La hora de la merienda matutina está en marcha en la escuela católica St. Roch en Toronto, donde los niños hacen fila de manera ordenada, acercándose a un contenedor en el escritorio del maestro. Toman pequeñas bolsas de Cheerios, naranjas jugosas y tubos de yogur aromatizado y se sientan en sus escritorios para comer.
Es un ritual importante para los jóvenes estudiantes: indicaron que la pequeña comida gratuita les ayuda a pasar el día.
«Si no comes un refrigerio, a veces puedes tener hambre o te puede doler el estómago. Por eso es bueno que comas un refrigerio», explicó Danna Rinten, una estudiante de quinto grado.
Otros estudiantes argumentaron que un refrigerio les ayudaba a mantenerse al día con sus tareas escolares y sus actividades o les aportaba nutrientes si tenían que salir de casa sin desayunar.
Entre bastidores, los voluntarios trabajan duro para organizar la comida de media mañana. Es sólo uno de los muchos programas de alimentación escolar administrados por la comunidad en Canadá que funcionan en ausencia de un programa nacional, uno que, según sus defensores, es muy necesario.
«Es desgarrador cuando a veces los niños entran y dicen ‘Señorita Polo, tengo hambre’. Como, ‘No tomo ningún refrigerio en todo el día'», dijo Janet Polo, coordinadora de nutrición en St. Roch que supervisa el programa de comidas.
El programa de St. Roch tiene tres fuentes de financiación: donaciones de padres, contribuciones de la organización benéfica de la Junta Escolar del Distrito Católico de Toronto, The Angel Foundation, y una subvención de la organización benéfica para niños President’s Choice.
Anualmente, la Fundación Angel recibe 4,3 millones de dólares de Salud Pública de Toronto, 2,1 millones de dólares del Ministerio de Niños, Servicios Comunitarios y Sociales de Ontario y 2,7 millones de dólares de recaudación de fondos y otras donaciones. Financian alrededor de 12 millones de comidas cada año, dijo a CBC News su director ejecutivo, John Yan.
Pero a los organizadores les resulta cada vez más difícil gastar ese dinero, especialmente en el diseño de un menú nutritivo que tenga en cuenta las alergias y otras restricciones dietéticas.
Canadá es el único país del G7 que no tiene un programa nacional de alimentación escolar ni estándares nacionales, según el Breakfast Club of Canada. Eso significa que, si bien cada provincia tiene necesidades diferentes, no existe un enfoque alineado para alimentar a los estudiantes en toda la variedad de programas existentes.
Los investigadores dicen que a medida que la alta inflación afecta los precios de los alimentos, más niños necesitan acceso a estos programas, pero los grupos comunitarios dicen que necesitan financiación estable del gobierno federal para mantener a todos alimentados.
