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ExBoina Verde lideró intento fallido para expulsar a Maduro

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Ephraim Mattos, un exSEAL de la Armada de Estados Unidos que entrenó a algunos de los posibles combatientes en primeros auxilios.

El plan era sencillo pero peligroso. Unos 300 voluntarios fuertemente armados ingresarían furtivamente a Venezuela desde el extremo norte de Sudamérica. En el camino, atacarían bases militares en el país socialista y desatarían una rebelión popular que terminaría con el arresto del presidente Nicolás Maduro.

¿Qué podía salir mal? Resultó que casi todo.

Ahora el líder de la conspiración está encarcelado en Estados Unidos por cargos de contrabando de narcóticos. Las autoridades de ese país y de Colombia están haciendo preguntas sobre el papel que desempeñó su fornido asesor estadounidense, un exBoina Verde. Y docenas de combatientes desesperados que llegaron a campos de entrenamiento secretos en Colombia dijeron que los abandonaron a su suerte en medio de la pandemia del coronavirus.

El intento fallido de iniciar un alzamiento se derrumbó bajo el peso colectivo de una planeación escasa, disputas entre políticos de oposición y una fuerza mal entrenada que tenía pocas posibilidades de vencer al Ejército venezolano.

“No vas a eliminar a Maduro con 300 hombres hambrientos y sin entrenamiento”, dijo Ephraim Mattos, un exSEAL de la Armada de Estados Unidos que entrenó a algunos de los posibles combatientes en primeros auxilios.

Esta extraña e inédita historia de un llamado a las armas que fracasó antes de despegar se basa en entrevistas con más de 30 opositores de Maduro y aspirantes a luchadores por la libertad que estuvieron involucrados directamente o familiarizados con su planeación. La mayoría habló a condición de guardar el anonimato por temor a represalias.

Cuando surgieron indicios de la conspiración el mes pasado, los medios estatales controlados por Maduro la retrataron como una invasión orquestada por la CIA, similar al fiasco de la Bahía de Cochinos de Cuba en 1961. Una investigación de The Associated Press no encontró evidencia de que el gobierno de Estados Unidos haya participado en el complot. No obstante, las entrevistas revelaron que los líderes de la oposición venezolana respaldados por Washington sabían de la fuerza encubierta, incluso si desestimaban sus posibilidades.

La planificación para la incursión comenzó después de una revuelta en un cuartel el 30 de abril de 2019 por parte de un grupo de soldados que había jurado lealtad al posible reemplazo de Maduro, Juan Guaidó, el líder opositor reconocido por Estados Unidos y unas 60 naciones más como el líder legítimo de Venezuela. Contrario a las expectativas de Washington en ese momento, algunos asesores clave de Maduro nunca se unieron a la oposición y el gobierno rápidamente aplastó el levantamiento.

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Unas semanas después, algunos soldados y políticos involucrados en la fallida rebelión se reunieron en el JW Marriot de Bogotá. El hotel era un centro de intriga entre los exiliados venezolanos. Para esa ocasión se reservaron salas de conferencias para lo que un participante dijo era la “cumbre Star Wars de bobos anti Maduro”: desertores militares acusados de tráfico de drogas, financieros de pasado turbio y exfuncionarios de Maduro deseosos de redimirse.

Entre los que intentaban promover sus intereses en el amplio vestíbulo se encontraba Jordan Goudreau, un estadounidense que recibió tres veces la Estrella de Bronce por su valentía en Irak y Afganistán, donde fue médico en las fuerzas especiales del Ejército de Estados Unidos, de acuerdo con cinco personas que se reunieron con el exsoldado.

Aquellos con quienes interactuó en Estados Unidos y Colombia dijeron alternadamente en las entrevistas que era un patriota amante de la libertad, un mercenario, un guerrero talentoso marcado por la batalla y que intentaba abarcar mucho más de lo que realmente podía hacer.

Dos excolegas de las fuerzas especiales dijeron que Goudreau siempre estaba al más alto nivel: un líder de célula con un intelecto superior para manejar fuentes, una puntería sorprendente y devoto luchador de artes marciales mixtas que todavía se cortaba el cabello al ras.

