La explosión de un cohete de la empresa Orbital Sciences Corporation, con material para la Estación Espacial Internacional (EEI), es el primer tropezón de la NASA en su política de emplear a compañías privadas para esas misiones, pero no el fin de una colaboración potenciada en los últimos años.
Se trata del primer lanzamiento fallido dentro del programa de vuelos comerciales para el transporte de carga a la EEI, aunque los expertos aseguran que no afectará a la cooperación con la agencia espacial estadounidense.
El suceso, sin víctimas, dejó una imagen muy impactante por la bola de fuego que causó la explosión, pero «los accidentes, especialmente en las etapas iniciales de cualquier programa, pueden suceder», señaló a Efe Sydney Do, miembro del grupo de investigación de ingeniería estratégica del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Si bien consideró que habrá un daño a la imagen de la compañía, Do hizo hincapié en la dificultad y los riesgos que conllevan los vuelos espaciales, si bien, en este caso, «afortunadamente, era un vuelo no tripulado, no había nada valioso ni esencial en términos logísticos para la EEI».
Un cohete Antares de Orbital Sciences que portaba un vehículo espacial no tripulado Cygnus con más de 2 toneladas de carga y experimentos explotó este martes, segundos después de su lanzamiento desde las instalaciones de la NASA en la isla de Wallops, en Virginia.
La compañía ha abierto una investigación, en la que contará con el apoyo de la Administración Federal de Aviación (FAA) y la NASA, para determinar el fallo que provocó la explosión y «evitar que se repita un incidente como este», indicó en un comunicado Frank Culbertson, vicepresidente ejecutivo de la compañía.
Do aseguró que la compañía averiguará la causa, «corregirá los errores y aprenderá de ellos» y se mostró convencido que será un aprendizaje para toda la industria.
«Cuanto más volamos, logramos más experiencia y la industria entera aprende de esos errores», señaló el experto del MIT, que echó la vista atrás a los principios de la aviación comercial, en la que «hubo muchos accidentes y aprendimos de ellos».
La NASA, que se ha volcado en el sector privado tras concluir en 2011 su programa de transbordadores para enviar carga y, en un futuro, también tripulación a la estación espacial, ha subrayado que mantiene su confianza en el sector privado, una alianza que viene forjando durante décadas.
El responsable adjunto del Directorio de Operaciones y Exploración Humana de la NASA, William Gerstenmaier, afirmó en un comunicado, tras el accidente, que lo ocurrido «no nos desalentará en nuestros esfuerzos por ampliar nuestra ya exitosa capacidad para enviar cargamento desde suelo estadounidense a la EEI».
Orbital Sciences tiene un contrato con la NASA de 1.900 millones de dólares para efectuar ocho misiones de abastecimiento.
Su competidora, SpaceX, creada por el cofundador del sistema de pago electrónico PayPal, también ha obtenido un contrato de 1.600 millones de dólares para doce misiones con su cohete Falcon 9 y su cápsula Dragon.
Para el director de la Federación de Vuelos Espaciales Comerciales, Eric Stallmer, «ha sido un tropezón, pero un tropezón del que te levantas, te sacudes las rodillas y continúas la carrera porque realmente merece la pena», aseguró en declaraciones a Efe.
Stallmer recordó que hay un riesgo inherente en los lanzamientos: «Ésta no es la primera vez y no será la última, pero no creo que vaya a tener un gran impacto en la dirección que está tomado la NASA», cuyo objetivo es el envío de una misión tripulada a Marte en 2030.
El hecho de que la industria privada asuma estos viajes a la órbita baja terrestre, que la agencia espacial ha realizado durante décadas, permite a la NASA «centrarse en la misión central para la que fue diseñada, ampliar los límites de la exploración», agregó Stallmer.
Elvira Palomo/ Washington, 29 oct (EFE).-