Uno de cada tres argentinos vive bajo la línea de pobreza (32 por ciento de la población), y la mayoría de ellos comen solo una vez al día.
La cifra, aterradora para un país que a mediados del siglo pasado era considerado el granero del mundo, y una de las economías más pujantes, se dio a conocer a través de un informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (Indec), que además añadió que en cuanto a la inflación, en América Latina, solo es superada por Venezuela. 2018 cerró con 47,6 por ciento, el registro más alto en el nivel de variación de precios desde 1991.
El panorama no es alentador. La Pontificia Universidad Católica de Argentina informó que,al cierre del 2018, al menos 3,4 millones de personas sufrían de inseguridad alimentaria.
Uno de cada tres argentinos vive bajo la línea de pobreza (32 por ciento de la población), y la mayoría de ellos comen solo una vez al día.
La cifra, aterradora para un país que a mediados del siglo pasado era considerado el granero del mundo, y una de las economías más pujantes, se dio a conocer a través de un informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (Indec), que además añadió que en cuanto a la inflación, en América Latina, solo es superada por Venezuela. 2018 cerró con 47,6 por ciento, el registro más alto en el nivel de variación de precios desde 1991.
El panorama no es alentador. La Pontificia Universidad Católica de Argentina informó que,al cierre del 2018, al menos 3,4 millones de personas sufrían de inseguridad alimentaria.
Los analistas coinciden en el diagnóstico: la crisis es resultado del déficit fiscal, un sobreendeudamiento y una política monetaria impuesta desde los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y su esposa, Cristina Fernández (2008- 2015), y que el actual presidente no ha logrado resolver.
Hay otro punto de coincidencia: aunque los sindicatos y la gente culpan a Macri en las recientes protestas, la actual crisis es “heredada”. Según la directora de la consultora EcoGo, Marina Dal Poggetto, Argentina ha sido “históricamente un país en crisis”.
El primer episodio de recesión fue en 1975, antes del golpe militar, y la economía se mantuvo inestable hasta los 90, cuando presentó una recuperación. Sin embargo, el endeudamiento perduró y detonó en diciembre de 2001 con el llamado ‘cacerolazo’, una revuelta popular motivada por el sobreendeudamiento, la falta de liquidez y la fuga de capitales.
Fue entonces cuando entró en juego el Fondo Monetario Internacional (FMI), que, a juicio de algunos analistas, en vez de mitigar el déficit, terminó por aumentar la deuda externa.
Para Dal Poggetto, esta inestabilidad explica la desconfianza de los argentinos hacia su moneda nacional, que ha sufrido una devaluación constante los últimos 40 años y terminó por posicionar al dólar como la mejor alternativa para las finanzas locales.
Pero, aun con una tasa de dolarización del 70 por ciento (una de las más altas de la región), el país no produce lo suficiente en dólares para sostener lo que consume. Ante el estancamiento, distintos gobiernos han recurrido a la impresión de billetes para tratar de evitar un ahogo económico.
Para Ramiro Castiñeira, economista de la consultora Econométrica, “esta es la esencia de la inflación en Argentina, emitir para financiar el Estado”.