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La sombra de la pederastia intranquiliza a la Santa Sede

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El cardenal australiano George Pell, ministro de Finanzas del Vaticano, es sospechoso de haber abusado sexualmente de menores.
Foto: Massimo Percossi / EFE

Las denuncias de abusos sexuales de sacerdotes y religiosos alrededor del mundo se multiplican como arroz y hasta han sido inspiración para películas como ‘Spotlight’. Pero capítulo aparte merece la polémica en torno a la Iglesia católica australiana.

Las cifras hablan por sí solas: 1.880 curas involucrados, 4.440 niños abusados y un millar de instituciones católicas señaladas. Todo ocurrido entre 1950 y 2010. Estos escalofriantes datos fueron revelados en enero pasado por Gail Furness, abogada consejera de la comisión real encargada de investigar la respuesta oficial a los abusos sexuales de menores de edad en Australia.

En total –dice Furness– cerca de 7 por ciento de los sacerdotes en ese país han sido acusados de abusos sexuales. Pero estas incriminaciones no han dado lugar a ninguna pesquisa.

Por si no fuera suficiente, la acusación que hizo la justicia de ese país el miércoles pasado al cardenal George Pell, considerado el número 3 del Vaticano y máximo responsable de las megafinanzas de la Santa Sede, avivó el escándalo. Se trata del primer alto cargo de la curia romana imputado en supuestos delitos de pederastia.

Pell, un estudioso de la religión de 76 años, máximo representante de la Iglesia católica en Australia, es sospechoso de haber abusado sexualmente de menores cuando era sacerdote en la localidad rural de Ballarat (1976-80) y cuando fue arzobispo de Melbourne (1996-2001).

Como arzobispo de Sídney, en el 2002, Pell también fue acusado de abusos sexuales por presuntos hechos de larga data, pero fue declarado inocente.

En el 2014, al parecer, en una designación imprudente del papa Francisco, fue llamado a Roma para dirigir una amplia e inédita obra de reformas económicas en el Vaticano.

La trayectoria de Pell, que ascendió de cura de parroquia rural a tesorero del Vaticano, se vio ensombrecida en los últimos años por todas estas controversias. Para quienes lo admiran, es símbolo del tradicionalismo católico, pero para sus detractores, es el rostro de una institución que fracasó ante las acusaciones de pederastia.

Tras la denuncia, Pell explicó que ha hablado mucho con el Papa durante la última semana. “La última vez fue ayer (miércoles). Hemos acordado que limpiaré mi nombre y le estoy muy agradecido por su apoyo. Soy completamente claro y consistente en el rechazo de estas acusaciones. Quiero limpiar mi nombre y volver a Roma para seguir trabajando”, afirmó el procesado.

Pell, nacido en 1941, creció en Ballarat, donde practicaba teatro en la escuela y sobresalía en el fútbol australiano. Su madre, ferviente católica, estaba encantada de que su hijo siguiera el camino de la Iglesia, mientras que su padre, un anglicano, no comprendía que su hijo rechazara un contrato de oro con un popular equipo de fútbol.

Siguió parte de sus estudios en Roma antes de ser ordenado cura de la diócesis de Ballarat, en 1966. Por sus logros, en 2003 fue incluido en el poderoso Colegio de Cardenales, donde habría jugado un rol principal durante el cónclave para que se eligiera al argentino Jorge Bergoglio.

Tras la denuncia, el papa Francisco, criticado por sus gestos insuficientes en estos casos, decidió dejar que la justicia australiana siga su curso, sin exigir la renuncia de Pell.

En un comunicado más bien benevolente con su ‘número tres’, el Vaticano precisa que el Papa fue informado del cese temporal solicitado por el cardenal para poder regresar a Melbourne y que, durante su ausencia, la secretaría de Asuntos Económicos de la Santa Sede seguirá funcionando con normalidad.

Expresa también su “respeto” por el sistema judicial australiano, pero destaca que es “importante recordar que el cardenal ha condenado de forma abierta y repetida los actos de abuso (sexual) contra menores como inmorales e intolerables”.

Por su parte, las presuntas víctimas de abusos sexuales de Ballarat están satisfechas con la acusación formal contra el cardenal. Andrew Collins, una de las víctimas que denunció abusos por parte de los clérigos, señaló que los afectados se han sentido como en la lucha de “David contra Goliat”. “Hay individuos que están sufriendo. Fue un día histórico para ellos”, dijo Collins.

Habrá que esperar hasta el 18 de julio, día de su comparecencia ante el Tribunal de Magistrados de Melbourne, para saber si, por lo menos, los altos mandos de la Santa Sede podrán quitarse el zapato del pie y sacarse esa espina que no los ha dejado caminar derecho.

REDACCIÓN INTERNACIONAL
* Con información de AFP y Efe

http://www.eltiempo.com/

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