La joven activista por el clima Greta Thunberg se confiesa en un documental presentado hoy, viernes, fuera de concurso en la Mostra de Venecia y que le ha servido para desvelar sus anhelos, frustraciones y también para defenderse de quienes la ven como un títere: «Yo hablo por mi cuenta», ha subrayado.
«Hay algunas personas que ven teorías de la conspiración, dicen que no hablo ni pienso por mí misma o que alguien escribe mis discursos. En la película se puede ver que, de hecho, esto no es verdad», aseguró por videoconferencia desde su escuela en Suecia.
Y apuró: «Por supuesto que lo hago, yo hablo y decido todo por mi cuenta».
El documental «I am Greta», rodado por Nathan Grossman y presentado como evento especial en la Mostra, recorre la trayectoria de esta joven sueca que con solo 15 años, en agosto de 2018, inició una huelga estudiantil por el clima frente al Parlamento de su país.
Solo dos años después se convirtió en una auténtica paladina del medioambiente, movilizando a millones de jóvenes y adultos por todo el mundo con su mismo motivo.
Este viernes interrumpió brevemente sus clases para hablar en directo con Venecia, precisamente una de las ciudades más delicadas, expuestas y amenazadas por la emergencia climática, tal y como demostraron las históricas inundaciones del pasado invierno.
En esta conversación salió a relucir el problema que preocupa a todo el planeta en estos momentos, la pandemia de coronavirus, que no ha detenido la celebración del festival pero lo ha marcado.
La lucha de los seguidores de Greta quedó pausada de repente, tal y como declaró, aunque prometió que pronto seguirán con sus consignas e iniciativas, respetando los protocolos sanitarios si fuera necesario.
Y es que si a los políticos y la sociedad civil les cuesta combatir una emergencia, menos lo harán con otra en curso: «Esta es una crisis de tal envergadura que no somos capaces de manejar dos al mismo tiempo», refirió, en alusión a la climática y a la pandemia.
Pero volvió a urgir a defender el medioambiente: «Definitivamente necesitamos entender la urgencia de la crisis climática y tratarla como tal porque de lo contrario no lograremos un cambio real. Eso es lo que necesitamos hacer ahora», señaló, para después levantarse sin más y marcharse a clase.
La cinta es un retrato cercano, íntimo, en la personalidad y día a día de esta niña que se puso el mundo por montera para reprochar a los líderes políticos más influyentes su inacción ante este problema que, según reconoció, le afecta desde la niñez.
Y que ha recibido los insultos de algunos conocidos escépticos como Donald Trump, Vladimir Putin o Jair Bolsonaro.
No obstante apreció el resultado del documental, resumen de más de cien horas de grabación por parte de Grossman: «Consigue retratarme como soy y no como los medios dicen que soy», ha asegurado al director, bajo la pantalla desde la que hablaba.
«Hay quien dice que soy la niña enfadada y malcriada que en las Naciones Unidas grita a los líderes mundiales, pero no soy así. El documental me hace parecer una persona empollona y tímida, que es quien soy», se defendió la muchacha, de diecisiete años de edad.
Esto a pesar de que sea recordada por reprochar y exigir cambios a grandes personalidades como el presidente francés Emmanuel Macron, el expresidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, o por aquel famoso discurso antes los líderes de Naciones Unidas en septiembre de 2019.
«Cómo se atreven a mirar para otro lado, a venir aquí a decir que están haciendo suficiente. Dicen que nos escuchan, que entienden la urgencia pero (…) si realmente entendieran la situación no estarían sin hacer nada», atacó por entonces.
En efecto en el documental se puede ver el ahínco que pone en la redacción de todos y cada uno de sus discursos, buscando el término preciso, y su compromiso con la ciencia y la fauna, derrochando un amor especial por sus perros y por los caballos.
Pero la cámara de Grossman se adentra en los muchos momentos en los que Thunberg, con síndrome de Asperger, se aisla del mundo, permanece inmóvil o meditabunda, negándose incluso a comer.
La joven decidió acudir a la cumbre de la ONU en Nueva York el año pasado en un barco a vela, una travesía durísima que afrontó acompañada por su padre, Svante Thunberg, soportando noches de implacable lluvia y altas olas con tal de no contaminar viajando.
En un momento de meditación, con la grabadora de su teléfono móvil y la cámara del director como únicos testigos, reconoce que su lucha es a menudo un lastre demasiado duro para una muchacha y que su ascenso en solo pocos meses fue como «una película surreal».
Y en Venecia defendió esa postura: «Es una responsabilidad demasiado grande para los niños, no son quienes deben hacer esto, son los adultos y personas en el poder los que han provocado este problema. No nos compete a nosotros esta crisis», sostuvo.
De ahí que centre su frustración en las generaciones que le preceden y que, a su parecer, no se están tomando demasiado en serio la lucha por la protección del planeta: «Todavía no tratamos la crisis como si lo fuera y deberíamos hacerlo», aseguró.
Por ello no tiene pensado arrojar la toalla, tal y como avanzó antes de levantarse de la silla, apagar la conexión en directo con una Venecia que la escuchaba con atención y volver a su pupitre.