Por: Vilma Filici
Durante la primavera y el verano del año 2011 pasé ayudando a una amiga muy querida a prepararse para su examen de ciudadanía. Nos reuníamos dos veces por semana, leíamos el folleto que le envió el departamento de ciudadanía, e incluso su conocimiento se expandió muchísimo más allá de lo que se requería para el examen.
Mi amiga ama Canadá y está interesada en su gente, en su geografía, en su gobierno y en su política. Ella incluso hizo varios exámenes de preparación en la página web de Inmigración con el fin de asegurarse de que iba a ser aprobada, y cuando hablaba de que se iba a convertir en ciudadana canadiense su rostro se iluminaba. Hablamos la noche antes del examen y le aseguré que ya estaba lista y que sin lugar a dudas iba a obtener su ciudadanía.
El día de su examen recibí una llamada telefónica. No pude reconocer su voz porque estaba extremadamente disgustada y llorando. Me dijo que cuando la llamaron para hablar con un oficial del Departamento de Ciudadanía para comprobar su identidad antes de hacer el examen, el oficial se dio cuenta que ella había salido de Canadá varias veces.
Mi amiga vive sola en Canadá y tiene un hermano y una sobrina y sobrinos en los EE.UU., por lo que viaja a dicho país para los cumpleaños de los niños y para todas las festividades judías. En total, ella estuvo fuera de Canadá 145 días en los cuatro años anteriores a su solicitud, y el requisito para la ciudadanía es que un residente permanente resida en Canadá 1095 días durante los cuatro años anteriores a la solicitud. Obviamente mi amiga cumplía con los requisitos.
El problema es que su pasaporte tiene muchos sellos y el funcionario no se tomó el tiempo para hacer los cálculos, por lo que de una vez le entregó un cuestionario para que lo completara, junto con una larga lista de documentos que debía presentar en una fecha específica.
El cuestionario contenía preguntas detalladas sobre todos los aspectos de la vida de mi amiga durante los últimos nueve años, mientras que la lista de documentos incluía registros de salud del Ministerio de Salud, registro de las visitas a los Estados Unidos (que debía obtener de las autoridades estadounidenses), un registro de todos sus viajes fuera de Canadá (que debía obtener de la Canadian Border Services Agency), todas sus declaraciones de impuesto de los últimos cuatro años, cartas de empleo y de las escuelas a las que asistió durante esos cuatro años, y mucho, mucho más.
Se necesitaron semanas para que ella pudiera obtener todos los documentos que le pidieron, y hubo algunos documentos que debieron venir de oficinas de gobierno y que se tardaron mucho más. Los documentos que se solicitaron a las autoridades estadounidenses por ejemplo tardaron seis meses en llegar.
Pasado un año de que toda la documentación fue enviada al Departamento de Ciudadanía, mi amiga no había obtenido información sobre cómo estaba su proceso, por lo que llamó al teléfono de atención al público y lo único que le dijeron fue que tiene que esperar a que su expediente sea procesado.
A medida que pasan los días, ella se desilusiona más y más de Canadá, sobre todo porque no logra comprender por qué está siendo tratada como una criminal cuando ella ha sido una buena residente en este país. Se pregunta dónde están sus derechos y por qué tiene ella que pagar la culpa de las malas acciones de otras personas.
Cada vez que la veo trato de evitar el tema con ella porque sé que le molesta mucho, ya que me ha dicho que se siente maltratada, insultada, y sobre todo frustrada.
Lamentablemente en los próximos días ella tiene que salir del país para asistir a la celebración del Bat Mitzvá de su sobrina, y tiene miedo de que esta salida pueda ser vista como una señal de que a ella no le interesa Canadá. También, su tarjeta de residente permanente va a caducar en los próximos meses, por lo que tendrá que solicitar una prórroga que no tendría que hacer si ya fuera ciudadana.
Mientras escribía este artículo la llamé y le pregunté cómo se siente en relación al proceso de ciudadanía, y lo que me dijo fue que está muy enojada, frustrada, y que se siente impotente ante esta situación.
Ella sabe que ha sido una ciudadana respetuosa de la ley en todos los aspectos de su vida, pero lamentablemente no lo puede demostrar ante los funcionarios hasta que alguien tome su caso y lo analice.
Mi amiga piensa que la situación que le está pasando ha sido dirigida específicamente hacia ella, pero ahora hay evidencia de que en realidad muchas personas que solicitan la ciudadanía están siendo tratadas de la misma manera. Una solicitud que se suponía iba a tardar no más de un año para ser procesada (una vez cumplido el tiempo necesario de residencia en Canadá) ahora está tardando más de cuatro años.
Yo entiendo el objetivo del Ministro de Inmigración de asegurar que ningún tramposo burle los reglamentos y obtenga la ciudadanía si no tiene derecho para ello, pero la verdad es que la mayoría de las personas que solicitan la ciudadanía son personas respetuosas de la ley, quienes lamentablemente están pagando el precio de las nuevas medidas.
Si el Gobierno quiere continuar con estas medidas, el ministro debería incrementar el presupuesto para el Departamento de Ciudadanía con el fin de garantizar un proceso rápido y humano de las solicitudes. Porque la ciudadanía debe ser una recompensa para las personas que se han establecido en Canadá y se han convertido en residentes ejemplares, como es el caso de mi amiga.
Las medidas definitivamente no deberían ser un mecanismo que produzca dolor y sufrimiento a los residentes permanentes simple y sencillamente porque hay algunos malos elementos que han cometido fraude. Es completamente inaceptable que una persona que desea convertirse en ciudadano canadiense tenga que esperar más de 4 años (después de haber cumplido con los requisitos para solicitarla) para que el Departamento de Ciudadanía le otorgue este estatus