Enfermos o preocupados, cientos de venezolanos siguieron de cerca este lunes la exhumación de José Gregorio Hernández, un laico que se convertirá en beato de la Iglesia católica y al que sus compatriotas le piden los «milagros» que son cada vez más escasos en el país: alimentación y salud.
La exhumación se celebró justo el día del 156 aniversario del nacimiento del todavía venerable, una doble celebración que transcurrió en privado, en el centro de Caracas, para evitar los contagios por covid-19, sin poder evitar que la feligresía se apretujara a las afueras de la iglesia de Nuestra Señora de La Candelaria con tanta fe como necesidades.
Un médico para el dolor
«Vengo aquí a pedirle al doctor José Gregorio Hernández por mi salud, porque tengo seis hernias en la columna, me siento muy mal, muy dolorida, por mis hijos, toda mi familia», dice Hilda Moreno, de 71 años, a las afueras del templo en el que el «médico de los pobres» lleva enterrado desde 1975 tras una primera exhumación.
La caraqueña, que dice estar «sobreviviendo» en medio de la crisis económica nacional, requiere medicamentos para sus dolencias pero un solo calmante, explica, cuesta mucho más de lo que devenga como pensionista y por eso toma infusiones que ella misma se prepara.
Como confesa devota del médico, espera estar viva para presenciar su beatificación, ya aprobada por el papa Francisco y que se prevé ocurra después de la Semana Santa de 2021.
«Vine pidiéndole a él que me dé fuerza de voluntad porque me duelen mucho las piernas y la cadera», añadió la septuagenaria para la que lo más difícil de la vida en Venezuela es «la alimentación y la salud».
Un requisito de el Vaticano
Bajo la supervisión del cardenal venezolano Baltazar Porras, fueron exhumados los restos del «médico de los pobres» de su tumba en la céntrica iglesia a donde llegaron en 1975, tras una primera exhumación del Cementerio General Sur, también en Caracas, donde fue enterrado inicialmente hace 101 años.
La exhumación, dijo Porras, es, además de un requisito del Vaticano para la verificación de la identidad, un proceso que terminará el sábado y que acabará con la distribución de fragmentos de huesos, consideradas reliquias de primer nivel, a cada diócesis y arquidiócesis del país y otras a Roma.
El ritual, difundido en medios de comunicación y redes sociales, acaparó la atención del país y generó comentarios tanto del mandatario venezolano, Nicolás Maduro, como del líder opositor Juan Guaidó, ambos resaltando la «humildad» y la «vocación de servicio» del futuro beato.
El milagro de una cirugía
Recostado en una esquina cercana la iglesia, Antonio Montilla espera que una intercesión del futuro beato le otorgue un milagro terrenal: una operación en la próstata que debió hacerse hace cinco años y que no ha podido conseguir en el deteriorado sistema de salud público venezolano ni costearla en el privado.
«Le estoy pidiendo mucho a ‘san Gregorio’, que me ayude para ver si me opera, porque tengo cinco años (…) y los médicos no me quieren operar», dice el hombre de 64 años que tampoco puede costear sus medicamentos con la pensión de «miseria» que otorga el Gobierno, de menos de un dólar mensual.
Antonio es natural de Trujillo (oeste), el mismo estado andino en el que nació José Gregorio y donde se ubica su santuario, porque aunque el médico apenas va camino a la beatificación es adorado como santo desde hace décadas por la mayoría de la población de Venezuela, más allá de la fe que profesen, y sus naciones vecinas.
Una de esas creyentes foráneas es Consuelo Vega, una colombiana de 68 años que hoy le agradece varios «milagros» a Hernández, el hombre cuya imagen, asegura, está presente «en todas las casas» de Colombia.
José Gregorio fue un «fiel laico para la gloria de Dios y bien de la Iglesia y la patria venezolana», expresó el cardenal al principio de una ceremonia que estuvo cargada de cánticos y a la que solo pudieron entrar un grupo de médicos, religiosos y representantes diplomáticos.
Camino a la beatificación
Hernández, que murió atropellado en Caracas hace 101 años, se ganó su halo de santidad por su labor en pro de los más desfavorecidos y sus reivindicaciones para reclamar más atención de los Gobiernos hacia las regiones del interior de Venezuela.
Además de fervoroso creyente religioso, demostró con una amplia formación académica su respeto por la ciencia e introdujo técnicas en el país, luego de sus estudios en Europa, que ayudaron a curar enfermedades, especialmente entre los más pobres, que abundaban en la Venezuela rural de principios del siglo XX.
Durante el acto, el nuncio Aldo Giordano rindió honores al sepulcro y celebró que, desde que llegó a Venezuela, ha podido «ver el gran amor del pueblo (…) en todos los rincones con el doctor José Gregorio Hernández».
«Quiero, en nombre del pueblo de Venezuela y de los pueblos del mundo, aquí representados por sus embajadores, agradecer al papa Francisco por el gran regalo de la beatificación de nuestro doctor de los pobres», concluyó.