Cientos de manifestantes, políticos, organizaciones, activistas y defensores de los derechos de la comunidad LGBTI+ se toman las calles del mundo este fin de semana para conmemorar la diversidad sexual. La celebración llega con más orgullo que nunca, pues se cumplen cinco décadas de uno de los principales hitos en la lucha por la diversidad.
Lo que se conoce como la Marcha del Orgullo, se gestó hace 50 años con una revuelta en el icónico bar gay Stonewall, ubicado en el barrio Greenwich Village en Nueva York (EE. UU.).
En la década de los 60, Tony Lauria, cercano al Clan Genovese, una de las principales mafias de esa ciudad, abrió Stonewall, uno de los pocos bares que permitía el ingreso a una comunidad que vivía en secreto, en tiempos en los que bailar con alguien del mismo sexo era calificado como un ‘acto lascivo’.
Stonewall contaba con un salón oscuro en el que las parejas podían abrazarse. También admitía a otras minorías como afroamericanos, latinos, travestis, personas trans y ‘drag queens’.
La noche del viernes 28 de junio de 1969 miembros de la policía local se enfrentaron a clientes del establecimiento. Se trataba de la segunda redada de las autoridades en esa semana. Pasada la media noche, seis policías, algunos encubiertos, empezaron con requisas de rutina.
Entre los 200 clientes presentes hubo quienes se resistieron a los arrestos. Hubo insultos, empujones y forcejeos. La comunidad se enfrentó a los agentes y, en vez de huir, se quedaron en los alrededores del bar, con gritos de indignación. Mensajes se tomaron las paredes y frases como ‘Tomorrow night Stonewall’ (Mañana en la noche en Stonewall) o ‘Gay Power’ animaron a otros a unirse.
La respuesta a la represión, que se prolongó durante varias noches, fue enérgica, con piedras, latas, botellas y monedas. Stonewall fue la gota que rebosó el vaso en una época en la que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo eran ilegales en gran parte de EE. UU.
Además de la estigmatización, de ser tildados de enfermos mentales y de atentar contra las ‘buenas costumbres’, los miembros de esta población encontraban otras restricciones como impedimentos para trabajar en el gobierno e incluso la pérdida de la licencia para ejercer profesiones como el derecho o la medicina. Miles de arrestos ocurrieron por ‘crímenes contra la naturaleza’.
Un año después de la revuelta, en 1970, grupos en contra de la discriminación sexual organizaron una marcha para conmemorar aquel levantamiento y condenar la brutalidad policial. La protesta, la mayor concentración de lesbianas, gais, transgénero, bisexuales e intersexuales hasta ese momento, se convirtió en un encuentro anual.
Cincuenta años después, el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, declaró: “Estoy orgulloso de ser el alcalde de la ciudad con la mayor comunidad LGBTI del mundo” y declaró el 28 de junio, el día que estallaron los disturbios en el Stonewall, como el día del Stonewall, calificando a quienes manifestaron ese día de héroes.
A pesar de los avances, no todos los países han discriminalizado la homosexualidad. Zonas en Centro América, Asia, África y Europa aún no reconocen derechos como el matrimonio o la adopción por parte de parejas del mismo sexo. Incluso, existen ‘centros de reeducación’ que insinúan que hay una ‘cura’ para una ‘enfermedad’.
Si bien, la ley abre las puertas para la comunidad en algunos países, aún hay discriminación. Según un estudio de la ONG Colombia Diversa, condiciones vulnerabilidad económica y origen étnico afectan desproporcionadamente a personas LGBTI indígenas o afro. Este sábado, dos hombres bajaron una bandera LGBTI dispuesta por la Alcaldía de Medellín en el Pueblito Paisa y la destruyeron.
Pero las marchas, que ya se realizaron en lugares como Barcelona, Manila, París y Lisboa, se han convertido también en formas de desafiar a gobiernos de tendencia conservadora. En Brasil, país en el que su presidente, Jair Bolsonaro, dijo durante su campaña que prefería un hijo muerto antes que gay, la Marcha del Orgullo convocó a tres millones de asistentes.