Banda Aceh (Indonesia), 22 dic (EFE).- Sriwahyuni barre la entrada de su pequeña casa, la número diez, idéntica a las del resto de un barrio construido a toda prisa por organizaciones humanitarias tras el tsunami que hace una década devastó la región indonesia de Aceh.
Viviendas como esta en Aceh Besar junto a barreras de manglares recién plantados o la flamante autopista de la costa oeste, forman parte del legado de la monumental operación de ayuda humanitaria, que dio respuesta a una de las peores catástrofes naturales.
Un terremoto de 9,1 grados provocó la ola gigante que el 26 de diciembre de 2004 causó la muerte de 170.000 indonesios y arrasó 800 kilómetros de litoral en el norte de la isla de Sumatra.
Decenas de ONG de todo el mundo acudieron al auxilio de Aceh donde, con más de 200.000 casas destruidas y 560.000 desplazados, se vertieron 6.700 millones de dólares.
«¡La devastación fue tan grande! Solo quedó la tierra. No había certificados de defunción ni de propiedad. Fue muy difícil decidir dónde construir las casas. Empezamos desde cero», explica Myrna Evora, la directora en Indonesia de Plan, una de las organizaciones.
La agencia para la reconstrucción de Aceh (BRR), creada por el gobierno indonesio, dirigió y coordinó el operativo que, a la conclusión de su mandato en 2009, apenas dejó ningún rastro físico de la destrucción.
«Para mi fue una muestra de gran coordinación, se planeó muy bien. Si no, ahora no estaríamos en una situación tan estable», cuenta Buchari, elegido alcalde de Aceh Besar tras el tsunami.
Una vista al detalle, no obstante, revela las deficiencias de una tarea mastodóntica, complicada por la dinámica de las organizaciones donantes y sus prisas por gastar el dinero concedido, que llevó a construir más casas de las que fueron destruidas.
Media docena de agujeros en la pared dan cuenta de las veces que que Sriwahyuni ha tenido que reponer el ligero listón de plástico que sostiene la cortina, un defecto de calidad que esta indonesia se explica por la rapidez con que fue construida la vivienda.
«La casa es así-así. Pero es mejor que la que tenía», dice la damnificada mientras muestra un zócalo roído o cómo emergen las varillas de hierro del techo desgastado por la humedad seis años después de instalarse en su nuevo hogar.
«El trabajo a realiza era enorme y los donantes querían ayudar ya. Pero aún no sabíamos qué necesitábamos, no habíamos hecho las evaluaciones», explica Buchari.
«Había mucho dinero. Vino todo el sector de la ayuda humanitaria y la coordinación fue difícil», precisa Evora, que admite que los problemas también vinieron por la competencia entre ONG para hacerse con proyectos.
«Debilitó la recuperación. Pescadores que perdieron una barca pasaron a tener tres, y los problemas de sobrepesca que estaban controlados se descontrolaron», asegura la cooperante.
La otra gran dificultad fue la guerra de más de tres décadas entre la guerrilla separatista y el Gobierno indonesio, que al día siguiente del desastre levantó la prohibición de acceso a Aceh para organizaciones internacionales.
La analista Lilianne Fan, que ha trabajado en Aceh desde 1999, alaba las autoridades indonesias por la manera como aprovecharon la tragedia para rehacer sus relaciones con la región, y sobre todo a los dirigentes de BRR, que involucraron a los acehnenses en la reconstrucción.
«Comprendieron que se encontraban ante un problema sin precedentes y fueron lo suficientemente valientes, comprometidos y serios para diseñar una respuesta», dice Fan.
Pero a la vez, la analista critica que la ayuda internacional se concentrara en la reparación de daños materiales y se desatendiera la rehabilitación de una sociedad lastrada por el conflicto armado que terminó ocho meses después del tsunami.
La región, que goza de una amplia autonomía, está hoy gobernada por exguerrilleros que, al igual que en los años de guerra, controlan las principales sectores económicos de la región: la explotación minera y forestal, y las plantaciones.
«Fue una oportunidad perdida para un cambio estructural. El funcionamiento de la economía no ha cambiado y sigue igual que durante el conflicto», indica Fan.
Evora, en cambio, destaca la participación de las comunidades afectadas en el proceso de reconstrucción, especialmente de los niños, objetivo principal de la atención de su organización, y cómo la experiencia en Aceh sirvió de referente en otros desastres como el terremoto de Haití o el tifón Haiyan en Filipinas.
«Vimos que cuando los niños y la comunidad intervienen, esta sale fortalecida. Comparado con otros métodos este da más frutos, cambios más positivos y sostenibles», sostiene la directora de Plan.
«Ahora el Gobierno ve que los niños tienen una voz, la comunidad tiene una voz, las mujeres tienen una voz», concluye Evora.
Jordi Calvet