Al final de una carrera militar distinguida, Goudreau, nacido en Canadá, fue investigado en 2013 por presuntamente estafar al Ejército con 62.000 dólares en estipendios para vivienda. Goudreau dijo que la investigación fue cerrada sin que le levantaran cargos.

Tras retirarse en 2016, trabajó de contratista de seguridad privada en Puerto Rico después del huracán María. En 2018 estableció Silvercorp USA, una empresa de seguridad privada cerca de su casa en el área de las plataformas de lanzamiento espacial de Florida para insertar en las escuelas a agentes antiterroristas disfrazados de maestros. El sitio web de la empresa muestra fotos y videos de Goudreau disparando ametralladoras en combate, corriendo sin camisa hacia lo alto de una pirámide, volando en un jet privado y luciendo una mochila militar con una bandera estadounidense enrollada.

El sitio web de Silvercorp ofrece operaciones en más de 50 países, con un equipo de asesores formado por exdiplomáticos, estrategas militares experimentados y directores de corporaciones multinacionales, ninguno de ellos identificado por su nombre. Asegura haber “encabezado equipos de seguridad internacional” para el presidente de Estados Unidos.

Goudreau, de 43 años, declinó ser entrevistado. En una declaración escrita, dijo que “Silvercorp no puede revelar las identidades de su red de fuentes, activos y asesores debido a la naturaleza de nuestro trabajo”, y, de manera más general, “nunca confirmaría ni negaría ninguna actividad en ningún ámbito operativo. No debe inferirse nada de esta respuesta”.

“CONTROLAR EL CAOS”

El interés de Goudreau en Venezuela comenzó en febrero de 2019, cuando trabajó en la seguridad de un concierto en apoyo a Guaidó organizado por el multimillonario británico Richard Branson, en la frontera entre Venezuela y Colombia.

“Controlar el caos en la frontera venezolana a la que un dictador mira con aprensión”, escribió en una foto de sí mismo en el escenario del concierto publicada en su cuenta de Instagram.

“Siempre estaba persiguiendo el tiro afortunado”, dijo Drew White, un exsocio de negocios en Silvercorp, quien usó el término “Golden BB”, la jerga militar que se refiere a un disparo exitoso en un millón. White dijo que se alejó de su antiguo camarada de las fuerzas especiales el otoño pasado cuando Goudreau solicitó ayuda para recaudar dinero con el fin de financiar su iniciativa de cambio de régimen.

“Aunque quieras ser muy solidario como amigo, él no tenía la cabeza en la realidad”, dijo White. “Nada de lo que dijo tenía sentido”.

De acuerdo con White, Goudreau regresó del concierto con la intención de aprovechar el creciente interés del gobierno del presidente estadounidense Donald Trump para derrocar a Maduro.

A través de alguien que trabajaba en seguridad privada, le presentaron a Keith Schiller, el antiguo guardaespaldas de Trump. Schiller asistió a un evento para posibles donantes con el activista Lester Toledo, quien era entonces coordinador de Guaidó para la entrega de ayuda humanitaria, el cual se llevó a cabo en el University Club de Washington en marzo de 2019.

En mayo pasado, Goudreau acompañó a Schiller a una reunión en Miami con representantes de Guaidó. Hubo una discusión animada con Schiller sobre la necesidad de reforzar la seguridad para Guaidó y su creciente equipo de asesores dentro de Venezuela y en todo el mundo, según una persona al tanto de dicha reunión. Schiller creyó que Goudreau era ingenuo y estaba rebasado. Cortó todo contacto tras la reunión, dijo una persona cercana al exfuncionario de la Casa Blanca.

En Bogotá, fue Toledo quien le presentó a Goudreau a un rebelde exoficial del Ejército de Venezuela en quien el estadounidense llegaría a confiar por encima de todos los demás: Cliver Alcalá, cabecilla de los desertores militares venezolanos.

Alcalá, un general de división retirado del Ejército de su país, no parecía ser el que podría ser el héroe capaz de restaurar la democracia en su tierra natal. Estados Unidos lo sancionó en 2011 por presuntamente suministrar misiles tierra-aire a las guerrillas de las FARC en Colombia a cambio de cocaína. Y el mes pasado, fiscales estadounidenses acusaron a Alcalá —y también a Maduro— de ser uno de los arquitectos de una conspiración narcoterrorista que presuntamente enviaba 250 toneladas de cocaína a Estados Unidos cada año.

