La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró 22 de abril como Día Internacional del Planeta Tierra.
El lunes 22 de abril se cumplieron 43 años de la primera movilización por esta causa en los Estados Unidos.
Habría sido un día propicio para detener la marcha enloquecida de los cuasi-robots en que nos hemos convertido y reconocer que los recursos de que disponemos, por primera vez en la historia de la humanidad, tienden a agotarse. Nunca antes como ahora se había sentido tan cercano el fenómeno de la escasez como una amenaza directa a la supervivencia de nuestra especie. Era tal la sobre-abundancia con que la tierra nos bendecía, que nos dábamos el lujo de desperdiciar recursos acuíferos, minerales, frutales y vegetales en cantidades vergonzosas. Pero va a llegar un momento en que el desperdicio se castigue con la pena de muerte. Y ese momento está más próximo de lo que nos alcanzamos a imaginar.
Y mientras que los ambientalistas buscan desesperadamente un oído sensato que escuche sus clamores en diversos frentes de nuestro creciente menoscabo, otros fenómenos sociales de preocupante magnitud empiezan a hacer sentir sus efectos en todo el planeta.
Por un lado, el inconformismo convertido en bandera de una nueva Resistencia. Un grupo que intuye que todo anda mal pero que no tiene el menor interés en asumir la responsabilidad de corregir errores o enmendar los malos pasos ajenos. Un grupo que sencillamente exclama su insatisfacción, señala lo que está mal y denuncia las trapacerías, los crímenes y las trampas que se tejen en diversos círculos sociales, políticos, económicos y diplomáticos de nuestro congestionado planeta.
Y por otro lado, la Intolerancia y el Fanatismo, cual nefastos gemelos, se ciernen sobre aquellas geografías que han sido victimizadas por décadas -e incluso siglos- de falta de honestidad y claridad gubernamental. Castas milenarias que ejercían un poder casi omnímodo sentaron las bases para las reacciones extremas de brutalidad y terrorismo internacional como las que se apoderaron de los Titulares de la prensa en Boston, Massachusetts. Pero detrás de cada titular hay millares de sucesos similares que van extrayendo impunemente la sangre inocente de seres reales y que nunca ven la luz pública pues no resultan del interés de algún caza-noticias.
Resulta de vital importancia hacer conciencia de nuestro SER GLOBAL, de nuestra responsabilidad compartida con millones de seres humanos a quienes nunca conoceremos y cuyas vidas y costumbres quizás ni siquiera podamos llegar a comprender a cabalidad. Necesitamos crear nuevos puentes de entendimiento inter-racial, inter-cultural e inter-religioso.
La Humanidad no puede continuar librando batallas basadas en la incomprensión y el distanciamiento. Por el contrario, necesitamos iniciar diálogos basados en una seria vocación de entendimiento y el propósito común de lograr la Supervivencia de nuestra especie. Ojalá los políticos de todos los continentes lograran hacer a un lado sus muy personales y egoístas querellas de poder y concentraran sus esfuerzos en la defensa Universal de nuestro Planeta.
