Ciudad del Vaticano, 10 feb (EFE).- El papa inauguró hoy la Cuaresma con los ritos del Miércoles de Ceniza y, además, envió a cientos de sacerdotes a todos los rincones del mundo para absolver los pecados de los fieles, incluso los considerados más graves por la iglesia católica como el aborto.
La basílica de San Pedro acogió hoy la misa del Miércoles de Ceniza, que tradicionalmente se ha celebrado en el monte del Aventino, y durante esta ceremonia, el papa otorgó el mandato a estos sacerdotes para viajar por las diócesis de todo el mundo.
Se trata de los «misioneros de la misericordia» y constituyen una de las principales novedades del Año Santo Extraordinario en curso: más de mil sacerdotes que serán enviados a todos los rincones del mundo para confesar y absolver los pecados de los fieles.
Hoy acudieron a la misa alrededor de setecientos, según informó la Santa Sede, y a ellos se dirigió el pontífice durante su homilía, en la que les recomendó ayudar a los fieles «a abrir las puertas del corazón, superar la vergüenza y no huir de la luz».
«Que vuestras manos bendigan y estimulen con paternidad a los hermanos y a las hermanas, que a través de vosotros la mirada y las manos del Padre se posen sobre sus hijos y sanen sus heridas», dijo.
El pontífice les concedió la facultad de absolver los pecados, incluidos los reservados a la Sede Apostólica, es decir aquellos que sólo puede perdonar el papa o los organismos designados por la Santa Sede.
Estos son los que implican la excomunión «latae sententiae» (automática) y son «apostasía, herejía, cisma, profanación de la Eucaristía; atentado o violencia física contra el papa o la ordenación de obispos».
Los misioneros también podrán absolver el pecado del aborto, algo que hasta ahora sólo podían hacer el papa y los obispos, y su misión durará hasta que concluya este periodo jubilar, el próximo 20 de noviembre.
Por otro lado el pontífice inauguró hoy la Cuaresma, el periodo en que los católicos se preparan espiritualmente para la Pascua y en el que recomendó seguir «tres medicinas que curan el pecado»: la oración, la caridad y el ayuno.
Durante la ceremonia se bendijeron las cenizas y fueron impuestas en primer lugar en la cabeza del propio papa que, acto seguido, las aplicó en la frente de los miembros del clero y de los fieles que desfilaron frente a él, en el altar papal de la basílica.
En su homilía el pontífice abordó «el misterio del pecado» ya que, según afirmó, «nos hemos alejado de Dios, de los otros y de nosotros mismos».
«No es difícil darse cuenta: (…) cómo es arduo amar a los otros, en vez de pensar mal de ellos; cómo nos cuesta hacer el bien, mientras somos tentados y seducidos por tantas realidades materiales, que desaparecen y después nos dejan pobres», dijo.
Francisco manifestó su deseo de que la Cuaresma sea un tiempo de «benéfica poda» de «la falsedad, la mundanidad y la indiferencia».
«Que la Cuaresma sea un tiempo de benéfica poda de la falsedad, la mundanidad y la indiferencia, para no pensar que ‘todo va bien si a mi me va bien'», señaló el pontífice en la eucaristía del Miércoles de Ceniza celebrada en la basílica de San Pedro.
«Que la Cuaresma sirva) para comprender que lo que cuenta no es la aprobación, la búsqueda del éxito o del consenso, sino la limpieza del corazón y de la vida. Para hallar la identidad cristiana o ‘el amor que sirve, no el egoísmo que nos sirve», añadió.
A los pies del altar papal, desde donde Jorge Bergoglio ofició la misa, estuvieron presentes los restos del Padre Pío de Pietrelcina y de San Leopoldo Mandic, dos santos capuchinos muy venerados en Italia y que han sido expuestos en el Vaticano como parte de las actividades del Jubileo.
Tras la misa, las urnas de cristal que contienen los restos del Padre Pío y de San Leopoldo fueron llevados en procesión por la nave central de la basílica para ofrecer a los fieles la posibilidad de verlos de cerca.
Mañana será el día en el que las reliquias emprendan el viaje de vuelta a los lugares en los que tradicionalmente reposan y, para ello, serán despedidos del Vaticano con una ceremonia.