Washington, 18 oct (EFE).- El tercer y último debate presidencial estadounidense entre la aspirante demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump, que se celebra mañana en Las Vegas, supone la última oportunidad del magnate para limpiar su imagen tras sus escándalos sexuales y sus insinuaciones de fraude electoral.
Trump llegó al primer debate de finales de septiembre en Long Island (Nueva York) prácticamente empatado con Clinton en las encuestas, tras seguir una estrategia de moderación del mensaje.
Sin embargo, las acusaciones de acoso sexual por parte de varias mujeres y la divulgación de un vídeo de 2005 con declaraciones denigrantes del magnate sobre las mujeres reveladas poco antes del segundo careo en San Luis (Misuri) el pasado día 9, devolvieron al multimillonario al ataque con tono agresivo y hosco.
Como respuesta, Trump apareció en San Luis en rueda de prensa con varias mujeres que habían acusado de acoso al expresidente y esposo de la candidata demócrata, Bill Clinton; y rechazó las suyas como «calumnias» que son parte de la campaña de los medios de comunicación para evitar su llegada a la Casa Blanca.
«Las elecciones están absolutamente amañadas por los deshonestos y distorsionados medios de comunicación que impulsan a la corrupta Hillary, pero también en varios lugares de votación. TRISTE», dijo Trump en su cuenta de Twitter, su red social preferida para transmitir mensajes.
Como consecuencia, Trump ha visto cómo importantes líderes del Partido Republicano daban un paso atrás y retiraban su apoyo al aspirante conservador, alarmados sobre los posibles efectos de sus controvertidos comentarios.
Por su parte, Clinton ha despegado en las encuestas impulsada más por el rechazo a los comentarios sin precedentes de su rival que por un auge en su popularidad.
Según la web Real Clear Politics, que realiza ponderaciones de encuestas en todo el país, la demócrata cuenta actualmente con una ventaja de siete puntos sobre el republicano.
Además, la ex primera dama ha logrado capear sin grandes problemas las filtraciones de Wikileaks de miles de correos de John Podesta, jefe de la campaña de la candidata demócrata, sobre los discursos pagados de la ex secretaria de Estado, incluidos aquellos pronunciados ante empresarios de Wall Street.
Por ello, la aspirante demócrata, cuyo último acto público fue el jueves pasado en California y que ha aprovechado el activo apoyo en campaña de la primera dama, Michelle Obama, y el presidente estadounidense, Barack Obama, dedica estos últimos días a descansar y preparar con sus asesores el último cara a cara de una campaña imprevisible y que ha quebrado todos los estándares políticos tradicionales.
Por su parte, Trump sigue inmerso en un apretada agenda de actos y eventos electorales, con dos paradas hoy en Colorado, donde volvió a cargar contra los medios de comunicación, a los que tildó de la «gente más deshonesta».
«La prensa ha creado un sistema amañado y ha envenenado la mente de tantos de nuestros votantes», esgrimió el multimillonario.
Trump ha reiterado que no necesita dedicar demasiado tiempo a preparar el debate, ya que confía en su propio instinto ante el careo en Las Vegas (Nevada), uno de los estados más disputados y que pueden decantar la victoria de las elecciones del 8 de noviembre.
Precisamente, las últimas encuestas en el estado, cuya población hispana representa el 27,8 % y supone el 17 % de los posibles votantes, sitúan a Clinton ligeramente por delante, con 2,5 puntos porcentuales de ventaja.
El cara a cara de Las Vegas será moderado por el periodista Chris Wallace, de la cadena conservadora Fox News, y se espera que sea el primero en el que se trate en profundidad la cuestión migratoria.
Como ha ido ocurriendo tradicionalmente, no obstante, la atención de los espectadores ha disminuido a medida que avanza la campaña.
En el primer debate de Long Island, la expectación máxima por ver enfrentarse a Clinton y Trump logró romper el récord histórico de audiencia de 1980, con más de 84 millones de televidentes.
En el segundo, en San Luis, el interés se redujo hasta los 66 millones de espectadores; y se espera que para el tercero y último, sea aún menor.
Alfonso Fernández