La Nueva Sinagoga de Berlín, símbolo del liberalismo judío del siglo XIX en la capital alemana, festeja hoy su 150 aniversario convertida en uno de los símbolos de la ciudad tras haber sobrevivido al ataque nazi en la «noche de los cristales rotos» y a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.
El imponente edificio situado en la céntrica calle Oranienburger, que celebra hoy una jornada de puertas abiertas, se construyó bajo las órdenes del arquitecto alemán Eduard Knoblauch entre 1859 y 1866 para ser la sinagoga central de la comunidad judía de Berlín, formada entonces por aproximadamente 28.000 judíos.
Al momento de su inauguración el 5 de septiembre de 1866, se convirtió en la sinagoga más grande de Alemania, con capacidad para albergar a más de 3.200 personas.
Entre las singularidades con la que nació se encuentra el órgano, instrumento musical hasta ese momento reservado para el cristianismo, el coro, la gran cúpula central dorada y los adornos de la fachada de ladrillo que recuerdan a motivos de la arquitectura musulmana de la Alhambra de Granada.
Su diseño y la inclusión de elementos antes externos para la religión judía, como el órgano, demuestra el liberalismo del judío de la época y el deseo de adaptarse a la sociedad alemana, explicó a Efe la vicedirectora de la Fundación Nueva Sinagoga de Berlín-Centrum Judaicum, Chana Schütz, en una visita al centro.
El edificio albergó conciertos públicos, incluso uno de violín en 1930 que realizó el físico alemán de origen judío Albert Einstein, y no escapó a la denominada «noche de los cristales rotos» de 1938, en la que en un acto orquestado por el régimen nazi hubo ataques en todo el país a sinagogas y a negocios propiedad de ciudadanos judíos
Logró salvarse gracias al teniente Otto Bellgardt, oficial de la policía que llegó a la escena en aquella madrugada del 10 de noviembre y ordenó a la brigada de bomberos apagar el fuego.
La razón por la que Bellgardt reaccionó de esta forma no está clara, pero se cree que su móvil puede haber sido el hecho de que el edificio estaba en la lista de monumentos más importantes de Berlín o que la oficina de telecomunicaciones quedara enfrente.
Tras ese suceso, fue objeto de los bombardeos en la Segunda Guerra Mundial y quedó casi en ruinas, hasta que se comenzó su restauración a fines de la década del ochenta y se reinauguró como la Fundación Centrum Judaicum en 1995.
«En la historia de la Nueva Sinagoga se puede notar el principio y el fin de ese liberalismo», apuntó Schütz, quien destacó que el nazismo no se centró en el judío ortodoxo, que mantenía sus costumbres, sino en el que quiso asemejarse, con sus hábitos, vestimenta y estilo, al alemán.
Cuando en el país crece el apoyo al partido populista de derechas Alternativa para Alemania (AfD), Schütz mostró su preocupación ante formaciones políticas que «usan a los judíos para molestar a los musulmanes».
«Lo que me asusta es que son los mismos argumentos que tenían los nazis (contra los judíos), solo cambiando algunos términos», aseguró.
El templo religioso es uno de los edificios más hermosos y llamativos que existen en Berlín y desde su reinauguración se posicionó como una de las destinos habituales de los turistas, acumulando ya más de tres millones de visitas.
Además de albergar a la fundación Centrum Judaicum, tienen una pequeña sala de oración para 100 personas, funciona un centro cultural y archivo, y cuenta con un museo sobre la historia del lugar, en el que incluye objetos y muebles de la época.
El edificio actual es una reconstrucción parcial del original sin la sala mayor, que fue destruida y cuyas ruinas se conservaron en parte como uno de los primeros memoriales del Holocausto. Berlín, 11 sep (EFE).-