualmente líder de la oposición, se pinta a sí mismo como el estadista consumado y el único líder capaz de guiar al país a través de sus innumerables desafíos. Las encuestas dicen que la carrera está demasiado cerca para predecir.
La coalición, formada por nacionalistas que se oponen al Estado palestino, partidos moderados que buscan un acuerdo de paz y, por primera vez en la historia del país, un pequeño partido islamista árabe, se unieron por su disgusto por Netanyahu pero colapsaron esta primavera debido a pelea.