La Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Angela Merkel y los socialdemócratas (SPD) alemanes alcanzaron este miércoles un acuerdo para revivir la Gran Coalición y formar gobierno tras un punto muerto de más de cuatro meses desde las elecciones, según fuentes cercanas a las negociaciones.
El «gran acuerdo para un contrato de coalición» se alcanzó entre las dos partes y con aprobación del partido regional bávaro CSU, aliado de la fuerza de Merkel, indicaron a la AFP estas fuentes, confirmando las informaciones adelantadas por varios medios alemanes como Bild y Der Spiegel. Se espera que el anuncio oficial llegue en algún momento del día.
Las negociaciones estuvieron marcadas por las discrepancias entre la CSU y el SPD sobre el reparto de las carteras, la reforma sanitaria y la reglamentación de los contratos de trabajo temporales.
Pero según diversos medios alemanes,los socialdemócratas lograron finalmente obtener los ministerios claves de Finanzas y Relaciones Exteriores, así como también Trabajo y Asuntos Sociales.
No obstante, el compromiso alcanzado, tras semanas de negociaciones y una última ronda de 24 horas sin interrupción, debe someterse aún al voto de los 460.000 miembros del SPD, que se realizará por correo en las próximas semanas y cuyo resultado es incierto.
De hecho el acuerdo es extremadamente impopular entre los sectores más jóvenes del partido, que creen que su fuerza estuvo opacada por la CDU en la anterior coalición de gobierno y que aceptar una nueva versión la situación solo puede empeorar la situación.
La baja popularidad de los socialdemócratas parece darles la razón: tras obtener el 20% de los votos en las elecciones de septiembre (y romper la alianza con la CDU para ser oposición), cayeron a un 17% de apoyo tras el anuncio de las negociaciones, mientras que la ultraderecha antisistema del AfD subió al 15% tras haber logrado un 13% en los comicios, de acuerdo con un sondeo publicado por Bild.
Por su parte, a Angela Merkel no le queda margen de error si quiere permanecer en el poder. En las elecciones legislativas de septiembre, marcadas por el repliegue de los partidos tradicionales y el avance de la extrema derecha, no proporcionaron una mayoría clara en la Cámara de Diputados.
La canciller se veía obligada a entenderse con el SPD, con el que negociaba desde principios de enero, después de no haber logrado formar una coalición con los Liberales y Los Verdes en noviembre. Desde octubre se limitaba a gestionar los asuntos corrientes, lo que le hizo perder brillo en el escenario internacional.
Las discusiones se atascaron en la cuestión del gasto militar y, sobre todo, en el mercado de trabajo y la reforma de la seguridad social en Alemania, para reducir las desigualdades entre la sanidad pública y privada.
De cara a la consulta interna del SPD, el líder del partido, Martin Schulz, intenta ganarse a los militantes más reticentes recalcando el hecho de que en las negociaciones logró que el acuerdo de gobierno incluya una cláusula de reevaluación de la coalición al cabo de dos años.
Si los militantes de este partido con más de 100 años de historia rechazan el acuerdo de coalición, la canciller se enfrentará a un difícil decisión: o formar un gobierno en minoría o celebrar nuevas elecciones, dos escenarios inéditos en la Alemania de la posguerra.
Tanto el SPD como los conservadores temen unos nuevos comicios, de los que se beneficiaría, sobre todo, la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), como muestran los últimos sondeos, complicarían aún más la búsqueda de mayorías.
La ultraderecha conmocionó la escena política al lograr en septiembre 13% de los sufragios, aprovechando la preocupación generada por la llegada a Alemania de más de un millón de solicitantes de asilo desde 2015.
En este terreno, el contrato de coalición prevé limitar su número a entre 180.000 y 220.000 al año, como deseaban los conservadores. También limita la reagrupación familiar de los refugiados.