El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha mantenido una posición inequívoca sobre China y el coronavirus, bueno, varias.
En un primer momento elogió a China, pero luego criticó a Beijing tras verter acusaciones infundadas acerca de que el virus se había originado en Estados Unidos. Ahora, Trump ha vuelto a ofrecer su cara más amable.
Estos mensajes divergentes han generado señalamientos tanto por parte de Beijing como de Washington que desestabilizan aún más la crítica relación entre dos naciones con las mayores economías y ejércitos del mundo.
Puede que la política Estados Unidos-China no sufra cambios radicales en los próximos meses, pero la campaña de encubrimiento y desinformación china influirá en la relación en adelante, dijo el miércoles Dan Blumenthal, director de estudios asiáticos en el American Enterprise Institute.“Es muy difícil ver avances en las conversaciones comerciales después de esto”, señaló añadiendo que espera que el Congreso presione para abordar la dependencia estadounidense de China para suministros médicos, entre otros.
En el Congreso hay llamados para responsabilizar a China por encubrir inicialmente el brote. Anticipando a una posible reacción violenta, la agencia noticiosa oficial china, Xinhua, sugirió el mes pasado que Beijing podría tomar represalias contra Washington por prohibir la exportación de productos médicos que habrían dejado a Estados Unidos varado en el “océano de virus”.
Al inicio del brote, Trump elogió a China por su respuesta al COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus. El 24 de enero tuiteó que Estados Unidos apreciaba los esfuerzos y la “transparencia” de Beijing, aunque las autoridades locales encubrieron en un primer momento el creciente número de casos en Wuhan, la ciudad en la apareció por primera vez en diciembre. En febrero, a medida que la pandemia se propagaba a Europa, Trump seguía negándose a culpar a China.
Pero entonces Trump comenzó a perseguir a Beijing, refiriéndose repetidamente al coronavirus como el “virus chino”. Dijo estar molesto porque algunas autoridades del país habían sugerido, sin evidencias, que el ejército estadounidense transportó el virus hasta Wuhan o que este se liberó desde un laboratorio estadounidense.
Un vocero del Ministerio de Exteriores de China, Zhao Lijian, escribió en Twitter el 12 de marzo: “Podría ser el ejército de EE.UU. el que llevó la epidemia a Wuhan. ¡Sean transparentes! ¡Hagan públicos sus datos! ¡EE.UU. nos debe una explicación!”.Otros funcionarios estadounidenses le siguieron el juego. El secretario de Estado, Mike Pompeo, nombró al “virus de Wuhan” seis veces en una sesión informativa del departamento y reprendió al Partido Comunista por no permitir la entrada de expertos médicos estadounidenses al país, por expulsar a periodistas occidentales y por frenar el flujo de información.
El Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca también acusó al Partido Comunista de lanzar campañas de desinformación en todo el mundo y de tomar represalias contra los ciudadanos chinos que quería hablarle a la población sobre el coronavirus.
Trump afirmó que China estaba tratando de culpar a Estados Unidos para distraer al mundo ante la deficiencia de su propia respuesta a la crisis.
“Esto podría haberse frenado en seco”, dijo Trump el 19 de marzo en una reunión del grupo de trabajo para el coronavirus en la Casa Blanca. “Desafortunadamente, (los funcionarios chinos) no decidieron hacerlo público. Pero todo el mundo está sufriendo por eso”.
Trump dejó de referirse abruptamente al “virus chino” luego de que el embajador de Beijing en Estados Unidos, Cui Tiankai, pareció alejarse de la postura de Zhao, calificando la teoría de “loca” y señalando que los diplomáticos no deben especular.
Ahora, el presidente ha vuelto a elogiar a su homólogo, Xi Jinping.
“Tenemos un gran acuerdo comercial y nos gustaría mantenerlo. Ellos querrán mantenerlo y la relación es Buena”, manifestó el dirigente el miércoles. Trump insistió en que algunas de las cifras de casos de COVID-19 en China parecen un poco “bajas”, pero insistió en que su relación con Xi seguía siendo “realmente buena”.
En la mayoría de los pacientes, el coronavirus provoca síntomas leves o moderados, como fiebre y tos, que desaparecen en un plazo de dos a tres semanas. Pero en otros, especialmente en mayores y personas con patologías previas, puede causar enfermedades más graves, como la neumonía, e incluso la muerte. Al menos 930.000 personas han contraído la enfermedad, y más de 45.000 han muerto en todo el mundo.
Ray Yip, un funcionario estadounidense de salud pública que fundó la oficina de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos en China en 2003, dijo que los equipos de expertos enviados por el gobierno central a Wuhan no se dieron cuenta inicialmente de que el virus podía transmitirse entre humanos, lo que agravó las consecuencias.
Una vez que Beijing comprendió el alcance del problema, actuó de forma decidida, señaló. Las autoridades chinas informaron a la Organización Mundial de la Salud (OMS) acerca del nuevo virus el 31 de diciembre. El 12 de enero, científicos chinos habían secuenciado la composición genética del virus y la compartieron con la OMS, que elogió su transparencia y rapidez.
Yip señaló que la respuesta de Washington a la pandemia fue bastante peor que la de China.
“Si hubiésemos empezado a responder con fuerza, de forma adecuada, rastreando los casos y aislándolos, no se había propagado”, afirmó Yip. “Dejamos que un incendio que al principio era pequeño se propagase, y ahora que es demasiado grande tenemos problemas para apagarlo. Si existe una denuncia por negligencia para la salud pública, tiene que ser así”.
Dali Yang, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Chicago que investiga la gobernanza china y ha seguido de cerca la pandemia, señala también a las autoridades locales chinas que, a principios de enero, se estaban preparando para “dos sesiones”, un evento anual para funcionarios locales y provinciales.
No querían molestar a Beijing o sembrar el pánico en las calles antes de las importantes citas del 11 al 17 de enero, así que suprimieron la información sobre el brote.
Antes y durante las “dos sesiones”, la Comisión Nacional de Salud de China envió tres equipos de expertos a Wuhan. Los dos primeros tuvieron problemas para obtener información de las autoridades médicas locales, especialmente acerca de si el virus se transmitía de persona a persona, explicó Yang. Según los reportes, los expertos estaban vigilados de cerca y no podían hablar con médicos de urgencias ni visitar las secciones de enfermedades infecciosas.
Las autoridades locales castigaron a Li Wenliang, un oftalmólogo que compartió información sobre la transmisión local del coronavirus, que más tarde le causó la muerte. Cuando la doctora Ai Fen, directora de urgencias en el Hospital Central de Wuhan, afirmó que el virus se contagiaba entre humanos, fue amonestada por difundir rumores y causar pánico, añadió Yang.
El senador Richard Blumenthal, demócrata de Connecticut, apuntó que Beijing suele culpar a las autoridades locales de los errores del gobierno central.
“Siguen ocultándose”, afirmó Blumenthal. “Toda discusión sobre el COVID-19 en aplicaciones de redes sociales es bloqueada y censurada (…) Están persiguiendo aún más, censurando aún más. Están encarcelando a gente que intenta contarnos la verdad”.