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El papa Francisco asegura que «la insidia más peligrosa es decir que el hombre no necesita a Dios»

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El papa Francisco sonríe durante la misa solemne de inicio de su Pontificado en la plaza de San Pedro del Vaticano. EFE

El papa Francisco afirmó hoy que una de las «insidias más peligrosas de nuestro tiempo» es pensar que el hombre no tiene necesidad de Dios y reducirlo «a aquello que produce y a lo que consume».

El pontífice hizo esas manifestaciones en el discurso que dirigió a los representantes de las Iglesias y comunidades eclesiales cristianas y de otras religiones que asistieron ayer a la solemne misa con la que se abrió su pontificado.
«Todos tenemos que hacer mucho por los más pobres, los débiles y los que sufren, para favorecer la justicia y promover la reconciliación y construir la paz. Pero, sobre todo, tenemos que tener viva en el mundo la sed del Absoluto, no permitiendo que prevalga una visión que reduce al hombre a aquello que produce y a lo que consume. Es una de las insidias más peligrosas de nuestro tiempo», afirmó el papa.
El obispo de Roma agregó: «Todos sabemos cuánta violencia ha causado en la historia reciente el intento de cancelar a Dios de la sociedad».
Francisco dijo también que en este mundo de divisiones y rivalidades, las religiones tienen que estar cercanas a los hombres y mujeres que buscan la verdad, la bondad y la belleza, «que es verdad, bondad y belleza de Dios».
Acogido con un gran aplauso cuando entró en la sala Clementina, del palacio Apostólico, el papa se comprometió ante los representantes de las otras Iglesias y comunidades eclesiales cristianas a proseguir el diálogo ecuménico en aras de la unidad.
«Deseo asegurar mi firme voluntad de proseguir con el diálogo ecuménico», afirmó el papa, que en la misma línea que los anteriores pontífices insistió en la urgencia de que todos los cristianos sean «una misma cosa» (Ut unum sint) y en poder testimoniar de manera «libre, alegre y valiente» el Evangelio.
«Será nuestro mejor servicio en un mundo de divisiones y rivalidades», precisó el papa, que una vez más exhortó a custodiar la naturaleza.
A la audiencia también asistieron representantes judíos, a los que el papa expresó su deseo de proseguir «de manera fraternal» el provechoso diálogo que el Concilio Vaticano II auspiciaba y que se ha llevado adelante dando muchos frutos».
También expresó su estima a los musulmanes, destacó que rezan también a un Dios único y dijo que su presencia hoy en el acto era una señal de la voluntad de potenciar la cooperación por el bien común de la humanidad.
En nombre de los asistentes habló el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, quien dijo que la primera preocupación de los cristianos tiene que ser la unidad, para poder dar un testimonio creíble.
Subrayó la importancia de proseguir el diálogo religioso y de que todas las iglesias y comunidades eclesiales actúen de manera «interactiva» para ayudar a los hombres en esta época de crisis.
Resaltó el trabajo realizado por al anterior papa Benedicto XVI en aras de la unidad de los cristianos y su «valentía» para renunciar al pontificado por motivos de salud y cansancio.
Destacó del papa Francisco su «sencillez» y su deseo que ir a lo esencial y abogó por que el hombre vuelva a la caridad y abandone la vida mundana.
A la audiencia asistieron, además del patriarca ortodoxo, Bartolomé I, el metropolita (arzobispo) Hilarion, de la Iglesia Ortodoxa Rusa, y representantes de la Comunión Anglicana e Iglesias protestantes. También asistió el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni.
La unidad de los cristianos se rompió por vez primera tras el concilio de Efeso, en el año 431, cuando se separó la Iglesia asiria, o persa.
Tras el concilio de Calcedonia, en el año 451, se separaron las Iglesias copta, siria, etíope y armenia, que habían abrazado la tesis del monofisismo, según la cual Cristo sólo tenía una naturaleza, la divina, y era hombre sólo en apariencia.
El Concilio de Calcedonia condenó el monofisismo y definió la doble naturaleza de Cristo, humana y divina, unidas sustancialmente en una sola persona divina
En el siglo XI, en 1054, se produjo el gran cisma, cuando se separaron las Iglesias de Oriente y Occidente.
La última gran separación se produjo en el siglo XVI (1517) con la reforma protestante de Lutero.
A las dos grandes Iglesias les separan razones teológicas, como el rechazo de los ortodoxos al primado de Roma.
En noviembre de 2007, las Iglesias ortodoxas reconocieron al obispo de Roma como «primer patriarca», aunque siguen discrepando con los católicos sobre la interpretación de sus prerrogativas, según un documento conjunto aprobado por la Comisión Mixta para el Diálogo Teológico entre Católicos y Ortodoxos.

Juan Lara/Ciudad del Vaticano,  mar (EFE).-

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