Los brasileños Luiz Henrique de Castro, de 25 años, y Guilherme Taucci Monteiro, de 17 años, entraron a una escuela primaria de San Pablo este miércoles con sus rostros cubiertos con máscaras y mataron a tiros a al menos seis niños que estaban tomando sus meriendas, así como a dos funcionarios escolares, antes de suicidarse, según informó la policía local.
Y antes del ataque en la escuela Raul Brasil, los jóvenes asesinos dispararon y mataron a un trabajador en un autolavado cercano. João Camilo Pires de Campos, secretario de Seguridad Pública de San Pablo, reportó que esta víctima sería familiar de uno de los agresores.
Marcelo Salles, comandante de las fuerzas policiales en San Pablo, dijo que los atacantes suicidas usaron al menos una pistola calibre .38, bombas caseras, hachas, una ballesta, un arco y flechas.
La policía llegó ocho minutos después del inicio del tiroteo y no se enfrentó a ellos porque ya se habían suicidado, dijo Salles.
De acuerdo con O Globo, ambos agresores eran vecinos y ex alumnos de la escuela afectada.
Un video casero tomado durante el tiroteo y transmitido por Globo TV mostró a los niños gritando y corriendo mientras se escuchaban los disparos.
Otras 17 personas, en su mayoría alumnos de la escuela, fueron baleadas y heridas, y varias de ellas estaban graves, afirmó la policía.
Cámaras de seguridad de las casas cercanas a la escuela mostraron a los menores escalando y saltando por encima de la muralla blanca que rodea el centro educacional y corriendo por las calles, gritando por ayuda.
Se registró otro tiroteo a unos 500 metros poco antes de los incidentes en la escuela Raul Brasil pero no estaba claro aún si ambos hechos estaban relacionados.
Los incidentes con armas en las escuelas no son comunes en Brasil, pese a que el país ostenta la cifra más alta de homicidios anuales del mundo. El último ataque registrado con armas de fuego en una escuela fue en 2011, cuando murieron 12 menores a manos de un ex alumno en Río de Janeiro.
Si bien las leyes de control de armas son muy estrictas en Brasil, no es difícil comprar una pistola de forma ilegal.