La tradición de la monarquía británica, al igual que la de muchas otras casas reales, dicta que los herederos a la corona no pueden viajar en el mismo vuelo para evitar que la línea de sucesión se vea afectada en caso de accidente.
En las últimas décadas, ha existido la tradición en la familia real británica, al igual que en otras monarquías europeas, de que los herederos al trono no viajen en el mismo avión, sin importar que se dirijan a un mismo destino, con la idea de evitar que la línea de sucesión se vea afectada en caso de un accidente fatal. En este sentido, han sido escasas las ocasiones en que se ha podido ver a la reina Isabel, a su primogénito Carlos y a su nieto Guillermo a bordo del mismo vuelo. (Leer Los príncipes William y Harry se sinceran finalmente sobre su madre Diana de Gales).
Esta norma no escrita había sido seguida a rajatabla hasta hace poco, ya que en los últimos tiempos la soberana ha dado permiso al duque de Cambridge para que viaje acompañado de sus dos hijos, el príncipe Jorge y la princesa Carlota, pese a que los pequeños ocupan el tercer y el cuarto lugar en la línea al trono, al considerar que los aviones son en la actualidad una de las formas más seguras de transporte.
Es por esa razón que toda la familia de Guillermo y su esposa Catalina pudo desplazarse recientemente junta hasta la ciudad de Varsovia (Polonia), como ya lo habían hecho con anterioridad en sus visitas oficiales a Australia, Canadá o Alemania. (Archivo Príncipes Jorge y Carlota, protagonistas del viaje de duques de Cambridge a Canadá).
«Aunque no hay ninguna norma oficial, es la reina quien tiene la última palabra», matizaba un representante del palacio de Buckingham en el año 2014, según recoge el portal The Sun, para justificar que los duques de Cambridge hubieran decidido entonces utilizar el mismo jet privado cuando su primogénito era tan solo un bebé.
No es la primera vez que un miembro de la generalmente tradicional realeza británica decide saltarse el protocolo. El príncipe Carlos dejó de piedra a los monárquicos más conservadores durante su visita a los afectados por las inundaciones de 2010 en el condado inglés de Cornwall, en las que más de un centenar de familias se vieron obligadas a desalojar sus casas. En aquella ocasión, el duque de Cornualles no dudó en firmarle un autógrafo a una de las vecinas, pese a que las normas reales prohíben drásticamente hacerlo para evitar que sus firmas acaben subastándose en Internet.