Con energías renovadas y un luto aliviado, la presidenta argentina, Cristina Fernández, se dio hoy un baño de masas con la militancia en su vuelta a la Casa Rosada, sede del Ejecutivo, donde tomó juramento a los nuevos ministros de su Gobierno.
Vestida con un jersey negro y una falda clara con encaje negro, Fernández no dejó ni un cabo suelto en la puesta en escena de su vuelta a la actividad.
Se cuidaron todos los detalles, desde la fecha, 20 de noviembre, día de la Soberanía Nacional en Argentina, hasta su reencuentro con los cientos de militantes que abarrotaron los patios y corredores de la Casa Rosada.
La presidenta, que había pisado la sede del Gobierno por última vez el 4 de octubre, cuatro días antes de la neurocirugía que la mantuvo durante 40 días fuera de la escena política, tomó juramento a los nuevos miembros de su Gobierno y salió luego a los corredores para saludar a los militantes, que la recibieron con banderas, pancartas, cánticos, vivas y ovaciones cerradas.
Se emocionó, cantó y hasta bailó ante sus simpatizantes cuando corearon lemas kirchneristas como «Cristina, Cristina corazón, aquí tenés los pibes para la liberación».
«¡Cuánto los extrañé, por Dios!», lanzó la presidenta, ante un auditorio entregado que no dejó de ovacionarla y de gritar consignas en memoria del fallecido expresidente Néstor Kircher, su esposo y antecesor.
Fernández aprovechó la oportunidad para repasar algunos de los logros de su gestión, dirigir un mensaje de confianza a los jóvenes y abogar por el diálogo.
«Tenemos que convocar a todos los argentinos. Tenemos que dejar de lado las frases que sólo sirven para titular de un diario, los agravios o las descalificaciones. Tenemos que empezar a discutir programas, ideas, y estamos dispuestos a escucharlas porque no somos cerrados».
«En la Cámara de Diputados, aquí, estamos dispuestos a escuchar porque somos los más interesados en que las mejores ideas puedan llevarse a cabo», insistió la presidenta, que estaba de baja médica cuando se celebraron las elecciones legislativas de octubre, en las que su partido fue duramente castigado, con la pérdida de más de tres millones de votos en todo el país.
Fernández se refirió también al papel de su Gobierno en la defensa la soberanía nacional y mencionó especialmente los casos de YPF, expropiada a la petrolera española Repsol, y de Aerolíneas Argentinas, expropiada al grupo español Marsans.
«La meta es recuperar la soberanía energética», dijo como declaración de principios, para advertir después que «nos vamos a asociar (en YPF) en las condiciones más favorables para nuestro país con quien tengamos que asociarnos, no tengo prejuicios», en alusión a las duras críticas recibidas por los acuerdos alcanzados con Chevron.
Casi a la carrera por los pasillos de la Casa Rosada, y rodeada de un nutrido equipo de colaboradores, no se resistió a dar un segundo discurso ante los simpatizantes congregados en otro de los patios de la sede del Ejecutivo.
«Hemos estado un tiempo separados. Nos hemos extrañado mucho», dijo Fernández, que terminó por invitar a los jóvenes a «unirse para transformar», a «organizarse en cada barrio, en cada frente, para ayudar al otro, para integrarlo a un proyecto común de país».
Minutos antes, había tomado juramento a los tres nuevos ministros de su Gobierno: el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, hasta ahora gobernador de la norteña provincia de Chaco, el titular de Economía, el hasta ahora viceministro de esa cartera Axel Kicillof, y el de Agricultura, Carlos Casamiquela.
Una renovación atribuida al varapalo recibido por el partido gobernante en las elecciones legislativas, a las contradicciones de una política cambiaria que ha drenado las reservas del país y ha alimentado el mercado negro de divisas y a las propias necesidades de Fernández, a quien los médicos han recomendado bajar el nivel de estrés y de actividad tras su neurocirugía.
Aunque, por recomendación médica, Fernández tendrá que desarrollar buena parte de su agenda en la residencia presidencial de Olivos, en las afueras de Buenos Aires, y no podrá volar ni recorrer largas distancias en los próximos meses, a juzgar por el ímpetu con el que ha vuelto a la escena política, será difícil que consiga bajar su nivel de estrés.
Mar Marín / Buenos Aires, 20 nov (EFE).-