Ahora Alcalá está bajo custodia federal en Nueva York a la espera de un juicio. Pero antes de entregarse en Colombia, donde vivía desde 2018, había surgido como un enérgico oponente de Maduro, sin temor a exhortar al uso de la fuerza militar.

A lo largo de dos días de reuniones con Goudreau y Toledo en el JW Marriott, Alcalá explicó cómo había seleccionado a 300 combatientes de entre la multitud de soldados de bajo rango que abandonaron a Maduro y huyeron a Colombia en los primeros días del levantamiento de Guaidó, dijeron tres personas que participaron en la reunión e insistieron en el anonimato para hablar de las delicadas conversaciones.

Alcalá dijo que varias docenas de hombres ya vivían en tres campos que mantenía en la península semidesértica de La Guajira, que Colombia comparte con Venezuela, y en los alrededores, dijeron los tres. Entre los combatientes en los campos estaba un guardia nacional exiliado acusado de participar en un ataque con drones contra Maduro en 2018.

Goudreau le dijo a Alcalá que su compañía podía preparar a los hombres para el combate, de acuerdo con tres fuentes. Las dos partes hablaron de armas y equipo para el ejército de voluntarios, y Goudreau calculó un presupuesto de alrededor de un millón y medio de dólares para una operación relámpago.

Goudreau les dijo a los participantes en la reunión que tenía contactos de alto nivel en el gobierno de Trump que podrían ayudar en el intento, aunque ofreció pocos detalles, dijeron las tres personas. Con el tiempo, muchas de las personas involucradas en el plan para derrocar a Maduro llegarían a dudar de su palabra.

Desde el principio, el audaz plan dividió a una coalición opositora que ya estaba agudamente dividida por los egos y la estrategia. Existía la preocupación de que no se podía confiar en Alcalá, con su turbio pasado y vínculos con el régimen a través de un hermano que era el embajador de Maduro en Irán. A otros les preocupaba actuar a espaldas de sus aliados colombianos y del gobierno de los Estados Unidos.

Pero Goudreau no compartía las preocupaciones sobre Alcalá, según dos personas cercanas al exsoldado estadounidense. Con el tiempo, llegaría a compartir la desconfianza de Alcalá en la oposición, cuyo discurso sobre restaurar la democracia contrastaba con lo él consideraba una corrupción enconada y tratos a puertas cerradas con el régimen, dijeron.

Más importante para Goudreau, Alcalá conservaba influencia en las fuerzas armadas de la que carecían los opositores a Maduro, la mayoría civiles de la élite. También conocía el terreno, ya que fue el máximo comandante en la frontera.

“Necesitábamos alguien que conociera el monstruo desde adentro”, recuerda un exoficial exiliado que se unió al complot.

Los enviados de Guaidó, incluido Toledo, cortaron el contacto con Goudreau después de la reunión de Bogotá porque creían que era una misión suicida, de acuerdo con tres personas cercanas al líder opositor.

Sin desanimarse, Goudreau regresó a Colombia con cuatro socios, todos veteranos estadounidenses de combate, y comenzó a trabajar directamente con Alcalá.

Alcalá y Goudreau revelaron poco sobre sus planes militares cuando recorrieron los campos. Los dos hombres les dijeron a algunos de los combatientes en formación que el dispar ejército cruzaría la frontera en un convoy fuertemente armado y avanzaría contundentemente hasta Caracas en 96 horas, según múltiples soldados en los campos. Goudreau les dijo a los voluntarios que, una vez desafiados en combate, los militares de Maduro, privados de alimentos y desmoralizados, se desplomarían como fichas de dominó, dijeron varios de los soldados.

SIN POSIBILIDAD DE ÉXITO

Muchos consideraron que el plan era temerario y parece que no hubo ningún intento serio de buscar el apoyo militar de Estados Unidos.

“No había posibilidad de que tuvieran éxito sin intervención directa del ejército de Estados Unidos”, dijo Mattos, el exSEAL de la Armada que durante dos semanas en septiembre entrenó a los voluntarios en medicina táctica básica en nombre de Stronghold Rescue & Relief, su organización sin fines de lucro que trabaja en zonas de combate.

