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Basura COVID, ¿quema o vertedero?

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Mascarillas, guantes y otra basura contagiosa de hospitales y hogares generada por miles de toneladas en España en el pico de la pandemia de la COVID-19 ha socavado las cadenas de reciclaje y desbordado las capacidades de las plantas procesadoras de esos residuos. Antes de la pandemia, sólo un 15 % de los desechos hospitalarios mundiales se consideraban peligrosos: un 10% por su carga infecciosa y un 5 % por sus componentes químicos o radiactivos, según datos de un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2018. En España, los más peligrosos, como los medicamentos citoestáticos o citotóxicos, tienen como destino la incineración en plantas especializadas y los infecciosos son normalmente sometidos a esterilización.

La pandemia ha multiplicado exponencialmente el porcentaje de residuos infecciosos en España, no sólo generados por hospitales y centros de salud, sino también por residencias de ancianos, hoteles medicalizados y viviendas. En Madrid y Cataluña, las dos regiones más afectadas, sólo los residuos del circuito sanitario aumentaron un 300 y 350%, respectivamente, dijeron a Efe fuentes oficiales.

Una orden del Ministerio de Sanidad del 19 de marzo dio prioridad a la incineración para la destrucción de la basura urbana que pueda llevar elementos contagiosos y permitió habilitar almacenamientos temporales o usar hornos de cementeras para ayudar a las empresas que habitualmente gestionan residuos sanitarios a absorber el excedente.

España dispone sólo de 11 plantas incineradoras de basura urbana, cuatro de ellas en Cataluña y sólo una en Madrid, las dos regiones más pobladas y más afectadas por la COVID-19. La primera optó por la quema expeditiva de los residuos hospitalarios y la segunda los sigue acumulando. RESPONDIENDO  -Y APRENDIENDO- DE LA EMERGENCIA Cataluña tiene tres plantas de esterilización de basura sanitaria por autoclave (vapor caliente a presión), que absorbían de media 275 toneladas mensuales de residuos.

Entre mediados de marzo y mediados de abril, el peor mes de la pandemia en España, la basura de la COVID aumentó a 1.200 toneladas en esa región, según datos de la Agencia Catalana de Residuos (ACR). “Las plantas autorizadas para tratarlos quedan saturadas, no dan abasto con tanta generación como hay en hospitales y hoteles medicalizados. En Cataluña, descartamos el almacenamiento y acordamos que los residuos se incineren en tres plantas de basura urbana”, dijo a Efe el director de la ACR, Josep María Tost.

Un camión de recogida de residuos urbanos en un centro de salud de Madrid.EFE

Estas plantas habían incinerado a mediados de abril 700 toneladas de basura COVID. “Las bolsas y cajas con los residuos contagiosos van directamente a la turba que alimenta las parrillas, sin manipulación humana. Se quema a mil grados, lo que elimina cualquier virus”, añadió Tost.

En Madrid, con sus tres plantas de esterilización trabajando 24/7, que son capaces de procesar un total de 50 toneladas diarias, las autoridades autorizaron la quema de una parte de los residuos sanitarios de la región en su única incineradora, a 15 kilómetros de la capital. La planta de Valdemingómez había quemado para el 29 de abril 430 toneladas de desechos de la COVID-19, informó a Efe su directora, María José Delgado. “Otras cantidades se han enviado a plantas de otras comunidades autónomas (regiones) para su esterilización o incineración y a incineradoras francesas” y para el resto se han habilitado seis almacenamientos temporales que “acopiarán los residuos hasta que cese la emergencia y puedan ser tratados” con autoclave, informó a Efe el director regional de Economía Circular, Vicente Galván.

Madrid y Cataluña reflejan el desigual tratamiento que se le está dando en España al excedente residual contagioso de la COVID-19, que ha planteado un reto adicional: los nuevos puntos de generación de esta basura, fuera de los centros hospitalarios. Equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) han asesorado a más de 350 residencias de ancianos en toda España, la mayoría con visitas presenciales. “Lo que les enseñamos es muy básico. Lo primero que les pedimos es que localicen un área dentro del centro donde puedan almacenar estos residuos.

