Con la “caída” del servicio inalámbrico e Internet, de la Empresa Rogers, que controla en su totalidad el uso de las telecomunicaciones en Canadá, y que sirve a cerca de 11 millones de usuarios, entre particulares y comerciantes, pone en la palestra la dependencia de estos servicios que provee a 10 provincias y tres territorios del país del norte.
La interrupción del servicio, el segundo que se ha producido en el país en menos de dos años, ha convertido a los usuarios de la web en consumidores sumisos de la gigantesca compañía que actualmente mantiene una disputa familiar por el control absoluto de la empresa.
Ante esta nueva caída del sistema, vale la pena preguntarse qué medidas, a corto y mediano plazo, tomará el Gobierno y las empresas privadas para independizarse, definitivamente, del servicio de Roger, y abrir nuevas alternativas de inversión en empresas de telecomunicaciones que no lleven sus problemas familiares al desquite con los usuarios.
¿Una simple disculpa?
Es simpático observar que a pesar de que la compañía admitió, ante millones de usuarios, que: «hoy los hemos defraudado», no haya tomado medidas anteriores para protegerse de este tipo de “fallas”, dejando como escusa un “lo lamentamos”, para continuar con su emporio como si nada hubiera pasado y que todo, acto malogrado, se puede arreglar con simples promesas de mejoramiento de la plataforma.
Es preocupante adentrarse en la situación actual de Rogers, una de las mayores empresas de Telecomunicaciones de Canadá, fundada por Ted Rogers, quien se debe estar sacudiendo en su tumba, al ver en lo que se ha convertido su sueño, a causa de la feroz pelea, que mantienen sus herederos por el control y el poder de la compañía que levantó con sudor y trabajo, sin importarles las perdidas y frustraciones que provocan en los usuarios –quienes mantienen a la empresa – en la absoluta indigencia comunicacional por caprichos del dominio absoluto del monopolio comunicacional.
Las fallas por el poder
Es suficientemente notorio, como en muchos otros países, lo importante que resulta el servicio de las telecomunicaciones para impulsar la economía y la vida cotidiana, a través de las redes de comunicaciones, al igual que su significación cuando falla.
Por ello, la urgente necesidad de independizar el servicio, y no sólo atarse a Rogers, como ha ocurrido durante años, y en especial el viernes, cuando una gran parte del país se quedó sin acceso a los servicios vitales y ampliamente utilizados en toda Canadá. Ante ello, les toco improvisar espacios y mecanismos para realizar actividades cotidianas como pagar un café, hacer una llamada, pasar un mensaje o hacer una sencilla operación en línea.
Al igual, los servicios gubernamentales, incluida la aplicación ArriveCan, se ha visto afectada por la interrupción del servicio, pero lo más graves es la situación en los centros hospitalarios donde se ha tenido que cancelar las citas de servicios de radioterapias, entre otros, así como la asistencia de la línea 911 para los casos de emergencia.
El economista Dan Ciuriak, miembro principal del Centro para la Gobernanza Internacional y la Innovación (CGI), comentó sobre la vulnerabilidad de la dependencia de las telecomunicaciones al decir, «Nos hemos vuelto notablemente frágiles debido al rápido ritmo de la innovación y la rápida implementación de nuevas técnicas y nuevas formas de tecnología».
El ecónomo, hizo un llamado de atención tanto a Rogers, como a las otras infraestructuras de comunicaciones inalámbricas de Canadá, de abstenerse de utilizar su emporio como desquites a los usuarios que son los principales afectados con los sabotajes provocados por la disputa empresarial.
Aunque Rogers tendrá que explicar con más detalles lo sucedido en esta ocasión, “qué condujo a una falla tan significativa”, dijo Ciuriak, Canadá se ha «retrasado» en su desarrollo de hardware de red inalámbrica en comparación con otros países, así como en su seguridad.
En esta coyuntura, es importante destacar que sería interesante que las autoridades canadienses, estudiaran la situación ocasionada por la empresa encargada del servició, así como a las pequeñas empresas adheridas a esta, como Bell y Shaw, que cautivan a las personas con un servicio más económicos, para luego esclavizarlos cibernéticamente hablando.
La idea de la descentralización del servicio, sería una opción a estudiar, como para diversificar el uso del internet y no dejar el control total de las telecomunicaciones en un grupo familiar, y así evitar el aislamiento, total o parcial, de la conectividad.
“Si los sistemas de pago sin efectivo se basan en una red, es posible que algunas empresas contraten básicamente a dos proveedores diferentes -inalámbricos o de Internet- para que tengan una opción si la otra falla», indicó David Soberman, profesor de Marketing en la Escuela de Administración Rotman de la Universidad de Toronto.
Para concluir, queda la inquietud si este tipo de hechos se volverán a repetir con más frecuencia a futuro, sea por el mismo hecho de la situación familiar de Rogers y de su mezquindad de poder, ante una población, o por otro tipo de situaciones técnicas, y para caer en lo que expresó con preocupación el Ministro de Innovación, Francois-Philippe Champagne: “confiamos en una sola empresa para todos los servicios de telecomunicaciones”.