Los bancos de desarrollo de Latinoamérica han pasado en la última década de ser un lastre para las cuentas de los Gobiernos de la región a convertirse en instituciones solventes y con futuro en áreas clave como la lucha contra el cambio climático, aseguró hoy el BID.
En un estudio que abarca 56 bancos públicos en 22 países, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) concluye que esas instituciones tienen un papel clave en la actividad crediticia del continente, aunque advierte de la necesidad de fortalecerlos para evitar que pierdan peso, como ya ha ocurrido en México o Brasil.
Vistos hasta finales de los años 90 como fuente de «pérdidas fiscales» para los Gobiernos, las entidades como el Banco Nacional de Desenvolvimento Económico e Social (BNDES) de Brasil y la Nacional Financiera de México han experimentado un «resurgimiento», según el estudio, que analiza la década entre 2000 y 2010.
«Los bancos públicos han dejado de ser un lastre en las cuentas fiscales en varios de los países de la región», aseguró el autor principal del estudio, Fernando de Olloqui.
Hoy, cuentan con una solidez financiera «inédita» y proporcionan, en su conjunto, más de 700.000 millones de dólares en préstamos al año; y en 2011, el total de activos de ese tipo de bancos superó los 1,4 billones, lo que equivale a casi un 25 % del PIB de la región, apunta el informe.
En parte gracias al BNDES, Brasil es el país con mayor participación relativa de los bancos de desarrollo en los créditos totales del sistema financiero, con más de un 20 %; seguido de México, Chile y Ecuador, que superan el 15 %, y Colombia, que roza el 10 %.
Los de menor peso relativo son, por este orden, El Salvador, Bolivia, Perú y Nicaragua, que no llegan al 5 %, según el documento.
Las pautas cambian cuando se analiza el crecimiento de esas instituciones: el país donde la banca pública ha crecido más entre 2000 y 2010 es Chile, donde ha aumentado un 3,7 %, seguido de Colombia y Argentina, con un alza de un 1 % en ambos casos.
En cambio, en México disminuyó un 14,7 %, mientras que en Brasil cayó un 9,7%, según el informe. También decreció en Perú, un 4,6 %, y en El Salvador, un 2 %.
El estudio advierte que siguen existiendo bancos públicos en la región «con problemas estructurales importantes, generalmente atribuibles a una falta de claridad en su mandato y a sus sistemas de gobierno corporativo, que no permiten tomar decisiones en beneficio exclusivo» de la propia institución.
Los bancos más débiles son, en su mayoría «aquellos ligados a la especialización sectorial, particularmente en el sector agrícola y en menor grado el de vivienda», y también los apoyados en Gobiernos con «menor grado de fortaleza institucional».
En la región hay además un «uso generalizado» de programas de garantía de crédito, pero son «limitadas» las evaluaciones de impacto rigurosas.
El BID observa también que, en la mayoría de los países, los bancos están lastrados por «elevados costos de transacción» y de supervisión de los contratos financieros, para lo que recomienda implementar «tecnologías financieras especializadas».
En general, considera que las instituciones deben «continuar sus esfuerzos de fortalecimiento institucional, particularmente en el área de gobierno corporativo, y demostrar su impacto en el desarrollo», con el fin de movilizar recursos del sector privado.
Esas medidas pueden llevar a los bancos de desarrollo a «una inmejorable posición para consolidar su relevancia en la próxima década, particularmente para los desafíos más complejos, como es el cambio climático», según De Olloqui.
Hasta ahora, los recursos que fluyen en estos bancos para actividades de mitigación del cambio climático son insuficientes, por lo que es «esencial» que accedan a recursos privados de capital o deuda «para alcanzar impactos amplios, transfromacionales y de largo plazo en todas las economías», concluye el documento.
Lucía Leal/Washington, 18 jun (EFE).-