Antes de sacarlos a los contenedores, le recomendamos que como mínimo les pongan una doble bolsa”, dijo a Efe la coordinadora de emergencias de MSF Montserrat Bartuí. “Y les decimos que la persona que está trabajando en la zona contaminada no sea la misma que llega al contenedor de desechos”. Los residuos son arrojados al contenedor de mezcla urbana, donde termina la basura que no ha ido a otros contenedores, la llamada “fracción resto”.

La misma recomendación da la orden de Sanidad del 19 de marzo para todos los hogares españoles con enfermos de coronavirus o en cuarentena: doble bolsa con los desechos y todo ello a la bolsa de la basura de mezcla no separada en domicilios. Trasladar estas instrucciones a la ciudadanía es, sin embargo, responsabilidad de los Ayuntamientos y no todos han hecho aún campañas divulgativas.

Excavadoras trabajan en el vertedero de Valdemingómez. EFE

El Ministerio español para la Transición Ecológica ha preparado ya un vídeo explicativo y Madrid y Cataluña folletos con dibujos sencillos. Tost y Bartuí convienen en la necesidad de difundir ampliamente estos mensajes a la ciudadanía para que sepa cómo desechar los ubicuos guantes y mascarillas que, como el virus, han venido para quedarse largo tiempo en la sociedad.

Los responsables de gestión de residuos contactados por Efe opinan que será difícil evitar que los guantes terminen en el contenedor amarillo, el primer circuito de selección de basuras implantado en España y destinado genéricamente a envases de toda composición, sea plástica, metálica o de cartón. BASURA MEZCLADA Antes de la pandemia, Europa implantaba un programa de acción para limitar la incineración a los materiales no reciclables y reducir progresivamente lo que se arroja a vertedero, para que sólo lleguen a él basuras no recuperables.

“Todo cambio en esta dirección debe ser conforme con la legislación de la UE en materia de residuos, ha de ser necesario y proporcionado para proteger la salud humana y limitarse a los ámbitos y los plazos estrictamente necesarios para responder al riesgo (…) tratando de mantener el objetivo general de la recogida selectiva y el reciclado”, instruyó la Comisión Europea el 14 de abril. “Cuando los Estados miembros decidan autorizar excepcionalmente procesos de tratamiento alternativos para los residuos médicos (…) deben garantizar que cuando esos procesos presenten un resultado medioambiental menos beneficioso que la práctica habitual, su uso se limite en el tiempo a lo estrictamente necesario para solventar las carencias detectadas en la capacidad de almacenamiento y tratamiento”, demandó. El conjunto de la UE recuperó en 2016 el 53,3 % de su basura, según datos de Eurostat.

España estaba por debajo de esa media, con un 46,4 % de residuos recuperados. Pero la COVID-19 ha obligado incluso a países con mayor capacidad recuperadora como Italia (83%) a priorizar la quema de los residuos, algo común en epidemias como el ébola en países africanos y aconsejado por la OMS en la primera respuesta a una catástrofe o emergencia. Al comienzo de la pandemia, se planteó un debate en la asociación europea de gestoras de residuos sobre cómo articular “circuitos diferenciados para los hogares con COVID, por ejemplo sacando sus residuos en bolsas rojas o amarillas, pero lo descartamos porque podía ser perjudicial desde el punto de vista de la discreción y generar problemas entre vecinos”, explicó el director de la ACR. “El sentido común nos pide que seamos prácticos y acordamos el circuito de las tres bolsas”, añadió.

Toda la basura recogida en los contenedores de “fracción resto” durante la pandemia no se podrá separar en las plantas de procesado, donde quedó prohibido por Sanidad abrir las bolsas de plástico y todo cribado que no sea mecánico. En España, “la gestión de los residuos ya era una asignatura pendiente muy grande” antes de la COVID-19: el 82 % de la basura se recogía mezclada “y se recuperaba poquísimo”, dijo a Efe Julio Barea, experto en gestión de residuos de Greenpeace-España.

