Jair Bolsonaro llega a Washington para entrevistarse con el presidente estadounidense. Los líderes de las democracias más grandes del continente se encuentran para poner en escena su afinidad ideológica y personal. Dos nacional-populistas que buscarán afianzar una alianza que vaya más allá de las coincidencias de estilo y se convierta en una verdadera «cruzada».
Bolsonaro será huésped especial en la Blair House, una residencia victoriana ubicada exactamente frente a la Casa Blanca sobre la Avenida Pennsylvania. El lunes cruzará la calle y caminará unos 200 metros hasta el Salón Oval para la foto oficial y algún que otro comentario ocasional. El resultado de la visita recién será comentado por los protagonistas el martes cuando den una conferencia de prensa conjunta en el Rose Garden, si es que finalmente aparece algún signo de primavera en este largo y duro invierno de 30 grados bajo cero.
El lunes por la noche, el presidente brasileño dará una cena en la residencia del embajador, la magnífica McCormick House en la calle Whitehaven diseñada por el arquitecto John Russell Pope en 1907. Allí estará entre los invitados especiales Steve Bannon, el activista ultraconservador que organizó la campaña de Trump hasta que el multimillonario lo echó. Desde entonces, el ex editor del sitio ultraconservador Breitbart News, se dedica a difundir su antiglobalismo en Europa y América Latina. Bannon fue un asesor clave de la campaña de Bolsonaro, quien adoptó el «America first» de Trump para convertirlo en un «Brasil Primeiro». Desde entonces tiene comunicación directa y permanente con Eduardo Bolsonaro, uno de los hijos del presidente, que es, a su vez, «el representante latinoamericano en el Movimiento que apoya al nacionalismo populista y rechaza la globalización».
En las conversaciones oficiales seguramente estará muy arriba en la agenda la situación de Venezuela. Ambos presidentes expresaron reiteradamente que quieren ver el fin del régimen de Nicolás Maduro y terminar con la crisis humanitaria que viven los venezolanos. Pero aquí aparecen las grietas dentro de sus propios gobiernos. Trump expresó la posibilidad de crear una base militar en Brasil que dé apoyo a una supuesta intervención militar para derrocar al régimen chavista venezolano. Algo a lo que se opone el vicepresidente brasileño Hamilton Mourão, representante del ala de los militares y del grupo de los tecnócratas liderada por el ministro de Economía, Paulo Guedes y el de Justicia, Sérgio Moro. «Si bien Mourão no va a estar presente en la reunión no será ninguna sorpresa verlo contradecir públicamente a Bolsonaro mientras éste se encuentre en Washington como ha venido sucediendo en los últimos meses», escribió Oliver Stuenkel, columnista del Americas Quarterly y profesor de Relaciones Internacionales en la Fundación Getulio Vargas de São Paulo.
De todos modos, hay un tema de Defensa en la que parecen coincidir todos los sectores y es el de declarar a Brasil como «país extra OTAN», un club exclusivo en el que figuran Israel, Japón, Corea del sur, Australia y Argentina. Esto da a los brasileños la posibilidad de una relación militar más estrecha y de participar de algunas licitaciones del Pentágono. Al mismo tiempo, crea una alianza estrecha en la lucha contra las drogas y otros negocios del crimen organizado, con cursos de perfeccionamiento y entrenamiento. Algo que marcará un giro copernicano de la política brasileña después de la era Lula-Dilma y sus 13 años de alianza con los países «bolivarianos» de la región que rechazan cualquier acercamiento con Estados Unidos. En la agenda también figura la posibilidad de crear en el nordeste de Brasil una base de lanzamiento de cohetes espaciales. No muy lejos de allí, en Guyana, funciona la base de Kourou, administrada por Francia y sus socios europeos, que tiene la característica de ahorrar un 30% de combustible en los lanzamientos y que ya tiene el interés de varias empresas estadounidenses que están dispuestas a invertir. El sitio se podría convertir en el más importante del mundo para el envío de satélites al espacio y le daría a Brasil la posibilidad de un desarrollo tecnológico y científico destacado.
La parte sustantiva pero aún incierta de la visita sería el anuncio de la firma de un tratado de libre comercio entre ambos países. Washington quiere desplazar a China como el principal socio comercial de Brasil pero cuenta con la oposición de los productores agrícolas estadounidenses a cualquier reducción de tarifas para productos competitivos como la soja. Cualquier acuerdo comercial tendría que pasar por la Cámara de Representantes que está dominada por la oposición Demócrata y es improbable que allí vaya a pasar una legislación que pueda, por ejemplo, facilitar la entrada de frutas o autopartes. Tampoco se espera un avance en un tratado de doble imposición tributaria que buscan los dos gobiernos pero que no podrían convertir en ley por la oposición parlamentaria en ambos países.
En el encuentro se esperan anuncios diplomáticos. Estados Unidos aún tiene que nombrar a su embajador en Brasilia y Trump podría dar algún nombre de quien sería su nominado para la confirmación del Senado. Bolsonaro ya trae consigo al nuevo embajador brasileño en Washington, Néstor Forster, un hombre cercano ideológicamente a ambos líderes. La designación de Forster es un triunfo personal de Bolsonaro que logró desplazar al candidato de Itamaraty, Murillo de Aragão, y otros diplomáticos de carrera. También hay coincidencias claves en las posiciones dentro de los organismos y tratados internacionales. El canciller brasileño Ernesto Araújo es un admirador del antiglobalismo trumpista y quisiera retirar a Brasil del pacto contra el cambio climático como lo hizo Trump. También busca bajarse del acuerdo para las Migraciones.
La cumbre mostrará a dos hombres duros con pasados controversiales. Bolsonaro viene a Washington bajo la sombra de la matanza en una escuela de San Pablo y su defensa acérrima a la portación de armas. Y, sobre todo, a la detención esta semana de dos sospechosos del asesinato de la activista de los derechos humanos Marielle Franco. Se trata de dos ex policías cercanos a la familia Bolsonaro. Uno tiene una hija que fue novia de Flavio Bolsonaro, hijo del presidente. Y el otro tiene una foto de un abrazo con el propio Bolsonaro. Por su parte, Trump volvió a provocar indignación generalizada el jueves al amenazar a sus oponentes diciendo: «tengo el apoyo de la policía, de los militares y hasta de los motoqueros. Tengo conmigo a la gente más dura, más allá de que no actúen en forma violenta hasta que las cosas no se pongan mal, muy mal». Dos duros que se darán la mano con afecto.