La memoria de los españoles que lucharon en la guerra de la Cochinchina en el siglo XIX pervive en el cementerio militar franco-español de Danang, en el centro de Vietnam, donde yacen los restos de 33 soldados de Francia y España que perecieron durante aquella expedición.
Las 33 tumbas aparecen como algo raro, engullidas por los pabellones industriales de la zona portuaria, y dejadas de lado por turistas y reseñas de viaje, pese a que el acceso es gratuito.
Una sobria capilla preside el centro del pequeño recinto, con una explícita placa en francés en el dintel: «Osario de las víctimas de la expedición franco-española».
En el interior destacan entre los muros vacíos un altar blanco de escayola y otra placa, también en francés, en la que se lee: «a la memoria de los combatientes franceses y españoles de la primera expedición Rigault de Genouilly, muertos entre 1858 y 1860 en estos lugares».
La mayoría de las lápidas son anónimas, pero en algunas aún es posible descifrar las inscripciones, como la dedicada en español «a la memoria de Juan Mauhorat y Soriell» o a la del teniente Juan Román, muertos durante el asedio anamita a la actual Danang.
Aunque el clima tropical es una amenaza constante, trabajadores municipales pagados por la Embajada francesa (el coste ronda los 1.200 euros anuales) se encargan de cortar la maleza, repintar los muros y realizar los arreglos oportunos.
Según el Consulado General de Francia en Ho Chi Minh, las lápidas sepulcrales fueron reemplazadas hace unos años porque de lo contrario habrían sido levantadas por las raíces de los árboles cercanos.
El osario fue construido en 1898 por la administración colonial francesa, 40 años después de la expedición militar franco-española de unos 3.000 efectivos organizada desde la entonces colonia española de Filipinas para vengar la persecución que sufrían allí los misioneros católicos.
Napoleón III ya había ordenado a su flota dirigirse a la zona cuando pidió el apoyo de España, que se sumó sin fisuras para castigar el acoso a misioneros católicos de ambos países, sobre todo tras la decapitación un año antes del dominico José María Díaz Sanjurjo.
El contingente desembarcó en 1858 en Tourane, actual Danang, el mismo puerto al que llegaron los primeros marines estadounidenses un siglo más tarde, con la intención inicial de avanzar por las montañas hacia la capital imperial de Hue, pero los planes cambiaron sobre el terreno.
Lo que se presentaba sobre el papel como una victoria sencilla por la superioridad armamentística, se convirtió en un infierno de calor y enfermedades tropicales con una resistencia mayor de lo esperada.
Viendo las dificultades de tomar la capital imperial, el comandante francés decidió desviarse hacia el sur, donde el puerto comercial de Saigón se presentaba como un jugoso botín.
El historiador y militar español Luis Alejandre cuenta en su obra «La guerra de la Cochinchina, cuando los españoles conquistaron Vietnam» cómo los objetivos de la expedición fueron variando a medida que el contingente francés ganaba peso, mientras que los soldados españoles, dirigidos por el comandante Carlos Palanca, apenas recibían apoyo de la turbulenta España de la época.
Francia pronto vio en la operación una manera de ganar peso en Asia y fue olvidando el objetivo de castigar al emperador de Anam para centrarse en ganar Saigón y establecerse como potencia comercial.
Cuando el contingente regresó a Manila en 1863 con los últimos soldados españoles, Francia ya había instituido la colonia de la Cochinchina y había convertido Camboya en un protectorado.
En los años siguientes prosiguió con la colonización hasta terminar anexionándose de todo el actual Vietnam junto a Camboya y Laos para formar la Indochina francesa.
Por su parte, España salió de aquella expedición sin recompensa y luchaba por mantener su presencia asiática en Filipinas, que terminaría perdiendo a manos de Estaos Unidos en 1898. Danang (Vietnam), 1 oct (EFE).-