“Lo que se recuperaba de la ‘fracción resto’ antes de la crisis eran fundamentalmente hierros y aluminio, de forma automática con imanes, el resto era inviable recuperarlo. Más del 60 % de la basura se arrojaba a vertedero”. Explicó que “ahora, con la pandemia, es mucho más porque no está habiendo triaje manual de la basura mezclada, no se está recuperando. Ni siquiera hay datos de cuántas mascarillas, batas, guantes se están generando al día ”. “Nos tememos, y las evidencias nos están llevando a ello, que la mayor parte de estos residuos contaminados por COVID están terminando mal gestionados y enterrados en vertederos.

No hay capacidad para hacer otra cosa, no estamos preparados”, agregó. SALUD VS. MEDIOAMBIENTE, LA PARADOJA DE LA COVID Antes de la COVID-19, las plantas incineradoras procesaban sólo un 10% de la basura española, según Greenpeace. Los ecologistas admiten a regañadientes que la emergencia obligue a recurrir a la quema de residuos, una práctica contra la que llevan años luchando. “Greenpeace no está a favor de la incineración de residuos pero, dada la situación de excepcionalidad absoluta y siguiendo lo que recomiendan los expertos, de forma transitoria y para estos residuos en concreto, lógicamente hay que darles una salida”, dijo Barea. “Lo suyo sería tener suficientes autoclaves para tratar estos materiales, pero no los hay”.

Es más, los ecologistas apuestan por que los materiales esterilizados no acaben triturados y arrojados a vertederos, como sucede con los que procesan las plantas de Madrid y Cataluña, sino reciclados: “Todo lo que se pueda ser reutilizado tiene que serlo. Hay que acabar ya con el usar y tirar, es insostenible”, propuso Barea. El experto ecologista calculó que “las escorias y las cenizas suponen el 30% en peso de lo que se quema. Se transforman en un residuo tóxico y peligroso y solo está catalogada una parte de las toxinas que se generan”. En su último informe “Safe Management of Waste from Health Care Activities», actualizado en 2018, la OMS advirtió de los riesgos para la salud que entraña un manejo incorrecto de los desechos sanitarios “a través de la liberación al medio de patógenos y contaminantes tóxicos”.

“Si no están bien construidos, los vertederos pueden contaminar el agua de bebida” y, en el caso de la incineración “si no es total o si se incineran materiales que no se prestan a este tipo de tratamiento, se liberan a la atmósfera agentes contaminantes, así como cenizas residuales”. Cuando los productos quemados contienen cloro, “estos pueden liberar dioxinas y furanos, sustancias que son cancerígenas para el ser humano” y si contienen componentes metálicos, “pueden provocar la dispersión en el medio de metales tóxicos”. “Solo las incineradoras modernas que operan a temperaturas de entre 850 y 1.100 °C y cuentan con un sistema especial de depuración de gases pueden cumplir las normas internacionales de emisiones por lo que respecta a dioxinas y furanos”, concluyó la OMS. Tanto Madrid como Cataluña aseguran que todo el circuito dispuesto para la quema de los residuos sanitarios de la COVID-19 cumple tanto con las medidas de protección de los trabajadores implicados como con los límites de emisiones de sustancias tóxicas a la atmósfera. Galván aseguró que “la incineradora de Valdemingómez tiene controles en continuo de las emisiones, que se mantienen durante la gestión de los residuos biosanitarios” del coronavirus.

La directora de la planta explicó que la incineradora cuenta con un sistema de depuración “que permite reducir la emisión de gases a la atmósfera hasta valores muy por debajo de los límites legales exigibles” y añadió: “su incineración no produce ninguna sustancia distinta a las que se originan con los residuos domésticos”. Tost concretó que la basura procesada en las incineradoras de residuos urbanos está compuesta fundamentalmente de equipos de protección (EPI).

