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En México, un artista indígena triqui abraza sus raíces a través del rap contemporáneo.

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En México, un artista indígena triqui abraza sus raíces a través del rap contemporáneo.
En México, un artista indígena triqui abraza sus raíces a través del rap contemporáneo.

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Entre bastidores de una celebración de los pueblos indígenas en la enorme plaza central de la Ciudad de México, Carlos CGH trazó con los dedos un “gabán” negro y rojo, similar a un poncho.

La prenda, originaria del pueblo triqui del oeste de Oaxaca, es motivo de orgullo para la rapera de 24 años y está reservada para ocasiones especiales. Su superficie texturizada estaba decorada con intrincados patrones de bordado de hojas de maíz multicolores

Mientras el rapero, cuyo nombre completo es Carlos Guadalupe Hernández, se preparaba para su actuación, el muralista oaxaqueño Alberto Sebastián Bautista Figueroa pensó en algunos detalles. Elaboró ​​un dibujo con la palabra “RAICES” en trazos sinuosos para un mural que planeaba crear durante la actuación.

“Siempre estamos orgullosos”, dijo más tarde Guadalupe en el escenario, luciendo el gabán. “Esto va para todos los artesanos que están aquí, la gente no conoce toda la historia y toda la resistencia detrás de una prenda”.

Estos detalles son parte importante de su identidad como músico, pues representan sus orígenes como descendiente de la nación triqui. Sus versos reflejan su cultura y su objetivo es conservar su lengua materna, el triqui, a través del rap contemporáneo.

El triqui es una de las muchas lenguas mixtecas que se hablan en Oaxaca y tiene cuatro variantes. Una variante, el xnánj nu’ a, es propia de San Juan Copala, la ciudad natal de Guadalupe.

“A mis hermanos triquis, trabajadores agrícolas, estudiantes, médicos y todas las mujeres”, rapeó Guadalupe en español. “Luchamos todos los días por un futuro mejor”. Levantó una camiseta que decía “¡La nación triqui resiste!” mientras su DJ tocaba una serie de instrumentos de trap.

El pueblo indígena triqui, compuesto por unas 20.000 personas, ha enfrentado conflictos políticos y sociales durante más de 80 años. La zona también se ha convertido en un foco de tráfico de armas, tráfico de drogas y tala ilegal.

Las crecientes disputas internas por el control territorial, incluidos decenas de asesinatos, han provocado el desplazamiento forzado de muchos miembros de la comunidad.

Muchos triquis se han mudado a la Ciudad de México, pero insisten en regresar a sus hogares. Guadalupe es originario del municipio de Santiago Juxtlahuaca, del que muchos triquis se vieron obligados a salir. A los 6 años se mudó a otra ciudad oaxaqueña, Huajuapan de León, a unas dos horas de distancia.

Comenzó en la música a los 12 años como percusionista en una banda local, rodeado de artistas oaxaqueños-mixtecos que admiraba. Comenzó a rapear en 2013, inspirado por la escena local. “Fue como amor a primera vista”, recordó después de ver a los letristas locales actuar.

Él ve el rap como una forma de conservar su lengua materna.

“Es una lengua que está en riesgo de desaparecer. Los padres y abuelos ya no se la enseñan a sus hijos”, dijo. “Aprendimos que a través del rap podemos hacer canciones que interesen a las nuevas generaciones para que vuelvan a hablarla (el triqui)”.

En Oaxaca, la variedad del rap es abundante. Para conmemorar el 50 aniversario del nacimiento del hip-hop , el Archivo Sonoro de Oaxaca, un proyecto independiente para mostrar la diversidad musical del estado, creó a principios de este año un mapa “sónico” de los raperos más influyentes de la región. Carlos CGH estaba entre ellos.

Con cerca de una docena de lenguas indígenas, Oaxaca ha fomentado una escena cultural diversa. Entre los compañeros de Guadalupe hay raperos que se enorgullecen de rapear en mixteco, zapoteco, cuicateco y otros idiomas.

Pero la escena ha sufrido por la violencia en Oaxaca. El mes pasado, Rosty Bazendu, una apasionada letrista en lengua zapoteca, fue asesinada.

“Cuando uno busca información sobre la comunidad triqui en Internet, aparecen muchas cosas sobre algunos de los problemas que tenemos”, dijo Guadalupe. “Aquí en la Ciudad de México, vengo a hablar de lo que hay dentro de mi comunidad: las celebraciones, la artesanía, los niños, todas las personas que han destacado”.

En el escenario, la visión de Guadalupe sobre la cultura triqui cobra vida.

“¿Dónde está mi gente de la nación triqui?”, gritó. Una familia que estaba en la primera fila levantó las manos.

Su última canción, dedicada al pueblo de Santiago Juxtlahuaca, abrió con arreglos lúdicos de música de banda tradicional oaxaqueña.

La multitud aplaudió el “Baile del Diablo”, una danza tradicional de la costa oaxaqueña. El muralista Bautista cambió sus latas de pintura en aerosol por el atuendo tradicional del diablo, luciendo una máscara de madera hecha a mano y pisando fuerte por el escenario.

A lo largo de la canción, Guadalupe entretejió fluidamente versos en español con rimas triquis.

“Nunca olvidaré mi cultura, mi tradición y mi lengua”, dijo con orgullo al final.

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