Desigualdad e inseguridad siguen siendo los dos puntos flacos de América Latina, incluso en una época de crecimiento, prosperidad y estabilidad como la actual, y además están lastrando su despegue definitivo.
A pesar del descenso de la pobreza registrado en el último decenio y destacado por todos los organismos internacionales, América Latina sigue siendo la región más desigual, una tierra donde unos pocos tienen mucho y otros muchos tienen poco o muy poco.
El ingreso del 20 % más rico de la población es 17 veces mayor que el del quinto más pobre y esa diferencia llega a ser de 25 veces en los países con mayor desigualdad, de acuerdo con datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
La desigualdad es el talón de Aquiles de los países latinoamericanos, pero además el otro talón tampoco está fuerte a causa de la violencia y la inseguridad.
A nadie se le escapa que la desigualdad es en gran parte la fuente de la falta de seguridad y tampoco que para reducirla se necesitan cambios estructurales que estrechen las brechas productivas y educativas.
También es obvio que la inseguridad tiene un efecto perjudicial sobre la economía y sobre todo sobre las inversiones.
Aunque el índice de pobreza cayó del 48 % en 1990 hasta el 28 % actual, más de 160 millones de personas aun son pobres en la región.
Sin embargo, la clase media latinoamericana ha crecido un 50 % en la última década y por primera vez el porcentaje de los que están en ese grupo es igual al de los considerados pobres, según un informe reciente del Banco Mundial.
El problema es que la «nueva clase media» no está consolidada y puede volver a la pobreza casi de golpe.
El director del Centro de Desarrollo de la OCDE, Mario Pezzini, en una entrevista con Efe hace dos meses, mencionaba entre los motivos que pueden arrastrar a una familia de nuevo a la pobreza un divorcio, una enfermedad o el cambio de lugar de una empresa.
En una región donde la tasa de homicidios es «epidémica» en once países, con más de 10 asesinatos por cada 100.000 habitantes, y los robos se han triplicado en los últimos 25 años, se podría añadir a la lista el que el cabeza de familia sea víctima de la inseguridad.
El jefe del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno, coincide con el de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza, en que la violencia es el «gran desafío» de la región.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señala en el informe «Seguridad Ciudadana con rostro humano: diagnóstico y propuestas para América Latina», divulgado la semana pasada, que la región perdió más de 24.000 millones de dólares solo en 2009 como consecuencia de la inseguridad y el crimen.
Honduras, el país con mayor tasa de homicidios en el mundo, ha visto mermado su Producto Interior Bruto un 10,54 %; Paraguay, un 8,7 %; Chile, un 3,32 %; Uruguay, un 3 %, y Costa Rica, un 2,52 %.
El informe deja claro desde el principio que la inseguridad ciudadana frena el desarrollo social y económico de Latinoamérica y que las políticas de mano dura no han funcionado.
En su lugar recomienda acuerdos nacionales, prevención y reformas institucionales para combatirla.
Los propios latinoamericanos han expresado, en la última encuesta de LatinoBarómetro, que lo que más les preocupa en este momento es la delincuencia y la seguridad pública, por delante de los problemas económicos, que solían ser los principales motivos de inquietud en otros tiempos.
El 24 % de los encuestados en 18 países respondió así, un 16 % mencionó el desempleo y un 6 % la corrupción.
Venezuela es el país donde la preocupación por la inseguridad es mayor (47 %), seguido de Uruguay (36 %), Perú (35 %) y Argentina (35 %).
En Honduras, pese a ser el país con más homicidios, y en México, que sufre los sangrientos embates del crimen organizado, es solo del 28 % .
Aunque la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, opina que la seguridad pública «es uno de los problemas más graves» del país, los brasileños no parecen estar de acuerdo.
Brasil es, según LatinoBarómetro, uno de los pocos países donde se realizó la encuesta donde lo que les quita el sueño a sus habitantes no es ni la delincuencia, ni la falta de empleo ni la corrupción.
El mayor motivo de inquietud para los compatriotas de Rousseff son los problemas de salud (35 %), precisamente una de la áreas donde más se nota la desigualdad en América Latina, pues una mayoría no tiene acceso a servicios de salud adecuados.
Como señala el informe hecho a partir de la encuesta, «la democracia se ve retenida por la desigualdad» en América Latina en el acceso a bienes de todo tipo.
Bogotá, 20 nov (EFE).-