Los cinco argentinos muertos en un atentado en Nueva York se habían conocido en los bancos del Instituto Politécnico de Rosario, donde se graduaron en 1987, un colegio secundario donde los alumnos forjan lazos «para toda la vida».
Eran diez los que viajaron a Manhattan para celebrar el 30 aniversario de su graduación en el ‘Poli’. Cinco perdieron la vida en las ciclovías barridas por la violencia.
Alejandro Pagnucco, Ariel Erlij, Hernán Ferruchi, Hernán Mendoza y Diego Angelini, eran arquitectos o empresarios. Habían arribado el sábado y se disponían a pasar una semana en Nueva York.
«Diego tenía cuatro hijos. Era un hombre alegre, generoso, amable», lo recuerda Laura Racca, una exalumna del ‘Poli’. Trabajaron juntos en un estudio de arquitectura.
Una de las víctimas, Erlij, de 48 años, era gerente de una empresa siderúrgica. Había pagado el boleto de avión de algunos amigos, según lo cuenta la prensa local.
Mateo Estremé, cónsul argentino en Nueva York resaltó la «entereza, fortaleza e integridad» de los sobrevivientes.
«Cuando tuvimos que comunicar a las familias que habían fallecido, ellos quisieron dar la noticia, eran una voz conocida», destacó el diplomático.
“Injusto”
Como muchos exalumnos, Racca acudió este miércoles a las 20H00 locales (23H00 GMT) a una ceremonia de homenaje frente al colegio.
«Es terrible lo que pasó. Tan injusto», dice llevándose las manos a la cabeza. El viaje a Nueva York refleja el espíritu de unión en el Politécnico. «Uno se imagina que después de 30 años ni siquiera se verían para tomar un café, pero no, ellos se iban de vacaciones juntos».
Es una más entre el centenar que acudió a dejar una vela encendida.
«Uno siempre cree que el terrorismo es algo lejano, pero nos damos cuenta que le puede tocar a cualquiera», dijo a la una agencia de noticias, Daniel Altamonte, un empresario de 56 años perteneciente a la promoción 1977 y presente para rendir tributo a las víctimas.
Igual que Miguel Molachino de 49 años, que por cercanía de edad conoció «fugazmente» a las víctimas en el colegio. «Quiero compartir el dolor de la familia, me podría haber tocado a mí, es muy importante estar presente», dijo.
El martes hacia las 17H00 horas de Rosario, minutos después del atentado, la esposa de uno de los sobrevivientes, Cecilia Piedrabuena, recibió una llamada de su marido, Ariel Benvenuto, desde un número de teléfono desconocido.
«Estoy bien, no te preocupes (…) Iván, Juan Pablo y yo. Los otros están graves», alcanzó a decirle.
Benvenuto sobrevivió. El vehículo del autor del atentado pasó a 20 centímetros de él.
En el grupo de diez argentinos, cuatro resultaron ilesos, mientras que Martín Marro, que reside desde hace unos años en Boston, se recupera de las heridas en el Presbyterian Hospital de Manhattan.
El conductor de la camioneta atropelló a una veintena de ciclistas y transeúntes, dejando ocho muertos y una decena de heridos el día de Halloween, en el primer ataque mortal en Nueva York desde 2001.
«Lo vi ayer (martes) en la televisión y no lo podía creer. Me quedé sin palabras, es impresionante y no puedo dejar de pensar que ellos viajaron a celebrar su amistad», dijo a la AFP Silvia Goldberg, madre de un alumno de 14 años.
En el Instituto Politécnico Superior General San Martín, una escuela pública de renombre donde estudian adolescentes de todas las clases sociales, se forman personas «que piensan», subraya un profesor.
Es una institución reconocida de esta ciudad portuaria, a 300 km al norte de Buenos Aires, tercera en población del país y polo exportador de soja y cereales.
Amigos para toda la vida
«Esta escuela es como una patria», dice Ricardo Berlot, profesor de Informática que tuvo como alumnos a las cinco víctimas fatales de Manhattan.
«Era un grupo unido, rebeldes, sabían lo que querían y luchaban para lograrlo con convicción», recuerda este hombre de 58 años.
«No lo podía creer, es triste, nos sentimos tan lejos de todo eso», reflexiona sobre los ataques.
Como símbolo de la unión que prevalece entre los alumnos, los egresados de los años 1950, son esperados este jueves en el ‘Poli’ para participar en una reunión prevista desde hace tiempo para esa generación de octogenarios.
Rosario decretó un duelo de tres días. La dirección de la escuela declaró cinco días y colocó la bandera a media asta como homenaje a sus exalumnos.
Santino Portesio, un adolescente de 15 años, cursa el tercero de los cinco años del ‘Poli’. «Paso más tiempo acá que en mi casa. Me siento muy ligado a ellos pese a la diferencia de edad. Es como una familia. Aquí uno hace amigos para toda la vida», dice.