Mattos visitó los campos después de enterarse de ellos por un amigo que trabajaba en Colombia. Indicó que nunca conoció a Goudreau.

Mattos dijo que le sorprendieron las condiciones llenas de carencias. No había agua corriente y los hombres dormían en el suelo, se saltaban comidas y entrenaban con palos de escoba en lugar de fusiles de asalto. Cinco perros pastores belgas entrenados para olfatear explosivos estaban tan mal alimentados como sus entrenadores y tuvieron que ser regalados.

Mattos dijo que no le dio buena impresión cuando los hombres recordaron que Goudreau se había jactado de haber protegido a Trump y les dijo que preparaba un cargamento de armas y apoyo aéreo para un eventual asalto al complejo de Maduro.

Los voluntarios también compartieron con Mattos un documento de tres páginas que enlistaba los suministros necesarios para una operación de tres semanas, y que él proporcionó a la AP. Los artículos incluían 320 fusiles de asalto M4, un lanzacohetes antitanque, botes Zodiac, un millón de dólares en efectivo y gafas de visión nocturna de última generación. Los metadatos del documento indican que fue creado por Goudreau el 16 de junio.

“Desafortunadamente, hay muchos vaqueros en este negocio que tratan de vender sus credenciales militares a cambio de un gran pago”, dijo Mattos.

La AP no encontró indicios de que funcionarios de Estados Unidos patrocinaran las acciones de Goudreau, ni de que Trump haya autorizado operaciones encubiertas contra Maduro, algo que requiere notificarle al Congreso.

Pero las autoridades colombianas estaban al tanto de sus movimientos, al igual que políticos prominentes de la oposición en Venezuela y exilados en Bogotá, algunos de los cuales compartieron sus hallazgos con funcionarios de Estados Unidos, según dos personas al tanto de las conversaciones.

Fiel a su reputación de impredecible y egocéntrico, Alcalá publicitó abiertamente sus planes para una incursión en una reunión de junio con la Dirección Nacional de Inteligencia de Colombia, y solicitó su apoyo, dijo un exfuncionario colombiano familiarizado con la conversación. También se jactó de su relación con Goudreau y dijo que era un exagente de la CIA.

Cuando los colombianos consultaron con sus homólogos de la CIA en Bogotá, les informaron que el exBoina Verde nunca fue un agente. Los anfitriones le dijeron entonces a Alcalá que dejara de hablar sobre una invasión o enfrentaría la expulsión, dijo el exfuncionario colombiano.

No está claro dónde obtuvieron su financiamiento Alcalá y Goudreau, y sea cual sea el monto del dinero recaudado para la iniciativa, parece que fue muy poco. Una persona que supuestamente prometió apoyo fue Roen Kraft, un descendiente excéntrico de la familia productora de queso que, junto con Schiller, el antiguo guardaespaldas de Trump, estaba entre los que se reunieron con los enviados de la oposición en Miami y Washington.

En un momento dado, Kraft comenzó a recaudar dinero entre su propio círculo de amigos de fondos fiduciarios para lo que dijo sería un “golpe privado” que sería llevado a cabo por Silvercorp, según dos hombres de negocios a quienes les solicitó dinero.

Kraft presuntamente atrajo a posibles donantes con la promesa de acceso preferente para negociar acuerdos en los sectores de la energía y la minería con un eventual gobierno de Guaidó, dijo uno de los empresarios. Él le proporcionó a la AP un borrador de memorando de dos páginas sin firmar por un compromiso para una cifra de seis dígitos que, según dijo, fue enviado por Kraft en octubre y donde se representa a sí mismo como el “contratista principal” de Venezuela.

Pero nunca estuvo claro si Kraft realmente tenía una posición de ventaja con los venezolanos.

En una entrevista con la AP, Kraft reconoció haberse reunido con Goudreau tres veces el año pasado. Pero dijo que ambos nunca hicieron ningún negocio juntos y sólo hablaron sobre la entrega de ayuda humanitaria a Venezuela. Indicó que Goudreau cortó todas las comunicaciones con él el 14 de octubre, cuando parecía que tenía la intención de llevar a cabo la acción militar.

“Nunca le di ningún dinero”, dijo Kraft.

