Bandera blanca. China y Estados Unidos han pactado una tregua en su guerra comercial, que amenazaban con arrastrar a la baja a toda la economía global, en la esperadísima reunión entre los presidentes Donald Trump y Xi Jinping durante la cumbre del G20 en Osaka (Japón). Ambos han acordado restablecer las conversaciones económicas y comerciales entre los dos países, interrumpidas desde mayo. Además, Estados Unidos ha accedido a no imponer nuevos aranceles sobre sus importaciones chinas, como había amenazado, y permitirá que sus empresas puedan vender productos y componentes a la tecnológica china Huawei. A cambio, China adquirirá más bienes agrícolas estadounidenses.
El respiro permite una pausa en una guerra comercial que se ha extendido también al área tecnológica y que amenazaba con interrumpir las delicadas cadenas de suministro globales, había intensificado las tensiones -el G20 aludió a ellas en su comunicado final- y había creado un fuerte nerviosismo en los mercados mundiales.
“Estamos de nuevo en el buen camino”, ha declarado Trump tras una reunión que comenzó media hora después de lo previsto, a mediodía, y duró ochenta minutos, diez menos de lo anticipado. “Ha sido una muy, muy buena reunión, mejor de lo esperado”, ha puntualizado.
Como en su última reunión, en la cumbre del G20 en Buenos Aires en diciembre, los dos líderes dejaron fluir su buena relación personal. Como en aquel encuentro, acordaron que sus respectivos equipos se reunieran para tratar de solucionar sus diferencias comerciales. A diferencia de entonces, han optado por no fijarse un plazo determinado que les limite. Tampoco han anunciado una fecha para que sus delegaciones retomen las rondas de negociación.
Para relanzar esas conversaciones, Estados Unidos renuncia a gravar con nuevos aranceles 325.000 millones de dólares en importaciones de China, como había amenazado antes de la cumbre. Aunque no levantará los que ya ha impuesto sobre otros 200.000 millones de dólares. Tampoco lo hará China sobre los que, como represalia, plantó sobre 60.000 millones de dólares en productos estadounidenses.
“Vamos a desistir de nuevos aranceles y ellos van a comprar productos agrícolas”, ha declarado Trump en una rueda de prensa. El presidente estadounidense se mostró optimista sobre la posibilidad de un acuerdo que permita resolver la disputa en el futuro: “si logramos un pacto, será algo histórico”.
Además, el inquilino de la Casa Blanca ha accedido a que Huawei pueda seguir comprando componentes y software estadounidenses, pese a la inclusión de la compañía desde el mes pasado en una lista negra que lo impide. “Una de las cosas que permitiré, no obstante, es – mucha gente está sorprendida de que vendamos y enviemos a Huawei una enorme cantidad de productos que van en muchas de las cosas que ellos fabrican. Y he dicho que vale, que seguiremos vendiéndoles esos productos”.
La decisión, remarcó, se toma para no perjudicar a las tecnológicas estadounidenses, que venden a esa compañía cerca de 11.000 millones de dólares de productos. No es un indulto a la tecnológica china: “tenemos problemas de seguridad nacional” con esa compañía, subrayó.
Lo delicado de este asunto concreto hace que las dos partes hayan decidido dejar la situación de Huawei en Estados Unidos para el tramo final de negociaciones entre los equipos, advirtió el presidente estadounidense. Mientras tanto, cabe pensar que Washington seguirá presionando a sus aliados para que rechacen a Huawei como socio en el desarrollo de sus redes de telefonía 5G.
Las negociaciones entre las dos potencias quedaron suspendidas en mayo, cuando llegó la imposición de aranceles. Estados Unidos acusaba a su interlocutor de haberse echado para atrás en el último momento en compromisos ya cerrados sobre igualdad de acceso al mercado chino o propiedad intelectual, y para los que China debía modificar su legislación. Por su parte, Pekín achacaba a Washington el querer imponerle unas condiciones draconianas que violaban su soberanía.
El origen de la disputa está en lo que Trump considera que es una balanza comercial excesivamente desequilibrada a favor de China: la segunda potencia económica exporta 419.000 millones de dólares más a EE. UU. de lo que compra. Pero, además, Estados Unidos denuncia el trato de favor que China otorga a sus empresas estatales, la transferencia forzosa de tecnología y violaciones de la propiedad intelectual.
En un comunicado distribuido por el Ministerio de Exteriores chino, Pekín confirmó el restablecimiento de las rondas de negociaciones y que no habría nuevos aranceles. Su referencia a Huawei fue indirecta: Xi indicó a Trump en la reunión que esperaba un trato imparcial de Estados Unidos a las empresas estadounidenses, según el documento.
El presidente chino también hizo hincapié en que su país no cederá en lo que considera su interés clave en la negociación: el respeto a su soberanía. “China es sincera sobre su disposición a continuar las negociaciones con Estados Unidos… pero las negociaciones deben ser de igual a igual y mostrar respeto mutuo”, apunta el comunicado.
Una insistencia que apunta a que falta mucho para llegar desde este armisticio al final de la guerra comercial. Por respeto a su soberanía, China entiende que no se le imponga una reforma de su legislación. Pero sin ella, es difícil ver cómo Estados Unidos pueda lograr -y exigir el cumplimiento de- los cambios que reclama en la política comercial de su rival.
En sus declaraciones al comienzo del encuentro, al margen de la reunión del G20 pero que ha dominado las conversaciones en esa reunión de líderes, el presidente chino, Xi Jinping, lanzó un llamamiento a la cooperación. “China y Estados Unidos se benefician ambos de la cooperación y los dos pierden en una confrontación. La cooperación es mejor que la fricción, el diálogo es mejor que la confrontación”, instó Xi, acompañado entre otros de su ministro de Exteriores, Wang Yi, y el vice primer ministro y enviado a las conversaciones con Estados Unidos, Liu He.
Trump estaba acompañado, por su parte, de los cabezas de la delegación estadounidense en esas conversaciones, el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y el representante de comercio exterior, Robert Lighthizer. También estaba presente la hija del presidente, Ivanka Trump, en la reunión de una pequeña sala, sin apenas decoración más allá de las banderas respectivas, en el centro de congresos Intex en el que se ha desarrollado la cumbre del G20.