Se ha venido agrandando una burbuja de descontento político que parece estar a punto de estallar. El primer ministro canadiense Justin Trudeau, lleva tres mandatos en el poder. Para muchos, ha pasado de ser el jóven gobernante progresista con medias divertidas, a ser llamado el “Mito Trudeau”. Es decir, un político idolatrado al que se le terminó su película taquillera. En todo caso, después de siete años es esperable -al menos de alguna forma- que no todo esté marchando viento en popa.
El 81% de los canadienses quieren un cambio de gobierno y tan solo el 20% cree que los Liberales, en cabeza del actual primer ministro, deben ser reelegidos; según Abacus Data. Estos números nos llevan a plantearnos varias preguntas: ¿Por qué el Primer Ministro está inmiscuido en esta crisis de opinión pública? ¿El país está hastiado del progresismo? Hay pocas certezas, pero existen elementos que nos permiten entrever algunas luces.
En 2015, Trudeau se presentó a la contienda para primer ministro con un documento de 88 páginas y 353 propuestas. La estrategia dio resultado: fue elegido. Intentando volcar hacia el progresismo y con un gobierno de mayorías en su momento, logró avanzar hacia puntos álgidos para la política canadiense: Legalizar el cannabis de uso recreativo, ponerse a la vanguardia en cuanto a cambio climático y transición energética, reforzar su política migratoria, promover políticas a favor de la comunidad LGBTIQ, conformar un gabinete federal con equilibrio de género, entre muchos otros.
Sin embargo, hacer tantas promesas también tiene su riesgo. La imposibilidad de cumplirlas a cabalidad. Es precisamente esto lo que ha creado una avalancha de susurros alrededor de su mandato. “La sensación de que este gobierno no ha cumplido sus promesas probablemente ayude a explicar por qué no ha logrado recuperar la mayoría”, dijo Dan Arnold, según CBC News. Algo muy característico de gobiernos de corte progresista. La reforma electoral y el plan de asistencia farmaceutica, dan cuenta de ello.
A esto, se le suma el aspecto económico. Varios votantes liberales aseguraron creer que el primer ministro no está tan comprometido con aspectos económicos del país, como si con los sociales. Esto es altamente preocupante en un contexto donde la inflación viene aumentando y el PIB cayó un 1,3% en el último año. La cereza del pastel son los escándalos de corrupción; de los que casi nunca escapa cualquier personaje político. Un ejemplo claro, es el conflicto de interés del gobierno con We Charity. Situación que tuvo -o tiene aún- al primer ministro en tela de juicio.
Entonces, ¿Habrá un cuarto mandato? Hasta ahora, la respuesta sería no. ¿Un no rotundo? No lo creo. Trudeau aún tiene posibilidad de emparejar la situación en su mandato actual, aumentando su popularidad y asegurando alguna posibilidad en las urnas. A su favor, juega que el candidato de la oposición no pinta muy bien entre la opinión. En todo caso, un cuarto gobierno supondrá acuerdos robustos y sólidos con los partidos del Parlamento canadiense, en donde actualmente trabaja con minorías.
Este editorial es una colaboración de la politóloga colombiana Claudeth Ospina Venegas