«Sabia Todo»

Mientras tanto, en Colombia más reclutas arribaban a los tres campamentos a pesar de que el dinero prometido no llegaba.

Goudreau intentó poner algo de orden. Se proporcionaron uniformes, se intensificaron las rutinas de ejercicio diario y Silvercorp instruyó a los aspirantes en el combate cuerpo a cuerpo.

Goudreau es “más patriota que los mismos venezolanos”, dijo Hernán Alemán, un legislador del estado occidental de Zulia y uno de los pocos políticos que apoyó abiertamente la misión clandestina.

Alemán dijo en una entrevista que ni Estados Unidos ni el gobierno colombiano estuvieron involucrados en el complot para derrocar a Maduro. Dijo que trató de hablar varias veces con Guaidó sobre el plan, pero indicó que el líder opositor mostró poco interés.

“Muchos sabían de nosotros, pero no nos apoyaban” dijo. “Tenían demasiado miedo”.

El complot se desmoronó rápidamente a principios de marzo cuando uno de los combatientes voluntarios fue arrestado después de cruzar la frontera hacia Venezuela desde Colombia.

Poco después, la policía colombiana detuvo un camión que transportaba un cargamento de armas nuevas y equipo táctico con valor de unos 150.000 dólares, el cual incluía mirillas telescópicas, gafas de visión nocturna, radios de dos vías y 26 fusiles de asalto de fabricación estadounidense con los números de serie borrados. Quince cascos color marrón fueron fabricados por High-End Defense Solutions, un proveedor de equipo militar con sede en Miami propiedad de una familia de inmigrantes venezolanos.

High-End Defense Solutions es la misma compañía que Goudreau visitó en noviembre y diciembre, supuestamente para obtener armas, según dos exsoldados venezolanos que aseguran haber ayudado al estadounidense a seleccionar el equipo, pero que después tuvieron un amargo distanciamiento de él entre acusaciones de que eran espías de Maduro.

El dueño de la compañía, Mark Von Reitzenstein, no respondió a las múltiples solicitudes por correo electrónico y teléfono para que diera sus comentarios.

Alcalá dijo ser el propietario de las armas poco antes de rendirse para enfrentar los cargos de tráfico de drogas, y dijo que pertenecían al “pueblo venezolano”. También arremetió contra Guaidó, acusándolo de traicionar un contrato firmado entre sus “consejeros estadounidenses” y J.J. Rendón, un estratega político en Miami designado por Guaidó para ayudar a obligar a Maduro a dejar el poder.

“Teníamos todo preparado”, lamentó Alcalá en un video publicado en las redes sociales, “pero circunstancias que se han venido dando a lo largo de la lucha contra el régimen generaron filtraciones desde el seno de la oposición, aquella oposición que quiere seguir conviviendo con el gobierno de Maduro”.

A través de un portavoz, Guaidó respaldó los comentarios que dio a los medios colombianos de que nunca firmó ningún contrato del tipo descrito por Alcalá, a quien dijo no conocer. Rendón indicó que su trabajo para Guaidó es confidencial y que se le exigiría negar cualquier contrato, exista o no.

Mientras tanto, Alcalá no ha entregado pruebas y el presunto contrato aún no sale a la luz, aunque la AP le solicitó repetidamente una copia a Goudreau.

Tras el arresto de Alcalá, la supuesta insurrección parece haberse desbandado. Mientras el coronavirus se propaga, varios de los combatientes restantes han huido de los campos y se han dispersado por todo Colombia, reconectándose con sus seres queridos y tratando de dilucidar cuáles serán sus próximos pasos. La mayoría de ellos están en bancarrota, enfrentan una investigación de la policía colombiana y se sienten frustrados con Goudreau, a quien culpan de haberlos guiado en la dirección equivocada.

Mientras tanto, el liderazgo socialista en Caracas no hizo sino regodearse.

Diosdado Cabello, la segunda persona más poderosa en el país y el operador tras bambalinas de la vasta red de inteligencia venezolana, insistió que el gobierno se había infiltrado en el complot desde hacía meses.

“Sabíamos todo”, dijo Cabello. “Algunas reuniones las hicieron porque nosotros dimos la logística. Ven cómo estaban de infiltrados”.

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