Decenas de miles de activistas y familias inmigrantes se manifestaron hoy en la capital de EE.UU. y en unos 18 estados del país para exigir que el Congreso apruebe una reforma migratoria que permita la legalización y eventual ciudadanía de los indocumentados.
Gritando consignas como «Llegó la hora» (lema de la marcha), «Sí se puede!», «No más deportaciones» y «Ciudadanía para once millones de inmigrantes», los manifestantes -algunos cargando una estatua de la Virgen de Guadalupe- se congregaron frente al Capitolio para exigir «dignidad» para los extranjeros clandestinos.
«En la unión está la fuerza y, si estamos unidos, sí se puede y lo vamos a lograr. Este es el momento», dijo el senador demócrata por Nueva Jersey, Bob Menéndez, uno de los miembros del «Grupo de los ocho» del Senado que negocia un plan reformista.
Por su parte, el legislador demócrata de Illinois, Luis Gutiérrez, arengó a la multitud y destacó el peso electoral de los hispanos en noviembre pasado, que contribuyó a la reelección del presidente Barack Obama.
«Ese voto también se hizo con mucha esperanza y confianza» de que Obama cumplirá su promesa de 2008 de la reforma migratoria, agregó Gutiérrez.
En declaraciones a Efe, varios de los activistas y líderes políticos coincidieron en que, a su juicio, se acabaron las excusas y el Congreso debe debatir y aprobar la legislación.
«Algunos republicanos en la Cámara de Representantes se oponen a la reforma migratoria porque creen que eso va a beneficiar a los demócratas, pero se me hace que en el Senado la vamos a poder sacar», dijo la líder sindicalista Dolores Huerta, cofundadora del Sindicato de Trabajadores Agrícolas de EEUU (UFW, en inglés).
El congresista demócrata por Texas, Joaquín Castro, afirmó que su bancada no permitirá que la reforma sea bloqueada por sus detractores, y «todo el mundo tendrá oportunidad de revisarla y modificarla… habrá un voto y creo que la lograremos».
La asambleísta estatal de Maryland, la salvadoreña Ana Sol Gutiérrez, afirmó que, contrario a 2007 -cuando fracasó la reforma migratoria-, «ahora estamos en una mucho mejor situación y la vamos a lograr aunque el proceso sea difícil».
«Ninguna legislación es perfecta pero la autodeportación que recetaban los republicanos no es la solución. Lo importante es comenzar ahora», agregó.
Por su parte, el reverendo salvadoreño Vidal Rivas indicó que la comunidad inmigrante continuará movilizándose «para demostrar nuestro poder y para presionar al Congreso a favor de esta reforma».
«Acá no hemos venido a pedir limosna, estamos exigiendo respeto para los inmigrantes que contribuyen a este país y para que cese el sufrimiento que causan las deportaciones», agregó.
Todos los oradores remacharon el mensaje de que los inmigrantes no son un carga pública sino que pagan impuestos y contribuyen al crecimiento económico de Estados Unidos.
En declaraciones a los periodistas, Menéndez dijo que el llamado «Grupo de los ocho» del Senado, que elabora entre bambalinas un plan reformista, prevé presentarlo tan pronto como el próximo lunes o martes.
El Comité Judicial del Senado realizará la primera audiencia sobre la reforma migratoria el próximo 17 de abril, aunque varios líderes republicanos, entre ellos el senador Jeff Sessions, exigen un proceso más pausado de audiencias.
El proyecto en ciernes prevé, entre otros elementos, la legalización y eventual ciudadanía de los indocumentados que reúnan una serie de estrictos requisitos, el reforzamiento de la vigilancia fronteriza y sanciones para empresas que a sabiendas contraten a indocumentados. La Cámara de Representantes también elabora su propia versión.
La manifestación, a la que vinieron personas de decenas de estados en centenares de autobuses, adquirió un ambiente de fiesta bajo el sol, con la participación del grupo musical Santa Cecilia -que cantó un tema en honor a los inmigrantes-, el bachatero Andy Andy y la artista puertorriqueña Olga Tañón, que instó a los hispanos a que sigan presionando por la reforma.
Vendedores ambulantes hicieron su agosto con ventas de camisetas, banderas estadounidenses, helados y agua embotellada.
Según el grupo Casa de Maryland, el encuentro contó con la participación de «más de cien mil» personas, pero las autoridades policiales en Washington no pudieron confirmar ese dato.
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