“Los EPI están hechos de celulosa o polipropileno en el caso de batas, gorros y mascarillas y de látex los guantes. No llevan elementos clorados como el PVC, que es lo que preocupa a los ecologistas”, explicó. Según el experto de Greenpeace, sin embargo, durante la emergencia acabarán incinerados no sólo EPI sino test, tubos, sondas, bolsas, jeringas, respiradores y otros materiales con componentes plásticos y metálicos. Advirtió, además, de que “no existe tecnología para medir en continuo las dioxinas y furanos. Esto se hace en controles una o dos veces al año, tomando muestras en las chimeneas y llevándolas al laboratorio para analizar”.

BASURA SIN FRONTERAS Las plantas incineradoras que producen energía son catalogadas como “plantas de valorización” y los residuos se registran en las estadísticas de Eurostat como “recuperados”. Así, uno de los principales importadores de basura para incinerar, Alemania, ocupa el segundo lugar por “recuperación” (80,6 %) pese a que sólo recicla el 42,7 % de sus residuos. Un 11,3% son incinerados y el resto se destina a relleno de excavaciones. La basura ha recibido, durante la pandemia, la consideración de bien esencial y puede cruzar las fronteras internas de la UE como cualquier otra mercancía, según unas guías aprobadas por la Comisión Europea (CE) el pasado 16 de marzo. Una semana después, una comunicación de la CE estableció “corredores verdes” para mercancías en la que “aclara que los principios relativos al transporte de bienes se aplican mutatis mutandis (cambiando lo que proceda)  a los envíos de residuos”.

“Muchos Estados miembros dependen de instalaciones en otros Estados miembros para el tratamiento de sus residuos, pues no disponen en su territorio de todas las instalaciones para gestionar todas las fracciones residuales”, constató la CE. Para agilizar la burocracia y evitar la propagación del coronavirus en los intercambios de documentos de papel, la Comisión autorizó que estos se efectúen electrónicamente. Italia, sin embargo, se encontró con “muchas demoras en la frontera con Eslovenia y en algunos casos Eslovenia y Croacia pararon y retornaron envíos de residuos provenientes de Italia”, según comunicó en un documento público a la CE. En Francia, el Centro Transnacional para el Cruce Transfronterizo de Residuos (PNTTD) dijo que “tiene en cuenta el contexto actual y hace lo posible por facilitar el procedimiento para los nuevos expedientes (de importación) y el seguimiento de las notificaciones ya aprobadas”, antes de la directiva europea. Una fuente del Ministerio francés de la Transición Ecológica y Solidaria dijo a Efe que el país ha recibido 65 toneladas de residuos españoles entre el 10 y el 31 de marzo, pero matizó que se trató de una transferencia “que no está específicamente vinculada a la crisis del coronavirus, ya que es un proceso que depende de una notificación renovada cada año en el mismo período desde al menos 2015”.

Además de a Francia, España exporta regularmente basura hospitalaria a Portugal. El 1% de los residuos que Portugal importó en 2018 para su eliminación – en incineradoras o con tratamientos físico-químicos -,  un total de 1.061 toneladas, eran residuos sanitarios. Todos ellos provenían de España, según el último informe “Movimento Transfronteiriço de Resíduos” de la Agencia Portuguesa del Medioambiente, difundido a fines de 2019. El 53 % de esos residuos españoles eran medicamentos citoestáticos o citotóxicos, la categoría más peligrosa de obligada incineración, pero casi toda la basura sanitaria fue sometida a quema.

Sólo el 5,2 % (55 toneladas) fue esterilizada. Carmen Lima, especialista en residuos de la organización medioambiental lusa Quercus, dijo a Efe que una empresa de la región de Oporto (norte) procesa residuos procedentes de Galicia, entre ellos también los hospitalarios, que va a recoger in situ. En esa planta son sometidos a esterilización y, puesto que los gestiona una empresa privada, son compactados y arrojados a vertedero. La obligación de reciclar estos productos una vez esterilizados sólo la tienen, en Portugal, las empresas del sector público. Julia R. Arévalo A este reportaje han contribuido Carlos García en Portugal y Marta Garde en Francia.

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