Los Judíos y palestinos no deben perder la capacidad de verse unos a otros como seres humanos
El ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre fue horrible. La tragedia que se desarrolla actualmente en Gaza es devastadora. La brutalidad, la pérdida de vidas, el sufrimiento. Es difícil captar adecuadamente el dolor y la pena que sienten tantas personas. Atacar a civiles en cualquier lugar es inmoral. El derecho internacional y la decencia humana así lo dictan.
El primer ministro Justin Trudeau, hablando de Hamás en la Cámara de los Comunes, afirmó que este grupo: “No son luchadores por la libertad, no son resistencia, son terroristas”. El presidente estadounidense Joe Biden describió a Hamás como “pura maldad” y los ataques contra Israel como “como los del 11 de septiembre”. La declaración de un importante grupo de defensa de Israel dijo que el ataque fue “un intento de aterrorizar a toda la comunidad judía. Fue parte de una campaña orquestada para borrar a los judíos del mapa de Medio Oriente”. Mientras tanto, los sindicatos laborales y estudiantiles han emitido declaraciones culpando enteramente a Israel por los ataques y han declarado: «Que la resistencia palestina está reaccionando «.
Estas amplias declaraciones y generalizaciones de políticos, medios de comunicación y los grupos de defensa están causando un gran daño en la opinión pública. Este tipo de declaraciones incendiarias y demoniantes raspan las heridas de las personas e inflaman sus traumas, induciendo así ira, miedo al otro y un apego más profundo a cada grupo y sus líderes. Si bien estos enfoques son eficaces para mantener aislados a los miembros de cada grupo en contienda, son profundamente problemáticos y sólo pueden conducir a una mayor polarización y discordia social.
El discurso aquí en Occidente ha sido moldeado, en parte, por cómo vemos a los judíos y los palestinos. Canadienses y estadounidenses han reflexionado sobre el antisemitismo histórico y actual en nuestras sociedades. La memoria del Holocausto es parte del sistema educativo, y la dolorosa narrativa del sufrimiento judío histórico está incrustada en nuestras memorias nacionales, como debería estar. Sin embargo, la narrativa palestina de la Nakba (que significa “catástrofe” en árabe y se refiere a la destrucción de la sociedad palestina por la Guerra de Independencia de Israel de 1948) y la ocupación de 1967 es menos conocida. La sociedad occidental sigue viendo a los palestinos (y a los árabes y musulmanes en general) como “el Otro”, con estereotipos de violencia y una amenaza potencial a nuestro modo de vida occidental.
Los palestinos se preguntan, por ejemplo, ¿por qué no obtienen de la sociedad occidental el mismo nivel de empatía en su resistencia a la ocupación que se le ha ofrecido a los ucranianos en su resistencia a la invasión rusa? Se preguntan por qué nuestros medios describen la guerra actual como una guerra entre Israel y Hamás, cuando ellos la ven como una guerra entre Israel y los palestinos. Y se preguntan, ¿por qué posición predeterminada de occidente es la empatía por Israel?
La disparidad en el conocimiento y la comprensión de ambas narrativas contribuye en gran medida a los relatos desdeñosos de las causas profundas subyacentes del conflicto entre israelíes y palestinos. La vida cotidiana de los palestinos se define por la violencia y la humillación, pero la mayoría en Occidente sólo presta atención cuando estalla la violencia.
Los palestinos de Gaza han estado viviendo bajo un bloqueo de 16 años que los ha mantenido sin elementos esenciales para la vida y sin ninguna esperanza para el futuro. Los palestinos en Cisjordania han estado viviendo bajo una ocupación inmoral y opresiva durante 56 años, que incluye el robo continuo de sus tierras, abusos de sus derechos humanos, ataques violentos impunemente por parte de colonos y, recientemente, un gobierno de extrema derecha con miembros que amenazan con su expulsión.
El Holocausto para los judíos y la Nakba para los palestinos.
Estas dos narrativas de judíos y palestinos están moldeadas por la identidad, el trauma y el victimismo, y cómo lastimosamente estas dos historias son manipuladas por grupos de interés para sus propias agendas, lo que lleva a la naturaleza polarizada del discurso en Canadá y Estados Unidos. Y en el mundo árabe Irán y Siria.
Esto no es nuevo, pero el nivel de animadversión que se ha mostrado últimamente prácticamente ha eliminado cualquier oportunidad de matizar y apreciar múltiples verdades. Hay que tener un espacio para una conversación incómoda, que reconozca el dolor extremo causado por el ataque de Hamas, y al mismo tiempo reconozca que el ataque no ocurrió en el vacío. Aquí hay múltiples verdades y múltiples realidades horribles.
¿Cómo podemos poner dentro de un marco más amplio de derechos humanos y justicia, el ataque despiadado de Hamas a Israel y la violenta respuesta del ejército israelí cuando las víctimas solo son civiles inocentes?
Los palestinos e israelíes deben ser capaces de mostrar compasión unos por otros, sentir y lamentar el dolor de los demás. Deben reconocer y valorar tanto las narrativas como las experiencias. No deben seguir valorando la vida de un ser humano dependiendo de las lealtades de cada uno. Sin esto, sin la capacidad de humanizarse unos a otros, no hay forma de salir del status quo, de escapar de más violencia y dolor, de avanzar y encontrar espacio para en busca de soluciones juntos.