El presidente de EE.UU., Donald Trump, dijo este martes que «se expresó mal» en la cumbre de Helsinki y aclaró que acepta «las conclusiones» de sus agencias de espionaje de que Rusia interfirió en las elecciones de 2016, tras la ola de críticas recibida por desautorizarlas ante su homólogo ruso, Vladimir Putin.
«Me expresé mal (…) Quise decir que no veo razón por la que Rusia no estuviese detrás» de la injerencia en las elecciones presidenciales de 2016, indicó Trump en unas declaraciones en la Casa Blanca.
En la rueda de prensa conjunta con Putin de el lunes en Helsinki, el Mandatario había asegurado que no veía razón por la que Rusia fuese responsable de esta interferencia, lo que desató la indignación en EE. UU. por haber dado más credibilidad a la negativa de Putin que a los informes de sus propias agencias de inteligencia, como la FBI y la CIA.
Asimismo, el Presidente agregó que tiene «plena fe» en la comunidad de inteligencia de Estados Unidos.
«Acepto las conclusiones de las agencias de inteligencia de que la interferencia rusa tuvo lugar en las elecciones», apuntó, aunque matizó a continuación que «no hubo conspiración» entre su campaña electoral y Moscú.
Trump trataba así de calmar el aluvión de críticas recibidas, incluido desde el seno de su propio partido republicano, por no plantar cara directamente al líder ruso.
La ‘trama rusa’
El pasado viernes, tres días antes de la cumbre entre Trump y Putin, un gran jurado federal de EE. UU. imputó a 12 agentes de inteligencia rusos por hackear la campaña de la candidata demócrata y rival de Trump, Hillary Clinton, en las elecciones estadounidenses de 2016, así como al Comité Nacional Demócrata (DNC) con el fin de interferir en los comicios.
El vicefiscal general, Rod Rosenstein, informó que el fiscal especial que investiga la trama rusa, Robert Mueller, solicitó al gran jurado la imputación de 12 agentes de inteligencia del Kremlin por haber accedido a datos de una red de ordenadores de la campaña de Clinton y del secretariado del Partido Demócrata.
Los cargos anunciados este viernes por Rosenstein hacen referencia a funcionarios del servicio de inteligencia militar creado por el Kremlin en 2016, conocido como GRU, del que dos de sus unidades cometieron supuestos robos de datos electrónicos para influir en las elecciones.
Según el «número dos» de Justicia de EE.UU., los militares participaron en un «esfuerzo constante» por penetrar las redes de computadoras del DNC y en la campaña presidencial de Clinton para conseguir unos datos que luego difundieron en internet.
Los responsables del Kremlin comenzaron en 2016 a inocular virus en las cuentas de correo electrónico de voluntarios y trabajadores del equipo de la política demócrata, una práctica mediante la que lograron contraseñas que les permitieron entrar en otras cuentas y documentos y controlar la actividad de decenas de empleados.
En el momento de difundir los datos robados, los rusos se hicieron pasar por activistas estadounidenses y se sirvieron de Facebook y Twitter para diseminar el alcance de la información.
Después de que se acusara a oficiales del Kremlin de estar tras el hackeo, estos supuestamente crearon una plataforma para alegar que el autor de los hechos era un pirata informático rumano.
Además de estos hechos, también trataron de entrar en contenido de agencias estatales y diferentes áreas del Gobierno norteamericano.
Once de los agentes son imputados de conspiración para cometer crímenes informáticos, con agravante por robo de identidad en ocho de estos, y conspiración para lavar dinero; dos de los acusados son vinculados también de delito de conspiración para cometer una ofensa contra EE.UU.
El Departamento de Justicia precisó que en el escrito de imputación no se alude a la participación de ningún estadounidense.