La lava que emana de la erupción en la isla española de La Palma y que cae al mar desde la pasada noche ha creado un «enorme delta» de aproximadamente medio kilómetro de ancho, mientras que el océano a su alrededor ha cambiado de color por los efectos del material volcánico.
Desde el buque Ramón Margalef, que se encuentra a un kilómetro de distancia de la colada y que está en La Palma estudiando los efectos de la erupción, Eugenio Fraile, del Instituto Español de Oceanografía (IEO), explica a Efe que la lava cae de forma tranquila al mar.
“Solo en el momento de contacto entre el material volcánico y el mar se forman pequeñas nubes de gases, que son transportadas por el viento, pero que se diluyen rápidamente”, explica el científico, jefe de la misión del IEO en La Palma.
Lo que sí es abundante es la ceniza que cae y que ha obligado a cubrir los instrumentos de investigación de los que dispone este buque.
Fraile indica que también se ha constatado una decoloración del océano y se unen áreas en turquesa y otras marrones, especialmente en la zona cercana a la lava.
El científico señala que en la zona de los acantilados donde ha caído la lava también se ha producido un pequeño derrumbe.
Valora que antes de la caída al mar de la lava hayan podido realizar una batimetría del «punto cero» en el que ahora se acumula el material volcánico en forma de un abanico abierto.
De las muestras recogidas se ha hecho un análisis químico, biológico y microbiológico que será comparado con lo que se obtenga «del punto uno» y se sabrá cómo se comporta el océano ante un fenómeno como este.
En su opinión, esta erupción volcánica es una tragedia medioambiental, pero también social en la isla de La Palma.
Los investigadores y la tripulación del Ramón Margalef, desolados por las consecuencias de este proceso volcánico, están convencidos de que la única manera de ayudar es «haciendo ciencia» y sacando las mayores claves científicas de cómo se comporta esta erupción.
Según Fraile, «sí o sí» en el archipiélago español de las Canarias se volverá a vivir una erupción volcánica y la ciencia puede ayudar a minimizar sus efectos.
La actual erupción es una oportunidad para conocer «una pieza más del puzle» de estos procesos naturales y disponer de instrumentos más precisos «para adelantarnos a sus efectos», añade.