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Desde 2005 la calle no le ha ganado el pulso al poder en América Latina

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Un grupo de manifestantes protesta el 1 de julio de 2013, exigiendo mayor inversión pública en educación y salud, en Brasilia (Brasil). EFE/Archivo
Un grupo de manifestantes protesta el 1 de julio de 2013, exigiendo mayor inversión pública en educación y salud, en Brasilia (Brasil). EFE/Archivo

Los Gobiernos latinoamericanos parecen haber aprendido la lección de lo ocurrido entre 1999 y 2005 en países como Paraguay, Argentina, Bolivia y Ecuador, cuando la calle le ganó el pulso al poder.

Mucho antes que la «primavera árabe» y los movimientos de «indignados» en Europa y EE.UU., hubo el «marzo paraguayo», como se conocieron las protestas que condujeron en 1999 a la salida de Raúl Cubas de la presidencia de Paraguay.
En 2001, el presidente argentino, Fernando de la Rúa, tuvo también que dejar el cargo, presionado por los «cacerolazos» y las manifestaciones contra su Gobierno, pero sobre todo por su incapacidad para revertir una profunda crisis económica.
La dimisión del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada en Bolivia y la destitución de Lucio Gutiérrez en Ecuador, en 2003 y 2005, respectivamente, también estuvieron precedidas de manifestaciones populares, en las que curiosamente participaron activamente los hoy mandatarios de esos países, Evo Morales y Rafael Correa.
Desde entonces ha habido infinidad de protestas en América Latina, pero no han caído Gobiernos por ese motivo.
Según el analista argentino Rosendo Fraga, que dirige el portal socio-político Nueva Mayoría, el control de la calle es un factor cada vez más determinante de la estabilidad de los gobiernos.
Y las redes sociales, como quedó en evidencia en la «primavera árabe» y la caída del Gobierno de Egipto, son una herramienta utilísima para los que quieren dominar el asfalto.
A punto de cumplirse dos meses de protestas y barricadas callejeras contra su Gobierno, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se apresta hoy a celebrar la primera reunión del diálogo con la oposición propiciado por una misión de cancilleres suramericanos.
Maduro ha manifestado su confianza en que se inicie un proceso de diálogo «en paz, respetuoso, de coexistencia pacífica de los dos modelos que hay en Venezuela».
El tono de sus declaraciones dista mucho del de hace solo unos días, cuando acusó a EE.UU. de instigar las protestas en su país como hizo en Ucrania para «derrocar al gobierno democrático» de Viktor Yanukovich y aseguró al diario británico The Guardian que en Venezuela no hay en curso ninguna «primavera árabe», pues la «primavera» llegó con la «revolución» que encabezó Hugo Chávez.
Sin embargo, una parte de la oposición venezolana rechaza el diálogo y defiende que hay que seguir buscando la «salida» de Maduro por medios constitucionales e incluso entre los opositores que están dispuestos a participar, hay defensores de seguir manteniendo el reclamo en la calle mientras se realizan las conversaciones.
En Bolivia por ahora los dirigentes de las cooperativas mineras han abandonado los bloqueos de carreteras y enfrentamientos con las fuerzas del orden que tuvieron en jaque al Gobierno la semana pasada, ante una promesa de diálogo hecha por Morales.
Las cooperativas mineras, aliadas de Morales, se enfurecieron debido a una modificación hecha a última hora por el Gobierno al proyecto de ley de la minería, ahora paralizado en el Senado, porque les quita la facultad de firmar contratos con empresas.
En 2010 cuando una subida del precio de los combustibles provocó un estallido social y en 2011 cuando hubo protestas indígenas por una carretera que se iba a construir en medio de un parque natural, Morales dio marcha atrás en sus decisiones antes de permitir que el conflicto se enquistara.
En junio de 2013 estalló también en Brasil la contestación popular, que se ha extendido a los primeros meses de este año y se teme que alcance su apogeo durante la celebración del campeonato Mundial de fútbol Brasil 2014 en junio y julio.
La chispa de las protestas brasileñas, que en un solo día llegaron a movilizar a 1,3 millones de personas, fue un aumento de los boletos del transporte público.
Pero después también se escucharon en las calles reclamos contra la corrupción, el encarecimiento de la vida, la mala calidad de la sanidad y la educación públicas, el excesivo gasto en organizar el Mundial de fútbol y los políticos que «no representan» al pueblo.
La presidenta Dilma Rousseff reaccionó con «acciones concretas», incluidas en cinco pactos nacionales para atender las demandas, pero aun así sigue habiendo movilizaciones esporádicas.
En Chile, como ahora en Venezuela, los que se ganaron las calles fueron los estudiantes, que desde 2011, con Sebastián Piñera en la Presidencia, dieron la batalla por una educación gratuita y de calidad.
Sus demandas han sido recogidas por Michelle Bachelet, presidenta de Chile desde marzo, en su programa de gobierno, que incluye la creación de un impuesto a las empresas para financiar una reforma educativa.
La presidenta argentina, Cristina Fernández, afronta hoy la segunda huelga general contra su Gobierno y el país está paralizado, debido en gran parte a los cortes y bloqueos de calles y rutas que los sindicatos opositores han realizado por toda Argentina.

Ana Mengotti / Bogotá, 10 abr (EFE).-

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