En medio de protestas y un gigantesco bebé inflable, naranja sobrevolando el Parlamento británico. Una serenata de mariachis y el llanto de niños en el palacio de Westminster con el mensaje “vete a casa” fue recibido Donald Trump en Reino Unido.
Trump fue recibido junto a su esposa, Melania, en el aeropuerto de Stansted por varios dignatarios, en su primera visita oficial como presidente al país con el que Estados Unidos mantiene su histórica «relación especial». Después, la pareja ha viajado en helicóptero hasta la residencia del embajador estadounidense en Londres, Woody Johnson.
Pero en paralelo a la alfombra roja desplegada a su paso por las autoridades, las protestas acompañarán los movimientos del presidente. El viaje de Trump, que llega a Reino Unido después de azotar a sus aliados en la cumbre de la OTAN en Bruselas, y antes de reunirse en Finlandia con el presidente ruso, Vladímir Putin, ha generado un nivel de movilización sin precedentes en el país desde las masivas protestas callejeras contra la guerra de Irak en 2003.
El propio presidente señaló ante los reporteros de la Casa Blanca, antes de comenzar su viaje transatlántico, que Reino Unido parecía estar en “cierta agitación”. Se refería a la grave crisis política, desatada tras la dimisión en menos de 24 horas de dos ministros en protesta por el plan de la primera ministra, Theresa May, para el Brexit, que sacudió al Gobierno en el arranque de la semana. Lo cierto es que es muy probable que sí se encuentre un país agitado. Pero el motivo es él.
La visita de Trump, largamente amagada desde que asumió la presidencia, ha despertado un inusitado rechazo en Reino Unido. Se trata oficialmente de un viaje de trabajo, anunciado el pasado mes de abril, después de que los preparativos para un viaje de Estado en toda regla fueran aparcados. Más allá del rechazo general que el presidente produce en amplios sectores de Europa, sus desafortunados comentarios tras los atentados terroristas en Londres el año pasado, que provocaron su enfrentamiento dialéctico con el alcalde Sadiq Khan, o el hecho de que compartiera en Twitter vídeos antimusulmanes realizados por un grupo de la extrema derecha británica no han ayudado a mejorar su reputación en Reino Unido.
El año pasado, una petición online para evitar que la reina Isabel II recibiera a Trump cosechó más de un millón de firmas. El líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn, pidió el mes pasado en el Parlamento a la primera ministra que cancelara la visita del presidente.